26. Embotellado 2

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Durante toda la mañana Lucrecia se dedicó a revisar los libros que se encontraban en la biblioteca privada del hotel, por autorización de Owen, pudo disponer de ellos sin ninguna restricción, encontró auténticas joyas históricas de Stornoway. Samantha aprovechó para editar su material fotográfico, tanto el del proyecto, como sus fotografías para la venta.

Lisa, la esposa de Owen fue muy amable con ellas, a medio día vino a invitarlas a almorzar para que estiraran las piernas y cambiaran de ambiente. Aunque la mujer era muy agradable, fue un poco extraño que basara la conversación en la vida privada de Lucrecia. Le preguntó por su familia, por su profesión, su trabajo, sus amigos, todo aludiendo que ella nunca había vivido fuera de Escocia.

Samantha, como era costumbre, no tuvo reparos en contar todos los detalles de la vida de Lucrecia, que Lucy obviaba u olvidaba.

- Oh. Qué vida más interesante la tuya Lucrecia. – comentó Lisa con tono ensoñador. – Yo nunca había salido fuera de Escocia hasta que conocí a Owen.

- ¿Enserio? – el tono de incredulidad de Lucrecia fue un poco grosero. – Lo siento, lo digo porque pareces una mujer tan... pulcra, tan elegante, tan delicada, tan de mundo.

Lisa soltó una risotada dejando caer su cabeza hacia atrás.

- Yo me crie con botas pantaneras, entre vacas y ovejas. – exclamó con un matiz de orgullo en su voz

Lucrecia parpadeó rápidamente tratando de encajar a la mujer que tenía en frente toda vestida de un hermoso traje blanco, a la misma con botas entre vacas y le fue imposible.

- ¿Me hablas enserio?

- Sí, Lucrecia. Yo provengo de una familia de la región, pero mis padres no son adinerados como los MacLeod, nosotros teníamos una fábrica de quesos, así que, por lo tanto, muchas vacas y ovejas.

- Y ¿cómo llegaste a casarte con Owen? – Preguntó Samantha.

- Ahhh. – Lisa suspiró fuertemente y se recostó en la silla. – esa es una larga historia.

Lisa llamó el camarero, pidieron sus almuerzos y solicitaron que trajeran los tres platos al mismo tiempo.

- ¿Y entonces? – volvió a preguntar Samantha, tomando un pedazo de pan, mojándolo con aceite de oliva y vinagre. - ¿tu historia?

- Mi historia de amor con Owen.

- Ohhh... me eeeeenncaaaantaaaannn!! ... sigue, cuéntala – pidió Samantha emocionada.

- Mis padres tenían una pequeña fábrica de quesos, mis tres hermanos y yo teníamos que ayudar con las vacas y ovejas, en el ordeño, alimentándolos, entre otros. – empezó su relato. - hice que mi padre me dejara un pequeño grupo de cuatro terneros, solo para mí, no para la lechería. Los cuidé, les di mucho amor, los domestiqué, parecían cachorros de perros. – relataba con nostalgia. – Las vacas peludas de las tierras altas, son hermosas y no sabíamos que podían ser tan apetecidas como mascotas. Ellas no son de tamaños muy grande, así que son perfectas.

El almuerzo llegó y las chicas empezaron a dar cuenta del mismo mientras conversaban.

- Ehh... ¿y que tienen que ver las vacas con Owen?

- ¡Sam! – reprendió Lucrecia.

Lisa sonrió, disfrutaba muchos de la compañía de ese par, era muy refrescante ante la seriedad y parquedad de los habitantes de la zona.

- Bueno, que en ese momento empezaba el boom de las redes sociales e internet, yo abrí cuentas, hice una página web... muy fea, por cierto, y empecé a hacer publicidad de la fábrica de quesos y de mis vacas peludas. Y las vacas fueron la sensación. Los valores en lo que las vendí fueron 4 veces más que el valor que usualmente valían, todo porque estaban domesticadas y eran muy lindas y coquetas con sus flecos.

- En fin... mi familia vio el potencial del negocio y desde ahí empezamos a criarlas como perritos consentidos... son una divinuras, las llevaré a la granja de mis padres, es cercana, también empecé a ofrecer tures por la zona, mostrando todo el proceso de fabricación del queso y el Whisky

- Eso me llevó a descubrir que me encantaba la publicidad y el mercadeo. Con el aumento de ingresos en casa, mi padre pudo pagarme la universidad... Y para que yo no estuviese tan solita en Inverness, mi madre habló con Amelia para que sus hijos me echaran un ojo de vez en cuando, ya que ellos viajaban más a menudo a la cuidad.

- Los chicos y yo empezamos a vernos con frecuencia, Owen, finalmente se fijó en mí y obviamente se enamoró de mi belleza y forma de ser. – Terminó el relato con gestos exagerados de movimiento de cabello y puliéndose las uñas.

- Ohh... amor a primera vaca. – Bromeó Samantha. – Digo primera vista.

Samantha, Lucrecia, y Lisa estallaron en carcajadas.

- No fue primera vista, yo desde siempre había tenido un leve enamoramiento por él, pero él era un tonto, todo un playboy y nunca había notado mi presencia. Nos volvimos amigos y de la amistad nació el amor.

- Que linda historia – Comentó Lucrecia

- Sí, yo solía soñar con la leyenda que tu comentaste el otro día. imaginaba que yo era el alma gemela de Owen, perdida en el tiempo. – aseguró Lisa soltando una pequeña risita. – por eso nuestro amor esta imposible.

- No sé qué tiene esa historia que me atrae tanto. – informó Lucrecia. – he tenido sueños en los que estoy subida en ese risco y que... me parece extraño que haya referencias históricas sobre sobre ella.

Lo que no quiso expresar Lucrecia, y se guardó para sí, es que había soñado en varias ocasiones que veía a Liam frente a ella, pero nunca llegaba a salvarla. Era un sueño real, como si fuese un hecho pasado, lo cual era muy inquietante, más aún porque al final ella siempre caía.

- Oh, es porque es una historia que ha pasado de generación en generación. - Aseguró Lisa – Supuestamente, es una historia verdadera.

Terminado el almuerzo, las chicas se separaron. Lisa regresó a su trabajo, Samantha quiso acompañarla a varios lugares del castillo en el que estaban adecuando para un importante evento que ocurriría en 2 semanas, para el cual se estaban preparando.

Lucrecia continuó con la investigación de los pergaminos, encontrando una nueva e intrigante historia. La leyenda del oro líquido.

Destilando Historia *** En Curso***Donde viven las historias. Descúbrelo ahora