34. Imprevistos 2

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Lucrecia estaba apoyada en la puerta del baño, rogando que se la tragara la tierra cuando escuchó tres suaves golpes en la puerta.

- Lucy. Cariño. Sal de ahí. – Pidió suavemente Liam.

- ¡No! ¡No saldré nunca!

Liam sonrió.

- De acuerdo, el piso estará muy cómodo para pasar la noche.

Lucrecia gimió audiblemente.

- Vamos, sal de ahí.

Ella suspiró pesadamente, mientras pensaba a mil por hora y su cabeza mantenía una fuerte discusión interna.

- Eres una mujer hecha y derecha. ¡Ni que fueras una adolescente virgen! – Decía su voz interior.

- No lo soy. Soy una mujer madura, que toma sus propias decisiones y toma y lucha por lo que quiere...

- Y que es lo que quieres ¿Esconderte aquí adentro Tonta?

Lucrecia pensó un segundo la pregunta de su subconsciente.

- Quiero, a ese hombre de ahí afuera.

Lucrecia se miró al espejo y reconoció la hermosa mujer que era y que usualmente escondía del mundo y que con ese Picardías se veía más que bien.

- De acuerdo aquí voy.

Liam esperaba pacientemente frente a la puerta a que saliera una muy avergonzada Lucrecia, sin embargo, la mujer que abrió no era la que esperaba.

Los ojos de Lucrecia tenían un brillo de determinación que solo le había visto cuando seguía las pistas de sus historias, pero ahora esa mirada estaba puesta en él directamente y eso lo encendió como nunca antes.

Lucrecia era una mujer única. ¿Cómo podía convivir esta sexi top model, con una aplicada e inteligente historiadora? Si antes se había sentido atraído por sus maneras dulces e ingenuas, esta Femme Fatale lo estaba destruyendo por completo.

Ella salió con toda la confianza de mundo, le miró directamente y se lanzó hacia él. Caminó con paso decidido, lo tomó por el cuello y lo atrajo hacia ella inició el ataque y arrasó con cualquier pensamiento y cordura de Liam, mientras le devoraba la boca.

Liam quien nunca había sido un hombre sumiso, así que no tardó en reaccionar, bajó sus ávidas manos hacia sus jugosos cachetes traseros, levantándola hacia sí.

Ella comprendió, abrió las piernas y se ancló a su cadera.

Él caminó lentamente hacia atrás hasta que sus piernas tocaron el borde de la cama, allí se sentó con ella en las piernas. Aprovechó para subir sus manos por su piel desnuda. La exigua "camisilla de pijama" no era ningún obstáculo.

Lucrecia tampoco permaneció quieta. Sus manos exploraban el cuerpo de Liam sobre su ropa, hasta que encontró el borde de su camisa y lo levantó para sacarlo de su cuerpo.

- Espera. Espera – pidió Liam

- Ehh – Lucrecia seguía besándolo ávidamente.

- Cariño espera. Le dijo tomándola de los hombros para retirarla un poco.

- ¿Por qué? Preguntó ella lastimeramente.

- Porque, yo deseo esto más que nada en el mundo, pero quiero que tú también estes segura.

Ella lo miró con diversión, mientras sonreía traviesa.

- ¿Crees que esto te dice lo suficiente? – Expresó y se meció contra entrepierna de él

Liam cerró los ojos, mientras se estremecía. Soltó lentamente el aire, pero sus manos seguían recorriendo el cuerpo de Lucrecia.

- Lo sé, pero... acabamos de encontrar a Stephanie y no quiero aprovecharme de una vulnerabilidad.

- ¿A quién? - Pensó por un momento - ¡Ah esa mujer! – volvió a besarlo – No, ella no significa nada. No es mi madre, nunca lo fue.

- ¿Y entonces esto...? - no terminó su pregunta, pero siguió la danza de besos.

- Esto, es el resultado del deseo acumulado, la química y este maldito pijama que me envió Samanta.

- ¡Bendita sea Samanta!

Y ahí paró la conversación.

Liam tomó de nuevo a Lucrecia por las nalgas, se levantó levemente y ubicó a ambos en la cama, dejándola a ella debajo.

Las pendas rápidamente fueron descartadas. Liam, degustó cada centímetro del cuerpo de Lucrecia y descubrió que un hermoso cuerpo voluptuoso era mucho más hermoso y delicioso que uno delgado.

Lucrecia aparcó sus inseguridades y timidez lejos y se dejó ser y amar. Disfrutó del momento y dio rienda suelta a sus gustos y necesidades. Sus experiencias sexuales anteriores, se basaban únicamente de las vividas con su único exnovio.

Ahora, ahora se sentía como una diva, una mujer deseada por un hombre poderoso, guapo y muy interesante, que la deseaba a ella en la misma medida en que ella lo deseaba a él.

Sintió lo que nunca había sentido. Liam le hizo estremecer hasta el infinito, toda su piel estaba en llamas y alcanzó un clímax que no había conocido hasta el momento, tanto, que hasta por un momento sintió como si su alma se despendiera de su cuerpo y viajara hasta otra dimensión donde no existía la física, ni las leyes que nos rigen en esta tierra. 

Destilando Historia *** En Curso***Donde viven las historias. Descúbrelo ahora