27. Olvídate de que existo

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En lugar de responder al mensaje de Vero o sopesar la posibilidad de cenar con ella y mi exnovio, he embutido mi cuerpo en un vestido negro y ceñido que me cubre las piernas hasta medio muslo. El escote es atrevido, sin tirantes, y me he ondulado la melena rubia para resaltar el maquillaje de sombras oscuras en mis ojos color miel. Mi rostro refleja rasgos felinos. Labios rojos y tacones de aguja. Si no puedo ser una gata en el Club 13, lo seré en la discoteca. Esta noche quiero atraer la mirada de cualquier hombre que se cruce en mi camino. Alimentar de deseo todo lo que ha vaciado Gianni al tratarme como si yo fuese una voluta de polvo incordiando en su despacho.

Alimentar el despecho que me consume por sentir restringido el acceso a ese sexo fantástico que me había encandilado todas estas semanas anteriores.

Kapital es la discoteca más grande de Madrid y a la que asiste mayor diversidad de personas, incluidos los extranjeros de todo el mundo que visitan la capital, por eso era uno de mis lugares favoritos antes de descubrir el Club 13. Nunca imaginé que regresaría con tanta frecuencia años después, como si fuese el único rincón en el que puedo ocultarme de la realidad entre copas, cuerpos desconocidos y una música comercial que nos incrusta en la mente más mensajes subliminales de los que somos capaces de percibir.

Aun así, aquí estoy. Con tres chupitos y cinco copas en el estómago creándome una especie de mar revuelto en plena noche de tormenta y la cabeza dándome vueltas porque el alcohol me hizo efecto hace un buen rato, pero me he negado a dejar de beber. La sala refulge cuando las luces de colores gigantes apuntan a los balcones de los antiguos teatros, que han convertido en reservados vips, y unos cañones delante del escenario del DJ despiden virutas de confeti. La sala se anima como loca con el remix Flowers de Miley Cyrus. Saltan, gritan, ríen a carcajadas, se empujan entre ellos. Me pego a un tipo de piel morena y rastras, un bombón vestido de un blanco impecable que contonea las caderas mejor que yo.

Can love me better. I can love me better, baby —canto alto y él me asiente con la cabeza como si le gustasen mis chillidos de borracha.

Me río, aunque el chiste está en mí, no en su dentadura perfecta sonriéndome ni en el cuerpazo que se le aprecia bajo la camiseta ceñida. Me entrelaza los dedos de una mano, me gira sobre mí misma y debo agarrarme a su hombro porque casi pierdo el equilibrio y termino pisoteada en el suelo pegajoso. Durante un instante, intenta que conectemos a través de la mirada y me río de nuevo. Si este tío supiera que para eso me tiene que empotrar contra la pared y arrancarme la voz del placer, probablemente se asustaría y se alejaría. Porque soy tan difícil de complacer en el sexo como en el amor. Creo que he sufrido una transformación estos años y mi corazón se ha resbalado hasta las partes bajas.

Qué sé yo... Estoy demasiado borracha para pensar cosas normales.

Me enredo a su cuello, bailamos un poco más y me canso de él. Aprovecho el cambio de canción para escabullirme mezclándome con la multitud. Sé que ha intentado retenerme porque su agarre a mis caderas se volvió más férreo. Mala decisión, chaval. A una mujer se la conquista, no se la retiene. Y luego estoy yo, que no me dejo retener ni conquistar. Que voy al baño a mear la rebujina que me he tomado y al chocar mi hombro con el de una joven que sale, de cabellos azabaches y ojos rasgados, termino escupiendo improperios porque por un segundo me recuerda a la doña omnipresente. Sí, doña omnipresente. O quizá debería llamarla «omnipuertas» porque siempre aparece tras las puertas. Bufo, ceñuda, me bajo las braguitas negras salpicadas de purpurina dorada y hago fuerza empujando las manos contra la pared para sostener mi cuerpo mientras expulso el chorro de pis.

Hay un charco en el suelo que me produce arcadas. ¿Cuánto ADN distinto contendrá? ¿Cuántas mujeres habrán apuntado mal y se habrán unido a esa mezcla de líquido que a mí me resulta asqueroso porque me está manchando los tacones?

©La jugada perfecta (JUPER) (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora