12. Mosto (I)

173 29 0
                                    


Para la preparación de un verdadero Whisky puro o de Malta, la cebada molida se mezcla con agua caliente en una cuba de maceración, lo que da lugar a un líquido azucarado denominado "mosto". Esta es la base para el alcohol.

Destilando la historia del Whisky.

L.R

Lucrecia siempre se había caracterizado por ser curiosa y poco paciente, en esta ocasión no fue diferente. La necesidad de buscar información, fue tal, que no pudo esperar ni un día. Había pensado que por cortesía esperaría al día siguiente, para pedirle a Angus o Brena que le permitieran ingresar y hacer uso de la biblioteca privada de la familia Macleod, pero sus manos picaban por poder ingresar y poner sus manos en tan magnifica fuente de información. Así que justamente después de organizar sus pertenencias y trabajar un poco en la información que ya había adquirido, aprovechó el hecho de reunirse con los dos empleados de confianza del señor Macleod a la hora de la comida de medio día para solicitarles su permiso.

- ¿Angus, crees que sería posible que hoy ingresara a la biblioteca? – preguntó cuándo los cuatro se encontraban reunidos en el comedor de la cocina utilizado por los empleados, mayormente para tomar sus alimentos.

Tanto Brena como Angus se observaron durante un momento, midiendo la respuesta que darle a Lucrecia.

- Antes de que contesten. – Expresó Lucrecia. – He de expresarles que soy una profesional en el tema. He trabajado para el museo de Nueva York por más de dos años, tengo experiencia en textos antiguos, tanto en su cuidado y conservación, así como en el respeto que merecen.

- En palabras castizas, ella es una lunática en todos los vejestorios. – Aseguró Samanta antes de engullir un gran trozo de cordero guisado. – Es más, aun no comprendo cómo gustándole tanto los fósiles y dinosaurios, no se ha casado con alguno de esos viejitos del museo. – concluyó hablando entre dientes y aguantando la risa.

- ¡Sam! Eres una grosera. – espetó Lucrecia intentando reprenderla.

Angus y Brena volvieron sus rostros a mirarse.

- De acuerdo. No creo que haya algún problema. El señor Macleod no se encuentra, y regresará de su viaje hasta finalizando la semana, sin embargo, si me prometes que en verdad cuidaras de sus preciados libros como lo afirmas, no veo el inconveniente. – Contestó Angus.

Brena asintió. Interviniendo también con su consejo.

- Aunque te aconsejo que no te ubiques en su escritorio, a él le gusta encontrar sus cosas tal y como las dejo, siempre se percata cuando alguna de las chicas del servicio nuevas mueve algo fuera de su sitio. – aseguró Brena. – Debes dejar todo tal y como estaba.

- Oh, no se preocupen. – confirmó Samantha degustando una deliciosa patata asada. -. Lucas es experta en lo que hace, y ama tanto a sus libros como yo a mi cámara fotográfica.

Angus sonrió ante el comentario de la chica, ya que había observado que ella nunca se desprendía de ese aparato y que lo trataba con sumo cuidado.

Ese día Lucrecia se adentró junto con Brena a la biblioteca y esta le explicó a groso modo el orden que el señor Macleod mantenía en los estantes. Le ubicó una mesita de centro, quitando los artículos decorativos de encima para que ella pudiese sentarse en el sofá o sobre la alfombra y la utilizara como escritorio, de esta manera evitar el del jefe. Lucrecia no perdió el tiempo y corrió a su habitación por sus cosas; libreta de apuntes, lápices, gafas. Se concentró tanto en la revisión estante por estante y revisando los libros que llamaban su atención, leyendo los prólogos y tablas de contenido, haciendo un listado e inventario, que el tiempo se le fue de la cabeza y fue necesario que Samantha le recordara en horas de la madrugada que era hora de dormir. Obligándola a salir y regresar a su habitación a descansar. Al día siguiente después del desayuno ingresó de nuevo en la biblioteca, sumiéndose en la lectura y de la cual salía solamente para tomar sus alimentos y atender sus necesidades fisiológicas. Fue durante la tercera noche de estudio que en su exploración encontró algo que jamás pensó encontrar. Un tesoro.

Tres tomos oscuros con cobertura de cuero, cocidos a mano y ubicados cuidadosamente tras una vitrina de cristal cerrada con llave, era el tesoro descubierto por Lucrecia. De inmediato fue en busca de Brena, quien se encontraba recorriendo con el jardinero la zona sur de los jardines, haciendo el inventario de insumos que necesitaría para abonar la tierra, por la cercanía de la primavera.

- ¡Brena! – llegó hasta ella resollando por el esfuerzo de la carrera emprendida desde la cocina hasta el jardín en su búsqueda. – Menos mal te encuentro.

- ¿Qué sucede Lucrecia? ¿Paso algo? ¿Dónde está Samantha? – se apresuró a preguntar la mujer.

Ella descartó todas las preguntas con movimientos denegación de las manos y cabeza.

- Samantha debe estar en algún lado buscando Selkies o duendes para fotografiarlos - contestó Lucrecia con la voz entrecortada, burlándose de la animosa imaginación de Samantha frente a las creencias Celtas. - Y si ha pasado. Algo maravilloso. Encontré unos viejos tomos que estaban ocultos detrás de un pequeño telar decorativo y están bajo llave en una vitrina. ¡parecen incunables! Sé que probablemente no lo son, pero parecen libros antiguos.

Brena confusa al principio y asombrada después, entendió acerca de lo que Lucrecia le estaba hablando.

- Oh. – Expresó callando un segundo. - Esos son los libros más preciados del señor. – contestó muy seria. – datan de muchos años atrás, no sé con exactitud, pero son muy delicados. No sé si puedo darte acceso a ellos.

Lucrecia juntó las manos como en oración, rogando con todas sus fuerzas, apelando al buen corazón de la mujer.

- Prometo guardar todas las medidas de seguridad. ¡por favor! Déjame revisarlos.

Brena lo pensó por unos segundos.

- Déjame llamar a Angus, preguntaré su opinión, y tu mientras tanto, ve buscando tus medidas de seguridad. – informó. – si mi esposo y tus medidas me convencen... ya veremos.

Lucrecia la envolvió en un fuerte abrazo, repitiéndole mil veces las gracias. Luego se apresuró a salir corriendo hasta su habitación de nuevo y tomó todo lo necesario para la manipulación de tales reliquias. 15 minutos después las dos mujeres se encontraron en la biblioteca. Angus había dejado en manos de Brena la decisión, sugiriéndole que primero verificara, que Lucrecia en verdad sabía lo que hacía. Pero esta se convenció cuando la observó.

Brena nunca había visto nada parecido, la devoción y cuidado con que Lucrecia trataba los tomos era única. Ella para empezar se recogió los cabellos totalmente en la parte alta de la cabeza, se puso un par de guantes de silicona transparentes, luego usó un tapabocas, y finalmente usó otro par de guantes, pero esta vez de tela encima de los otros. Luego asintió hacia Brena. Esta abrió la vitrina y dejó que Lucrecia tomara uno de los tomos. El respeto y casi adoración con que esta tomó el libro, fue suficiente para convencerse de que ella los cuidaría como debía. Lucrecia se dirigió hacia el sofá, previamente preparado, frente a este sobre la mesa, había ubicado un soporte para ubicar el libro de manera diagonal, de esta manera, podía pasar las páginas sin manipular completamente el libro, sino solo la página que deseaba. Brena la dejó sumida en su lectura, constantemente tomaba apuntes o dejaba notas de voz en su teléfono y regresaba a la lectura, totalmente absorta en lo que hacía.

Destilando Historia *** En Curso***Donde viven las historias. Descúbrelo ahora