Capítulo 17

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Abro mi boca sorprendida, al ver los sacos de harina en la entrada de la cocina, los cartones de huevos apilados y algunas mangas pasteleras con botes de icing al lado.

Mi sonrisa crece, pero desaparece ligeramente al tratar de recordar cuando fue la última vez que entré a una cocina con tanta comida. La última vez que hice galletas o la última vez que hice algo que amaba tanto hacer junto a mi madre.

—¿Lista?—me giro al sentir el beso de Asher en mi mejilla, mientras me abraza por detrás.

Lo volteo a ver, preguntándole con la mirada si todo está bien en casa.

Asher parece entenderlo, acaricia mi mejilla con su mano y asiente.

Tomo su mano y camino con él a la enorme cocina.

Algunos vídeos de YouTube después y cada uno se pone en lo que le ha tocado.

100 galletas no se harán en poco tiempo pero siendo cinco al menos el trabajo se dividirá mejor.






Tomo un sorbo de la limonada que Luna hizo entre tandas de galletas, viendo como Asher se queda dormido en una de las sillas del jardín, Ian parece muy concentrado en su teléfono mientras que Oli y Luna medio acostados en el sofá, miran la televisión frente a ellos.

Dejo el vaso en la mesa viendo mis manos llenas de colorante.

Apenas falta 1 tanda de galletas, pero las que teníamos que decorar con el icing ya estaban secándose. Poner las impresiones comestibles a las últimas diez galletas seria rápido.

—Iré al baño.—digo a nadie en particular.

Oli voltea a verme y sonríe antes de acomodar su brazo sobre Luna, regresando su atención a la televisión.

Camino hacia el baño principal, suspiro aliviada, luego de quitarme el delantal, que mi ropa no está tan sucia. Al ser colorante de comida no será difícil quitarla con algo de agua.

Lavo mis manos, viendo como el agua se mezcla con los colores característicos de la fundación de la madre de Oli, azules y rosa.

Miro mi reflejo, ladeando mi cabeza un poco.

Salgo del baño, es hasta que escucho el leve murmullo de la televisión y las voces de Luna, Oli y nadie más, decido caminar hasta la puerta principal de la casa.

Giro a la derecha antes de llegar hacia ella, siguiendo el mapa mental ya por instinto.

Miro la puerta blanca y no dudo antes de abrirla.

Respiro, sin atreverme a sacar el suspiro de alivio que amenaza a salir.

Alivio al ver una computadora al otro lado de la larga mesa de conferencias.

La noche anterior había leído y leído la agenda del gobernador, las posibilidades de que hubiera dejado la computadora después de su última reunión de la mañana eran mínimas. Ver la computadora ahí solo indica que alguien es verdaderamente descuidado.

Camino hacia ella, sentándome mientras a abro.

El logo del gobernador es la pantalla, la típica página solicitando una contraseña aparece. Pero sin inmutarme pongo la contraseña que me sé ya de memoria.

Como el abuelo consiguió toda esta información va más allá de mí, pero no me sorprende cuando funciona.

Me quedo quieta unos segundos, solo para asegurarme que no se escuchen ningunos pasos.

Mira a través de mis ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora