Capítulo 14

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Las palabras del profesor son confusas, mis ojos amenazan con cerrarse con cada segundo que pasa. Mi cabeza parece tan pesada.

Respiro hondo, moviendo mi cabeza de lado a lado, parpadeando lo más rápido que puedo para poder concentrarme.

La clase termina. Miro la página frente a mí, llena de garabatos e intentos de notas.

Un vaso de café aparece en mi mesa.

Volteo a ver a Ian, el chico se sienta en su puesto.

El profesor ha salido, el mar de alumnos con él.

Murmuro mi agradecimiento, antes de tomar un sorbo.

—Si no puedes mantener los ojos abiertos durante clases deberías de decirle a Asher que no te entretenga toda la noche.—las palabras de Ian parecen duras, pero indiferencia llena sus ojos.

—Me despedí de Asher después de la cena, estaba haciendo algunas cosas en la computadora, no pude evitar dormirme tarde.—digo, por alguna razón, queriendo negar su insinuación que Asher y yo pasamos la noche juntos.

Luna ya había querido sacarme todo el chisme la noche anterior, cuando se dieron cuenta de que no regresamos a la sala de cine.

Uso mi dedo para separar un poco mi camiseta negra cuello de tortuga de mi cuello, queriendo un poco de aire. Me quejo al sentir una punzada en mi cabeza.

Aun sentada, pongo mi mano sobre la mesa, estabilizandome mientras intento agarrar mi cartera del piso.

Mi mano parece no soportar mi peso, porque casi caigo de lado salvo por el agarre de Ian, que sujeta mi brazo.

—Demonios Young, ¿sigues dormida?

Me recoloco en la silla, poniendo mi cartera sobre mis piernas. La falda verde apenas cubriéndome lo necesario.

Ian voltea a ver mi brazo con el ceño fruncido. Abro mi cartera cuando escucho como el chico acerca su silla a la mía.

Volteo a verlo justo cuando levanta su mano a mi frente. Aparta la mano tan rápido como la puso.

—Estás hirviendo.—me quita mi cartera, sacando la cajita de pastillas que estaba tratando de encontrar.

Mira las medicinas que tengo, pero niega con la cabeza.

—Necesitas algo para aliviar la fiebre.—dice, pero yo niego con la cabeza, tomando la cajita nuevamente.

—Una pastilla para la cabeza será suficiente.—Ian chista.

Miro mi café, intento agarrarlo, pero Ian pone su botella de agua en mis manos. Le agradezco con un asentimiento antes de tragarme las pastillas.

—¿Trajiste tu carro? Dejame llevarte a casa.—niego con la cabeza, tomando un trago más de agua antes de darle la botella.

—Estoy bien, no quiero faltar a la siguiente clase.—digo, viendo la hora de mi celular, levantándome para caminar a ella.

—Olvida la clase, te pasaré las notas, ve a descansar a casa, pide un taxi, te daré tu carro mañana.—mi ceja se levanta, pero veo como alza su mano, exigiendo mis llaves.

Suspiro. Agarro las llaves de mi carro y sin poder pensarlo dos veces, se las entrego.

—Quédate aquí, vengo en un momento.—Ian sale de la clase.

Me dejo caer en la silla suspirando.

Salir a correr bajo la lluvia la noche anterior no fue la idea más inteligente. Pero ver todos esos vídeos, ver a toda esa gente llorando y alabando al gobernador. Necesitaba hacer algo con mi cuerpo.

Mira a través de mis ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora