Capítulo 16

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—No hablas en serio.—mi boca se abre, completamente sorprendida ante lo que hay delante de mí.

—Tenemos 10 minutos para recorrer el lugar si no quieres llegar tarde.—dice, esta vez, viendo la hora en su teléfono.

—¿No te morirás solo por respirar todo este chocolate?—porque no era solo una chocolatería, era la chocolatería más grande que he visto en mi vida.

Hay pirámides de todo tipo de chocolate, de diferentes formas, con diferentes frutas. Desde la entrada se pueden ver fuentes de chocolates.

—Estoy 100% seguro que así no es como las alergias funcionan.—dice sonriendo de lado.

Siento la mano de Ian en mi espalda, empujándome hacia la entrada.

La amable chica que nos recibe toma bastante bien nuestra falta de tiempo, nos entrega unas bolsas, indicándonos que podemos agarrar todas las piezas que queremos, el precio será dependiendo del peso y que las fuentes de chocolate con todos los toppings imaginables tienen otro precio.

Asiento como puedo, aun si poder creer que a cada paso que doy, es chocolate y más chocolate lo que mis ojos ven.

—No puedo creer la mala suerte que tienes al no poder comer todo esto.—digo, sin ánimos de dañarlo, solo como una genuina y sincera opinión.

—No puedes desear algo que nunca has probado ¿no te parece?

—Estoy en completo desacuerdo.—digo, mirando todas las opciones frente a mí.






Ian abre la puerta de su auto, cuando noto que no me sigue volteo a verlo. Se ha recostado en su auto.

—¿No entrarás?—pregunto, señalado el museo detrás de mí, que abre nuevamente sus puertas en unos minutos.

Ian niega con la cabeza.

—Pasaré por las impresiones y por algunas cosas que Oli dijo que faltaban.—dice señalando atrás de él.

—Podríamos ir juntos, no tardarán muchos los discursos.—digo, sintiéndome mal que mi idea de hacer galletas recae en que él es el que tiene que ir a comprar todo.

—Estás cansada Young, hacer galletas, todas las que, por alguna razón, planeas hacer, no será tarea fácil. Entra, les escribiré cuando ya vaya para la casa de Oli. Los esperaré ahí.—muerdo mi labio, pero luego asiento.

—Gracias por el chocolate Ian.—le sonrío, una sonrisa sincera, una que estoy segura de que se refleja en mis ojos.

Ian, para mi sorpresa, me regresa una sonrisa también.






Las lágrimas corren por mis mejillas.

Cuando el chico de piel oscura me dijo su discurso en la mañana estaba tan ensimismada en su obra y en su estatura que apenas había escuchado nada ante de decirle que era perfecto.

Pero escucharlo enfrente de tantas personas, con un premio en sus manos, logró que mi lágrimas salieran sin detenerse por nada.

Luna se ha acercado a mí, la pelirroja también con lágrimas en sus ojos. Me abraza mirando a los demás ganadores dando su discurso y finalmente las palabras de despedida de la profesora García.

Lo que pareció ser un interminable mañana llegó a su fin.

Aparto mis lágrimas aplaudiendo como todos en la sala.

—Tengo que dejar mis pinturas en la bodega de atrás luego podemos irnos.—Luna aparta su brazo de mí.

—Me despediré de la profesora, luego llegaré a ayudarte.—la pelirroja asiente, despidiéndose de mí.

Volteo a ver el pequeño escenario, buscando a la profesora.

Me disculpo con algunas personas mientras camino hacia la parte de atrás del escenario, donde vi que la profesora entró.

Dudo al ver el negro pasillo, volteo nuevamente hacia el escenario, tratando de encontrarla entre los familiares orgullosos con ramos de flores y los artistas que los reciben.

Voy a caminar hacia el mar de gente nuevamente hasta unas voces me hacen parar.

Achico mi vista para ver un poco en la oscuridad, dándome cuenta que al final del pasillo hay una puerta entreabierta.

Suspiro, viendo una vez más al mar de gente, sin suerte, antes de empezar a caminar hacia la puerta.

A medio camino escucho la voz de la profesora. Sus susurros apenas son notorios, pero definitivamente es ella.

Ralentizo mis pasos cuando reconozco la segunda voz.

—Sabes lo que representa.—la voz de la profesora parece angustiada.

—Entonces más te vale que cumplas con tu parte si no me veré obligada...

Me tropiezo con una maldita bolsa de arena, para evitar caerme pongo mi mano en una pequeña mesa con latas vacías. Mis ojos se cierran cuando todas caen al suelo, haciendo tanto ruido como para llamar la atención de todos en el maldito museo.

Me agacho, recogiéndolas, pero me levanto cuando la puerta se abre.

La molesta cara de la madre de Oli me mira por tres segundos antes de caminar de largo.

Desde mi lugar en la oscuridad puedo ver como su rostro cambia de completa seriedad a una gran sonrisa, antes que la luz toque su rostro y todos en el museo noten su presencia.

Es la esposa de gobernadora, claro que iba a recibir semejante reacción.

—¿Soph?—volteo a ver a la profesora, parpadeo, adaptando mi vista de nuevo al oscuro pasillo detrás de ella.

—No quería interrumpir, venía a preguntar si necesitaba algo más antes de retirarme.

El ceño fruncido de la profesora se suaviza. Toma las latas que tengo en mis manos, dejándolas en la mesa.

—Es todo por hoy, el museo es el que se encarga de guardar las obras. Puedes irte.—asiento, sonriéndole incómoda.

Empiezo a caminar por el pasillo cuando la profesora vuelve a hablar.

—¿Te espero el lunes?—volteo a verla, y le regalo una sonrisa.

—No me lo perdería.

Me encuentro con Luna y Oli. Según este último su madre solo llegó a felicitar a Luna, pero que se había ido a una reunión antes de mañana.

Bien, porque no sabría que cara poner al verla de nuevo, no tan rápido al menos.

Oli maneja hacia su casa, con una mano sobre la pierna de Luna, que mueve su cabeza al ritmo de la música.

Mientras ellos entablan una conversación de camino agarro mi celular.

"¿Qué sabes sobre Sara Morgan?"

La respuesta llega un segundo después.

"Estoy en eso"

Suspiro, borrando el chat. Guardando mi celular justo a tiempo para ver como los grandes portones de la casa de Oli, nos dan entrada.

Mira a través de mis ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora