Capitulo 3: Los Cullen.

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Entré en la escuela como toda una diva, al más puro estilo de Gossip Girl. Nunca me había sentido tan libre, como si cada paso que daba resonara con poder y confianza. Mis botas negras brillaban con cada movimiento, haciéndome sentir como si estuviera caminando por una pasarela en lugar de los pasillos de una simple escuela secundaria. Nunca entendí por qué Bella jamás se atrevió a usarlas. Bueno, en realidad, tengo una leve idea de por qué.

Mientras subía las escaleras, podía sentir las miradas sobre mí. Era un tipo de atención que no había extrañado, pero que también sabía manejar con elegancia. De pronto, un chico se acercó, reconociéndolo inmediatamente por su descripción: Eric. En los libros, lo pintan como un chico amigable y extrovertido, con un interés particular en Bella Swan, o sea, yo.

—¿Eres Isabella Swan, la chica nueva? —dijo con entusiasmo—. Hola, soy Eric, los ojos y oídos de este lugar. Lo que necesites: una guía, una cita, alguien con quien llorar...

"Ah, lo mismo de siempre y ¿qué, un maldito monólogo barato?"

—No te preocupes, no soy de las que suelen llorar. —Mi voz se volvió más fría, casi distante, mientras agregaba en mis pensamientos—. Con la crianza que tuve, ni de chiste verías mis lágrimas.

—Soy realmente más del tipo que sufre en silencio —añadí para mí misma, dándome cuenta de que, después de todo, Bella y yo no éramos tan diferentes en eso.

—Es una broma —dije con una risa fingida, intentando suavizar el momento, aunque la verdad era que no lo era en absoluto. Pero en esta vida, no me iba a detener en esos detalles.

Eric me observó, intentando descifrar si estaba siendo sincera.

—¿Seguro? Porque, ¿sabes qué? Podría poner eso en el periódico local —bromeó, intentando mantener el ambiente ligero.

Me encogí de hombros con indiferencia, sin darle importancia

—Como te plazca, pero asegúrate de que me dejes en buena posición. Nos vemos—dije con una sonrisa segura, despidiéndome mientras me dirigía a la cancha de vóley.

Debo demostrarle a alguien quién manda en el vóley.

El gimnasio vibraba con cada uno de mis pasos, y cuando tomé el balón, todo el mundo supo que iba en serio. El marcador del entrenador estaba a nuestro favor, y las chicas del equipo contrario no podían ocultar su asombro, murmurando entre ellas.

Después de unos minutos, el entrenador decidió hacer un descanso. Mientras caminaba hacia el área designada, algunas chicas del equipo rival se acercaron, aplaudiendo.

—¡Increíble juego, Isabella! —dijo una de ellas, sus ojos llenos de admiración—. Eres impresionante en la volea.

—¡Definitivamente te necesitamos en nuestro equipo! —añadió otra chica—. La semana que viene habrá una competición.

Sonreí agradecida, disfrutando del reconocimiento. Sin embargo, el ambiente cambió de repente cuando alguien gritó desde el otro lado del gimnasio:

—¡Esquiva!

Instintivamente, giré la cabeza y vi una bola de baloncesto volando directo hacia mi cara. Mis reflejos se activaron en el último segundo, esquivando el golpe y atrapando la bola con un movimiento fluido. El gimnasio estalló en aplausos y exclamaciones de asombro, pero no dejé que eso me distrajera. Con una postura firme, lancé la bola de regreso, y atravesó la cesta con un tiro limpio desde una distancia considerable.

Bueno, tal vez exageré un poco, pensé con una sonrisa satisfecha.

El gimnasio estalló en aplausos y exclamaciones; algunos murmullos de asombro se escuchaban entre las chicas presentes. 

Maldita reencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora