Capítulo 31

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Tic tac tic tac

El reloj de mi mente nunca se había escuchado tan bien, nunca se había sentido tan parte de mí como hoy.

Pronto, pronto, pronto

Pronto todo acabaría, pronto todo lo que planee, todo lo que siempre quise hacer por fin.

Por fin.

Mi sonrisa crece, cuando el gobernador mira la pequeña cámara. Su serio rostro mira y mira y mira y mi sonrisa crece con cada segundo.

Más rápido de lo que hubiera previsto el gobernador agarra la bola de béisbol de su escritorio, lanzándola con una precisión que solo un ex jugador puede tener, destrozando la cámara.

La pequeña luz roja desaparece.

Conmocionada por el ataque, el gobernador se levanta, golpeando mi brazo, haciéndome soltar el arma.

En cuestión de segundos, las cartas se dieron vuelta.

En cuestión de segundos, meses y meses de preparación...

Su risa baja llena la silenciosa oficina. El arma en sus manos apuntándome en la cabeza.

—Las manos sobre la mesa, ¡ahora!—muevo mis manos, poniendo mis palmas sobre el escritorio sin apartar mis ojos de los suyos.—¿Realmente...?—su risa me hace apretar mis dientes.—¿Realmente creíste que esto funcionaria?

Me quedo en silencio, sintiendo mi corazón palpitar en mi pecho, tapando completamente el sonido del reloj.

— Puede que te haya resultado fácil acorralar a Sara, pero llevo mi vida entera en este juego. De hecho me sorprende que no la hayan descubierto antes, debo admitir que su actuación me ha convencido a mí en muchas ocasiones pero por favor. Nadie puede ser tan perfecto. Pero, que creas que me tendrías tan fácil...

Una pequeña sonrisa sale de mis labios.

—Entonces ¿qué? ¿Le dispararás a tu hija?— sus ojos se vuelven oscuros, los ojos de alguien que ha pasado la mayor parte de su vida ocultando la crueldad de su alma.

—Hasta donde yo sé, solo tengo un hijo ¿qué diferencia será si lo hago?—mi cuerpo empieza a temblar de rabia.—¿Crees que yo no investigue sobre ti? ¿Crees que dejo que mi despreocupado hijo meta a gente desconocida a esta casa? Sophia Young.—respira mi nombre y mi garganta se cierra.—Debo admitir que sabía que conocía el apellido de algo. Usar el segundo apellido de tu madre no fue muy inteligente, cualquiera que investigara más a fondo podía haberlo descubierto.

—Pero no lo hiciste.—digo, una sonrisa de superioridad aparece en mi rostro pero se burla.

—¿Que si no lo hice? Chica de diecinueve años, carrera de comercio internacional, no padres, no amigos más alla del grupo de mi hijo, estratégico, te debo eso, pero ¿qué? No hay nada en tu miserable vida que me haya hecho interesarme más en ti. Eres la típica chica que necesita sacar buenas para probar algo, pero tú y todos sabemos que eso no te llevará a nada. No tienes conexiones, no tienes cuello en el mundo. Tus notas no servirán de nada más allá, siempre terminarías suplicando por trabajo. Ser hija de tu madre es lo único mínimamente relevante de ti.

El hoyo en mi pecho crece, mi sonrisa a desaparecido completamente de mi rostro.

—Debo admitir que estoy muy decepcionado, tu madre era...—el suspiro de mi padre me hace poner mis manos en puño, ante el movimiento vuelve a apuntar a mi cabeza luego que sus manos hayan bajado mínimamente.—Ella era todo lo bueno en este mundo.

—Y aun así la dejaste...—mis palabras no más que un susurro.

—Ella no quería esto, ella quería que dejara mi perfecto futuro ¿por qué? ¿Una vida juntos?

—¿No era suficiente?—pregunto, respirando ante la respuesta que sé que dará.

Su risa llena el lugar.

—Claro que no lo era, ella pensaba que juntos podríamos salir adelante con su misero trabajo, pero ¿yo? Tenía todo a mi alcance para ser exitoso, pero su enfermedad... Iba a atraer la compasión de la gente, pero una esposa enferma aburre luego de un rato. Sara no era nada como ella, pero al menos sabe mantener la boca callada y sus fundaciones si atraen a las masas. Pero mírate, ¿confesar delante de una cámara? ¿Eres tan estúpida? ¿Realmente creías que te saldrías con la tuya? ¡Hubieras aceptado el maldito adinero!.—se ríe nuevamente.

Su pequeño reloj electrónico suena, una alarma programada. El gobernador la apaga apretando un botón antes de mirarme con desdén.

—Bueno. Por mucho que me ha gustado este tiempo de calidad.—se burla.—Tengo una reunión realmente importante.— dice, moviendo su dedo para quitarle el seguro a la pistola.

Mi sonrisa crece, su cuerpo de tensa, analizando mi cuerpo

Mis hombros relajados, mis puños ya desaparecidos. Me recuesto sobre la silla giratoria. Poniendo mis manos en las manos de la silla.

—Oh, no lo creo. Tu pequeña reunión se canceló, ¿no recibiste el memo?—su mandíbula se tensa, abre la boca buscando las palabras.

—¿Qué sabes tu sobre mi reunión?

—Solo sé que con una pequeña llamada, algunas fotos enviadas al correo correcto y una leve amenaza hace que cualquiera se eche para atrás. Lo bueno es que ya no tienes que rebajarte a suplicarles que hagan negocios contigo, la respuesta es bastante clara.

La rabia vuelve a sus ojos, sus ojos se mueven de lado a lado, mientras sus fosas nasales crecen.

—¿Sabes lo que has hecho?!

—¿Destruir un trato multimillonario sobre contrabando de armas ilegales y la elaboración de nuevas drogas?—toco mi barbilla, viendo el techo unos segundos antes de sonreírle.—Es decepcionante lo rápido que fue hacer que todos cancelaran tus reuniones de esta semana. Puedes tomarte esa semana de vacación, no querrás enfermarte antes de tus elecciones.—su boca se abre, sorprendido.—¿Ya lo entiendes no? Ni siquiera tu muerte iba a ser suficiente, esto.—digo señalando su casa.—Necesito arrebatarte todo. Tu familia, tu casa, tu dinero, tu trabajo. Todo por lo cual trabajaste, no podría parar hasta verte en el suelo.

Sonrío, cuando Elijah baja sus manos, aun con la boca ligeramente abierta.

Pero sube sus manos de nuevo, la pistola apuntando a mi cabeza.

—¿Y que si has arruinado algunos tratos? ¿No crees que puedo conseguir más? Hay miles de personas dispuestas a trabajar y yo tengo el suficiente dinero para hacerlos trabajar como malditos esclavos. ¿Mi familia? Difícilmente podría llamar a Sara mi familia, Oli estará a mi lado y hará todo lo que le pida hasta que el mismo siga mi legado. ¿Mi trabajo? ¿Es que acaso no lo ves? Seré el maldito gobernador por siempre, aun después que todos los viejos fanáticos mueran, seré el gobernador de sus hijos, de sus nietos, porque están tan cegados que no verán el problema. ¿Que si tú sabes sobre estos tratos? Una bala puede arreglarlo.

El sonido del seguro de la pistola resuena en la oficina. Mi corazón palpita tan fuerte que el sonido llega a mis oídos.

—¿No estas contenta? Verás a tu maldita madre. ¿Me la saludas?

Aprieta el gatillo y un gran sonido resuena en la habitación.

Mira a través de mis ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora