Capítulo 30

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Mis ojos amenazan con querer cerrarse, la suave respiración de Ian a mi lado, su mano sobre mi espalda desnuda me hacen considerar, solo un momento.

Suspiro, levantándome de la cama, con mucho cuidado de no despertarlo, veo mi vestido arrugado en el suelo, me lo pongo lo más rápido que puedo, caminando hacia el escritorio, agarrando la pistola.

Bajo las escaleras, buscando mi celular con la mirada.

Cuando lo encuentro dejo de respirar, las numerosas llamadas perdidas, los mensajes de diferentes números.

Llamo al primer número, antes que pueda escuchar las preguntas, los gritos o lo que sea que vayan a decir del otro lado de la línea hablo yo.

—La bomba caerá hoy, no puedo retrasarlo más, necesito que todo esté listo en cinco minutos, ahorita me dirijo para el lugar de entrega.—cuelgo, sin esperar respuesta, sabiendo bien que las cosas estarán hechas como planeado.

Entro a mi auto con los dos folders que necesito, algunas usb de emergencia.

Cierro la puerta de mi auto, marcando otro número en mi teléfono.

—Entonces es hoy.—suspiro al escuchar la voz de mi abuelo.

La única vez que estaba permitida llamarlo era hoy. El día que todo terminara.

—¿Qué pasa si...?

—No pienses en lo "que pasaría si".—su voz es severa, retengo la respiración.—Estas lista Ava, lo has estado desde hace mucho.

Una pequeña lágrima baja por mi mejilla ante el nombre de mi madre, ante mi nombre.

—Necesito que me hagas un favor, hay una cantidad de comida ridículamente grande en mi casa, necesito que envíes todo a una dirección.

—Considerarlo hecho.—la llamada queda silenciosa al otro lado.

Maneobreo para quitarle el protector de mi teléfono, quitándome un arete para sacarle el chip de mi teléfono. Parto el plástico en dos, antes de tirarlo por la ventana.

Agarro una curva, teniendo que hacer una parada antes.

El pequeño invernadero justo a las afueras de la ciudad están ocultos que apenas es visible por la carretera.

La camioneta roja está parqueada justo en el lugar que esperaba.

Entro, mirando a la señora delante de mi, con un vestido que le llega hasta los pies, regando unas plantas cuyo nombre no es de mi conocimiento.

—Pensé que vendrías a verme antes, tenía mucha curiosidad saber quien era la que había pagado una suma tan grande de esa mujer sosa, mi sorpresa fue grande cuando la chica que lo hizo no es nada más y nada menos que una amiga que mi hijo ha estado mencionando últimamente.—la madre de Oli se gira hacia mí.

Dándole crédito, Sara Morgan no se sobresalta al ver un arma apuntándola, me sonríe levemente, como si esta no fuera la primera vez que encuentra en una situación similar.

—¿Por que no bajas el arma y platicamos?

—Seré yo la que hable.—digo, regalándole una sonrisa, una sonrisa que hace que la suya disminuya un poco.—Necesito dos cosas de usted. Y no estoy con ánimos de perder el tiempo.

—No tomo las amenazas a la ligera.—su sonrisa desaparece, la veo removerse en su puesto, su mano va hacia atrás, apretando un botón rojo bajo la mesa. Su sonrisa crece, pero la mía crece más.

Cuando pasan cinco segundos y ninguna alarma suena, su rostro se vuelve ligeramente pálido.

—Oh, como me gusta que me subestimen.—digo ladeando la cabeza.

Mira a través de mis ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora