31. Venta

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Samantha casi enloqueció cuando Lucrecia le contó lo de la invitación. Estaba más emocionada que la misma invitada, le prestó un lindo y elegante vestido blanco, con un hermoso escote en corazón, encaje superior, sin mangas, ajustado en el pecho y cintura, de falda acampanada con hermosas flores en tonos rojizos estampadas.

Sam, recluyó desde medio día a Lucrecia en su habitación, la hizo que tomara un largo baño, en el cual humectó todo su cuerpo con deliciosas cremas, le depiló las cejas, y pintó las uñas de un coqueto rojo pasión.

- ¡Auch! – se quejó Lucrecia. – Sam, por favor no le hales el tanto el cabello.

Lucrecia se encontraba sentada en la cama con un montón de maquillaje, cepillos, pinzas, secador y demás accesorios de belleza esparcidos por toda la cama

- Lo siento, Lucy. Pero no has oído que la belleza duele.

- Sí, pero no es masoquista, ya bastante tengo con la depilación de cejas. – rezongó.

- Ahiiii. No seas llorona. Ni que te hubiese hecho la depilación brasilera con cera. – Bromeó.

- Tonta. – contestó riendo.

Samantha le había secado el cabello, dejándolo sedoso y le estaba peinando con una alta y elegante cola de caballo, dejándole el cuello y hombros descubiertos. Luego le aplicó un hermoso maquillaje de ojos ahumados entre tonos grises y brillos rosados, dándole todo el protagonismo al negro penetrante de sus pupilas, completándolo con un labial Nude.

- Wow – expresó Lucrecia al verse reflejada en el espejo

- Siiii – afirmó Sam dando saltitos y palmadas. – quedaste hermosísima.

- No puedo creer que esta sea yo – confirmaba Lucy mirándose desde varios ángulos en el espejo. – me gusta mucho porque no parece que llevara mucho maquillaje, pero se me ven muy lindos los ojos.

- Si me hubieses dejado ponerte las pestañas postizas se verían mejor – se quejó Sam.

- Gracias, así como estoy me gusta.

Justo en ese momento se escucharon que llamaban a la puerta de la habitación. Lucrecia dio un respingo, su corazón empezó a golpetear rápidamente, enviando un temblor por todo su cuerpo. Samantha sonrió ampliamente mostrando todos sus dientes.

- Ha llegado su príncipe, su majestad. – Hizo una exagerada reverencia.

- No seas tonta. – expiró fuertemente, se puso en pie y caminó hacia la puerta.

- Déjame a miiii – expresó Samantha mientras corría presurosa los pocos metros hasta la puerta.

Un pequeño espacio de la puerta se abrió. Liam, quien se encontraba fuera a la espera de la apertura, se sorprendió al ver un ojo verde, en lugar de las gemas de ónix que esperaba.

- ¿Diga? – Preguntó Samantha. – ¿En qué puedo ayudarle?

- ¿Samantha? – Exclamó confuso Liam, mientras miraba hacia el pasillo confirmando que la puerta a la cual había llamado era la correcta.

- Ya, Sam. Deja de tontear. – espetó Lucrecia quitándola de la puerta empujándole por los hombros y abriendo la puerta. – Por favor disculpaba, mi amiga en ocasiones se pone un poco tonta. – se excusaba Lucrecia

Liam dejo de escucharla desde el momento en que ella abrió la puerta. La mujer que le hablaba era un ser etéreo, mágico que simplemente lo hechizaba con su deslumbrante imagen.

Destilando Historia *** En Curso***Donde viven las historias. Descúbrelo ahora