Capitulo 32: Otra vez tu...

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Anoche tuve un sueño tan extraño que, al despertar, el terror aún resonaba en mi pecho. En el sueño, había olvidado quién era realmente, y me encontraba actuando como si fuera Bella, sin cuestionar nada, solo dejándome arrastrar por la corriente de la estupidez. Fue una pesadilla sofocante, casi como si mi propio ser se estuviera desvaneciendo en este lugar. Sentí un pánico tan intenso que me hizo sentar en la cama de golpe, jadeando por aire.

Suspiro. A medida que pasa el tiempo aquí, siento que me voy consumiendo lentamente. No sé si es el miedo de olvidar quién soy en realidad o la constante presión de recordar que todo esto es una fantasia. A veces me pregunto si debería simplemente dejarme llevar, rendirme a la comodidad de lo que se espera de mí en este cuerpo.

¿Qué rayos estoy pensando? ¡Vamos, despierta de una vez! No me dejaré arrastrar. Voy a ir contra la naturaleza de este cuerpo... al menos hasta cierto punto. 

Entonces, ¿por quien debería empezar?


Días antes

...

—Bella, ¡a que no sabes de qué trata la temática del baile! —comentó Eric, acercándose con una expresión emocionada.

—Déjame adivinar, ¿Monte Carlo? —respondí con un tono de voz monótono, sin siquiera esforzarme en ocultar mi falta de interés.

—¡¿Cómo lo sabes?! Si acabo de imprimir los carteles... —exclamó Eric, sorprendido mientras sacaba un grupo de papeles de su mochila.

—El tema de nuestro baile es Monte Carlo —añadió Jessica, emocionada y con una sonrisa radiante.

—Sí, tal como dijo Bella: apuestas, glamour y Bond, James Bond, jejeje —bromeó Eric, riendo mientras repartía los carteles.

Mientras los demás seguían con su entusiasmo, mis ojos se dirigieron hacia una esquina donde Ian y Liam estaban charlando animadamente con un par de chicas. No pude evitar fruncir el ceño ante la vista, pero justo cuando mis pensamientos empezaban a divagar, la figura de Edward bloqueó mi visión, acercándose a mí con la misma naturalidad con la que un felino acecha a su presa.

—Hola, Bella. Pasé por ti y no estabas —dijo Edward, con un tono que sugería más curiosidad de la que quería admitir.

Respondí de manera vaga, sin mucho entusiasmo.

—Tuve que salir temprano, tenía algo que hacer. Ya sabes...

Los murmullos comenzaron a elevarse a mi alrededor, como si de repente toda la escuela estuviera más interesada en nuestra conversación que en sus propias vidas. Alcé una ceja, molesta, y comencé a caminar hacia el aula. Claro, no sin mi inseparable chaperón, quien, por supuesto, no parecía preocupado en lo más mínimo por los cuchicheos que nos seguían como un coro molesto. Quise decir algo, tal vez una sarcástica observación sobre ser el centro de atención, pero me mordí la lengua al notar la sonrisa que Edward llevaba en su rostro. Parecía disfrutar del momento.

Madre mía, ¿qué habré hecho para merecer esto?

Sin embargo, esa sonrisa suya no duró mucho. Se desvaneció al instante cuando vimos a Demian inclinado en la entrada del aula, con su característica media sonrisa burlona.

—Hola, Bella —dijo Demian, ignorando descaradamente a Edward, algo que no pasó desapercibido, ya que vi cómo la mandíbula de Edward se tensó visiblemente.

—Hola tú —respondí, empujándolo a un lado para entrar al aula. Me dirigí a mi asiento sin darle mayor importancia, aunque claramente mi acción no pasó desapercibida para Edward, quien se sentó a mi lado con una sonrisa satisfecha. No es como si hubiera planeado que se sentara ahí, pero, en fin, que haga lo que quiera.

Maldita reencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora