15: Prensado (2)

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Liam agradecía que en ningún momento se había sentido invadido, ni acosado o distraído por el trabajo de ellas, ni siquiera cuando se presentó la llegada de los otros dos hombres integrantes del equipo. A partir de ese momento empezó verlos más frecuentemente, transitando de un sitio a otro dentro de la finca. Era extraño escucharlos hablar con el acento propio de su lengua, pero nada incómodo.

Angus y Brena adoraban a las chicas y les consentían sus caprichos, pero todos eran mínimos y no causaban inconvenientes. Era extraño para Liam compartir su espacio sin sentirse invadido o molesto, de ellas emergía una especie de energía pacífica y apaciguadora que lo hacían sentir en una inusual calma.

Supo que el grupo había alquilado una pequeña camioneta para transportarse libremente por el pueblo y los alrededores, llevando consigo un montón de equipos de video y fotografía. Adicionalmente también requerían de un sitio propio para utilizarlo como estudio, así que idearon junto con Angus pedir prestada una de las antiguas y pequeñas cabañas que utilizaban antiguamente los pobladores cercanos a la destilería y que se encontraban abandonadas, pero en buen estado de conservación.

Lucrecia fue quien solicitó el permiso de Liam, y este al no ver ningún inconveniente aceptó la propuesta. Desde ese momento, observó cómo los cuatro extranjeros ingresaban cosas a la cabaña. Unas extrañas sombrillas, negras y blancas. Grandes lámparas, telas y algunos de los enseres, en los cuales reconoció como antiguos muebles de su propiedad, entre ellos antiguas sillas, mesas incluso candelabros y jarrones, que habían sido enviados al desván para su almacenamiento y conservación. Pero, confiando en el criterio de Angus, y el grado de responsabilidad mostrado por los investigadores, les dejó libertad de uso de ellos, para su estudio de filmación.

La adecuación del estudio fue una locura. Samantha junto a Oliver, se encargaron de explotar su imaginación como fotógrafos, adaptando un estudio de grabación y fotografía en la pequeña cabaña que les habían prestado. Debido a que esta se trataba de una muy antigua edificación de piedra, contaba con los servicios básicos, energía, acueducto y alcantarillado, pero no calefacción. Por lo cual, para mantener el calor dentro de la misma era necesario avivar continuamente la pequeña chimenea.

La experiencia de organizarlo todo para los cuatro investigadores fue agradable. Primero cerciorarse de que todo funcionara la perfección. Luego, decorar y adecuar el set. La parte de la decoración fue la más divertida, ya que Angus les prestó varios hermosos artículos propiedad del castillo, creando un hermoso escenario de película medieval. La iluminación, el espacio, la chimenea, hasta la pequeña cocina, eran perfectos.

Después, entre Lucrecia, Samantha y Oliver idearon la búsqueda de los testimonios para las entrevistas grabadas. Así que, durante los días siguientes, se dieron a la tarea de visitar el pueblo y buscar en sus casas o trabajos a todos aquellos pobladores que pudiesen aportarles algo interesante a su investigación. La bibliotecaria local, el alcalde, un viejo panadero, el sastre más antiguo, las mujeres del grupo de conservación de la cuidad, la propietaria de una antigua joyería y la propietaria de una tienda de antigüedades. Lo primero fue visitarlos a uno por uno, tomar sus relatos en archivo de audio, luego estudiarlos en privado y encontrar los más representativos para realizar los videos.

Lucrecia tuvo una muy buena sinergia con Samuel el panadero, ya que era un hombre afable y muy inteligente, con quien pudo entablar una conversación fácil y fluida. Sin embargo, la entrevista que más curiosidad le causó, fue con Sahara, propietaria de la tienda de antigüedades. Todo con ella fue muy extraño, de principio a fin. Para empezar, la mujer la saludó muy amablemente cuando ingresó a la tienda, como se saluda a un turista que viene a generar una compra, pero después, tan pronto estuvieron frente una de la otra el rostro de la mujer se iluminó como cuando alguien se reencuentra con una persona conocida y querida.

- Hola. – Saludó Lucrecia entrando a la tienda. – Observó de un lado a otro del lugar, sin encontrar a nadie. – ¡Hola! – Volvió a llamar.

Una mujer asomó la cabeza desde detrás de una puerta que estaba entre abierta, en la trastienda del lugar.

- ¡Un momento, querida!, ya estoy contigo. – Gritó desde dentro.

Despacio salió desde donde estaba y caminó lentamente hasta la entrada principal, donde se encontraba Lucrecia. Era una mujer de unos 45 años, un poco corpulenta y algo baja, el cabello rojizo se asemejaba al color del cobre, el rostro de la misma era hermoso, lleno de pequeñas pecas y unos grandes y expresivos ojos verdes. Traía una amable sonrisa dibujada en su rostro, mientras se limpiaba con una toalla las manos.

- Ofrezco disculpas, la puerta que da a la trastienda se cerró, y no me percaté de ello, hasta que escuché tu voz. – venia comentando con una alegre voz cantarina.

- Oh, descuide, no hay ningún problema. – contestó Lucrecia.

Finalmente, después de atravesar los estantes, llenos de antigüedades, souvenirs y toda clase de objetos, que separaban la parte trasera de la delantera, la pelirroja se ubicó detrás de la caja. Dejó la toalla que tenía en sus manos, colgada en el respaldo de una silla y volvió el rostro para ver de frente a su cliente para saludar.

- Buenos días. Bienvenida a "El caldero mágico" donde puede... - La amable sonrisa de la mujer se esfumó y fue sustituida por sorpresa. – Oh por Dios. – Susurró. – Eres tú.

Lucrecia frunció el ceño. Ella no conocía a la mujer, nunca la había visto, sin embargo, esa mirada sí que le parecía conocida.

- Disculpe. ¿Le conozco? – Preguntó Lucrecia.

La pelirroja sonrió tiernamente.

- Tu a mí no, pero yo a ti, sí. – contestó mirándola fijamente, estudiando el rostro de Lucrecia. – Finalmente el alma perdida encontró el camino a casa. – susurró la pelirroja para sí misma, aunque sus palabras fueron claramente escuchadas por Lucrecia.

- ¿Disculpe? – Repitió Lucrecia.

- Quiero decir, que conozco tu alma. – contestó la dependienta. – Tienes un aura de alma extremadamente fuerte y luminosa. – Contestó ella sonriendo. – Nunca había visto otra igual.

- ¿Enserio? – preguntó Lucrecia con curiosidad. Lejos de burlarse, ella estaba intrigada. - ¿De qué color es?

La pelirroja amplió su sonrisa complacida.

- Rosa, un rosa un poco más fucsia, es muy brillante y tranquilizador. Debes ser una persona muy compasiva, afectuosa y de espíritu fuerte. Si habláramos de esoterismo, diríamos que tienes el chackra del corazón.

- Wooo. ¿Enserio?

- Sí, tienes un tono muy peculiar y una energía singular.

- Eso es muy interesante. – Lucrecia sonrió. – Mi nombre es Lucrecia Riveiro, soy investigadora

Tras de la extraña presentación, las dos mujeres tuvieron una buena conexión, aunque la actitud misteriosa de la mujer, poseía cierto magnetismo en la mirada, lo que le generaba a Lucrecia la sensación de conocerla desde tiempo atrás, sabía que esto imposible, ya que Lucrecia no había visitado antes Escocia y Sahara nunca había viajado fuera de la isla de Lewis. Hablaron plácidamente durante toda la tarde, tanto que el tiempo se pasó rápidamente y cuando el equipo llamó a Lucrecia para pasar por ella y recogerla rumbo a la finca MacLeod, ninguna de las dos mujeres se había percatado de lo tarde que era. Pactaron quedar otro día para hablar de acerca en la investigación y de otras cosas más.

Destilando Historia *** En Curso***Donde viven las historias. Descúbrelo ahora