44. El secreto que guarda Ellie

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Ellie se ha pillado un arrebato al enterarse de que vamos a beber en el dormitorio de las chicas para celebrar que, supuestamente, todo va viento en popa. En teoría, iría así de bien si Luca y Amber hubiesen convencido al hermano menor de Pedro de que vender su parte del piso es la mejor decisión que puede tomar en su vida, pero tienen una segunda reunión programada para mañana y eso es, dentro de lo que cabe, buena señal.

Hemos pedido pizzas a domicilio de un restaurante que tiene reseñas increíbles en Internet y fotografías que anticipan lo delicioso que debe ser llevarte un bocado de cuatro quesos a la boca. Aunque Gianni se ha empeñado en añadirle pepperoni a una de ellas y Ellie le ha agregado bacon a otra a cambio de mantener en secreto esta quedada a hurtadillas de Gerardo. Según ella, restarnos horas de sueño por «hacer los bobos» bebiendo vino es lo menos eficiente del mundo. Y no le quito razón, pero necesito ese alcohol en las venas como el oxígeno en los pulmones.

Si hablamos de eficiencia, ni siquiera nos hemos cambiado de ropa para aprovechar cada minuto antes de irnos a dormir, así que aún llevamos puestos los respectivos trajes de chaqueta que hemos utilizado para las reuniones. Y porque nos moríamos de hambre y la cena no viene incluida en la estancia del hotel. La luz es tenue, aunque suficiente para que el ambiente se torne más íntimo entre nosotros. Hacemos un círculo en el suelo, abrimos los paquetes de patatas fritas y reservamos los refrescos para las pizzas. Cuando Gianni y Luca llegan agitados de la tienda 24h de abajo con un sacacorchos en mano, Gianni se sienta a mi izquierda y Luca lo hace entre Ellie y Amber. Hace los honores y pasa un par de botellas de vino que compartiremos por parejas. Como era de esperar, Ellie nos dedica una mirada asesina de brazos cruzados y con el ceño arrugado.

—Juguemos a esto —propone Amber enseñándonos la aplicación de preguntas comprometidas que ha descargado en su móvil. Toda una artimaña para profundizar con su objetivo amoroso—. Tenemos que introducir nuestros nombres y la aplicación nos hace preguntas aleatorias para que nos conozcamos mejor. Tiene más de seis mil reseñas y se supone que...

—Blablablá —la interrumpe Luca—. Dame eso, yo me encargo de preparar el juego.

Le arrebata el móvil de las manos, escribe nuestros nombres según nuestra posición en el círculo y toca la pantalla. La ruleta comienza a girar, pero desde hace unos minutos mi atención está puesta en la mano de Gianni. Apoyado en el suelo en pose despreocupada, las puntas de sus dedos tocan los míos. Ninguno de nosotros los separa.

—Joder, esto empieza fuerte —ironiza Luca mostrándonos la pregunta—. Ellie, ¿cómo describirías tu relación con el alcohol?

—Como podéis ver, absolutamente nula —dice enfurruñada, apretando los brazos cruzados contra sí misma.

Tras un breve silencio en el que todos nos dejamos la vida pretendiendo contener la risa para que nuestra administrativa no se enfade más, estallamos en una carcajada. El coro de risas es tan exagerado que incluso la contagiamos a ella.

—Vale, vale, siguiente. Gianni, ¿cuál es tu especialidad en la cama?

—La cama es mi especialidad.

Ellos se ríen. No puedo evitar ponerle los ojos en blanco cuando me pasa la botella de vino.

—Anna, ¿qué fue lo más ilegal que hiciste durante el instituto?

—Supongo que... ¿perder la virginidad antes de la mayoría de edad? —pienso en alto, aunque enseguida se me enciende una bombilla y presa del entusiasmo de tener una anécdota mucho mejor que contar, vocifero—: ¡Ah! ¡Me colé a hurtadillas en una universidad con el chico que me gustaba y acabamos encerrados en la piscina toda la noche!

Le doy un trago al vino. Las chicas se animan vitoreándome con pequeños aplausitos y Gianni me da un codazo por bajini. Creo que quiere la botella de vuelta, pero niega con la cabeza y aproxima su voz con sutileza:

©La jugada perfecta (JUPER) (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora