—Jaja, está bien, Bella. Oye, ¿te puedo hacer un comentario personal? —dijo Angela con anticipación.
—Sí, por supuesto —contesté.
—Es sobre esos chicos: Liam, Ian y el chico que parece odiar a todos... ¿cómo era que se llamaba?
—Demian —interrumpí yo, respondiendo rápidamente.
—Sí, ese —dijo Angela, asintiendo con el lápiz que tenía en la mano.
—¿Qué pasa con ellos? —pregunté curiosa.
—Bueno, he notado algo extraño en ellos.
Arqueé una ceja ante su comentario, intrigada por dónde quería llegar. Quería leer su mente, pero a diferencia de Edward, no acostumbraba a meterme en las mentes de otros a menos que fuera necesario. Se siente como una violación a su privacidad. Angela es mi amiga y respeto su espacio, así que esperé a escuchar lo que ella pensaba directamente de su boca... al menos por ahora.
—Es que siempre se te quedan viendo de una manera extraña. No es como lo hace Edward, que lo hace como si quisiera comerte o algo así, lo cual es bastante raro si me lo preguntas. Pero la forma en la que ellos te miran es como si... bueno, no sé cómo explicártelo, pero es como si miraran a alguien con deseo... uno pasional. ¿Me entiendes?
—Jaja, Angela, creo que eso no es el caso. Debes estar equivocada —dije ante su comentario, tratando de sonar casual.
—Aja, quizás mis lentes estaban empañados en esos momentos y vi mal. Pero Bella, deberías tener cuidado. Espero solo sean cosas mias.
—Jaja, está bien, Angela —contesté casualmente. Realmente, hasta yo sentía su extrañeza, pero dejar de hablarles o alejarme no estaba en mis planes.
—Y bien, ¿ya terminaste tu parte del trabajo? —dije, cambiando de tema.
—Oh, sí, aquí está. No me decidía por el plan A, así que elegí el C.
—¿El C? —dije pensativamente.
—Sí, ese no está mal. Tomaremos ese entonces.
—Genial, entonces continuaré con el siguiente.
Angela y yo no tardamos mucho en terminar el trabajo. Pudimos terminarlo en un día cuando al menos habría tomado tres o dos días en hacerlo. Nos sentimos como unas genios.
—¿Sabes qué? Creo que deberíamos abrir una empresa de consultoría. Seríamos imbatibles —dijo angi, riendo.
—Sí, pero solo si tú tomas las decisiones y yo me dedico a los descansos creativos —respondí, guiñándole un ojo.
—¿Descansos creativos? ¿Eso incluye mirar el techo y comer galletas?
—Exactamente. Alguien tiene que hacerlo, ¿no? —dije con una sonrisa.
En ese momento, mi celular sonó, interrumpiendo el ambiente. Tomé el teléfono y leí el nombre de la persona que llamaba: Ian. Me levanté de la silla, no sin antes decirle a Angela que me diera un momento para contestar la llamada. Ella asintió y continuó revisando los papeles en la cama.
—Hola, Ian.¿Parece que no te vas a morir ahora—dije, tratando de sonar curiosa.
—Hola, Bella. ¿Por qué tanta hostilidad acaso deseas mi muerte? —respondió Ian, con un tono juguetón.
—Solo decia. Está mal —contesté, arqueando una ceja aunque él no pudiera verla.
—Por supuesto que no, estás en todo tu derecho —respondió, manteniendo su tono relajado.
ESTÁS LEYENDO
Maldita reencarnación
Random¡Quién iba a imaginar que expresar un anhelo alteraría mi destino hacia el más allá! Absolutamente nadie. Incluso mi propia conciencia parece asombrada al pensarlo. Es insólito que los deseos se materialicen, y más aún cuando estás literalmente en l...