21. Envejecimiento 1

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Todo parecía un sueño, luego de que Liam se retirara. Samanta empezó a comportarse como una mamá gallina, ayudó a Lucrecia a quitarse la ropa sucia que estaba usando y le preparó la bañera para que se diera un baño de agua caliente, que le relajara los doloridos músculos. Cuando hubo terminado, Samanta le pasó una bata de baño y le curó los raspones con desinfectante y ella misma tomó una rápida ducha.

Luego de un rato golpearon a su puerta. Se trataba del servicio de habitaciones quien traía una fructífera cena, junto a varias bolsas de las tiendas del hotel con un par de Jeans, camisas, ropa interior y piyamas para las dos chicas, los cuales resultaron ser de sus tallas. Cuando Lucrecia preguntó por esto, le informaron que la señora Amelia por solicitud de Liam había escogido las prendas de vestir para ellas.

Samanta estaba tanto o más impactada que Lucrecia. Aparte del accidente, la atención por parte del insensible Liam le hacía parecer menos insensible. Lo que le llevó a pensar que el lenguaje corporal de Liam y Lucrecia decía más de lo que los dos podrían pensar. ¡Ella era fotógrafa, conocía de lenguaje corporal y sabía de lo que estaba pensando! y ciertamente podría identificar que allí había algo muy interesante.

- Oh vaya. – Samanta se lanzó hacia los objetos – ¡Perfectos son de nuestra talla! – aseguró probándose la camisa del pijama, para luego hacer lo mismo con el pantalón.

- Me avergüenza un poco dar tantas molestias – Aseguró Lucrecia observando sus cosas con recelo.

- Shhhhh calla y aprovecha, mujer, esta gente tiene mucho dinero, pueden permitírselo. – Contestó Samanta y se encogió de hombros – simplemente disfrutemos – aseguró viendo el par de jeans que trajeron para ella.

Cada una estrenó su piyama, tomo su parte de la cena y descansaron sobre los cómodos colchones de la habitación. Samantha se durmió de inmediato, pero la cabeza de Lucrecia no podía dejar de dar vueltas sobre el accidente. Había muchas cosas en su cabeza, así que ideó un plan de organización que en la mañana pondría en práctica.

Al día siguiente Liam las invitó a desayunar y le pidió especialmente a Lucrecia que permanecieran por ese día en Stornoway.

- Sé que Artur dijo que todo estaba bien, pero para estar tranquilo quiero que estés cerca de un centro médico.

- Estoy de acuerdo con él, Lucy – Concordó Samanta.

- ¿Y perder todo un día de trabajo? ¿Haciendo qué? – se escandalizó Lucrecia.

Liam Sonrió de medio lado, intuía que aquella loca por el trabajo diría precisamente eso.

- Ya lo he pensado y creo que tengo la solución. Existe una pequeña colección de libros en el ala privada de este hotel. Han pasado por mi familia de generación en generación. No tan viejos como los que tengo en la hacienda, pero creo que también puedes encontrar muy buen material.

Libros. Privados. Viejos. Solo esas tres palabras ya estaban bailando en la mente de Lucrecia.

- ¿Por qué no lo habías hecho antes? - Preguntó ella levantándose de la mesa. - Vamos de inmediato.

- Santo Dios, le diste la zanahoria al caballo. – espetó Samanta, mientras Lucrecia la fulminaba con la mirada.

- Que les parece si primero terminamos el desayuno y luego las llevo – pidió Liam.

Lucrecia sonrojada volvió a tomar asiento y continuó comiendo sus huevos.

- Pero debo advertirte, que no puedo permitir que saques los libros del sitio, son parte de una colección muy privada y valiosa para mí y mi familia. Algunos de ellos hablan específicamente de mi Clan.

Lucrecia y Samanta aceptaron de inmediato, terminaron su copioso desayuno y se dispusieron a iniciar otro día de investigaciones

***

Liam las llevó a un pequeño despacho ubicado al final del castillo, escondido entre pasillos, puertas y salones.

- Este era el despacho privado de mi padre, solo venía aquí cuando necesitaba alejarse del ruido. – comentó Liam – es uno de mis lugares favoritos.

En efecto, el despacho a diferencia de los suntuosos salones, era muy sencillo. La decoración era muy masculina y minimalista. El gran protagonista era un escritorio antiguo, de robre sólido, tallado y el armario empotrado que ocupaba la pared detrás del escritorio.

El sitio era pequeño, y la cantidad de libros almacenada, también lo era.

- Bien, aquí viene lo interesante.

Liam se acercó al armario protegido con cristal, sacó unas llaves del bolsillo, movió un par de libros y se abrió una puerta oculta detrás del armario.

- Wow... estamos en una película de búsqueda del tesoro. – expresó Samanta.

Liam sonrió al comentario de Samanta, le mostró las llaves y se dirigió a Lucrecia.

- No debo decirte que seas muy cuidadosa con los objetos, hay algunos que...

- Son invaluables, lo sé, tanto sentimentalmente, cómo históricamente. – terminó Lucrecia.

- Exacto, por eso te confío a ti las llaves. Por favor no se las entregues a nadie. Sé que eres despistada y medio loca, pero amas las antigüedades de mi familia, tanto como yo.

- Oye... qué buena descripción – indicó Samanta. Sonriente. – ¿Puedo tomar fotografías de las cosas? Me servirán para mi banco de imágenes, vendo fotografías en internet.

- Claro que sí, solo asegúrate de que no sean documentos familiares, el pasaje secreto o algo así.

Samanta hizo una posición de militar de entendimiento.

- Y Lucrecia, si encuentras algo de mucho valor, házmelo saber, en realidad no conozco todo lo que hay por aquí.

- De acuerdo. – confirmó sacando su computadora – aprovecharé y te haré un inventario de las cosas valiosas que encuentre. 

Destilando Historia *** En Curso***Donde viven las historias. Descúbrelo ahora