Vi a Edward por un segundo, al parecer se había quedado tieso y sin palabras. Me acerqué un poco más y lo miré, agitando mis manos hacia su rostro. Estaba segura de que estaba bien, solo estaba perdido en sus pensamientos.
Edward me miró extraño, para luego hablar...
—Bella... eh, eres rápida... Te vi acercarte a mí muy rápido, pero tu olor es de un humano. Estoy seguro de que no eres como yo.
—Oh vaya, ¿de todo lo que te dije esto fue lo que te sorprendió? —dije mientras lo miraba decepcionada, quería otro tipo de reacción. Suspiré. —Qué anticuado.
—¿Qué eres? —dijo Edward con una voz rara.
Creo que los papeles se invirtieron, dijo la famosa frase. Ante su pregunta, lo único que se me ocurrió decir fue:
—Un desastre andante.
Edward frunció el ceño, claramente esperando una respuesta más seria.
—De acuerdo, de acuerdo. Mira, Edward, si te dijera que soy una reencarnada con habilidades otorgadas por una entidad misteriosa, ¿me creerías?
Edward arqueó una ceja, su expresión pasando de la confusión a la incredulidad.
—No.
Suspiré dramáticamente, levantando las manos en un gesto exagerado de derrota. Aunque esa fuera la verdad, nadie en su sano juicio creería eso.
—Bueno, ahí se va mi gran historia para impresionar. Está bien, te lo diré. Soy... —hice una pausa teatral—... una atleta que decidió entrenar en el bosque. ¿Sabías que es un gran lugar para practicar?
Edward seguía mirándome como si esperara que le diera una respuesta real.
—¡Vamos, Edward! ¿No puedes tomar una broma? —reí un poco, tratando de aliviar la tensión—. La verdad es que soy solo una chica normal con algunos talentos.
Edward no parecía convencido, así que decidí darle un poco más de información, un poco de mentira ligada con verdad.
—Está bien, en serio. Digamos que tengo algunos... dones especiales. Pero no soy un vampiro, ni un hombre lobo, ni una atleta. Solo soy Isabella Marie Swan, una chica normal con un par de habilidades que conseguí un día de la nada, que hacen mi vida un poco más interesante o eso creo.
Edward me miró fijamente, como si intentara descifrar mis palabras.
—Te creo
Obvio, no es como si otra persona te contara de mi.
—Dijiste que si yo soy un monstruo, tú qué serías. ¿Cómo sabías que pensaba eso? —¿Y esos dones incluyen leer la mente? —preguntó con una mezcla de curiosidad.
—No exactamente leer la mente, más bien... captar pensamientos. Es como un radar de pensamientos. Y antes de que te pongas paranoico, no puedo leer todo lo que piensas. Solo fragmentos aquí y allá. —dije mintiendo. No podía decir que en realidad sí podía hacerlo.
Edward parecía procesar esta información, aún un poco desconcertado.
—Entonces, ¿por qué no puedo escuchar tus pensamientos?
Sonreí, encogiéndome de hombros.
—Tal vez porque mis pensamientos son demasiado caóticos incluso para ti. O tal vez es porque soy especial, ¿quién sabe? Pero no te preocupes, Edward. No soy una amenaza para ti ni para tu familia. Solo soy una chica que quiere vivir su vida sin que las cosas se pongan demasiado aburridas.
Edward pareció relajarse un poco, aunque aún había muchas preguntas sin respuesta en su mirada.
—Bella, ¿hay algo más que debería saber?
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Maldita reencarnación
Random¡Quién iba a imaginar que expresar un anhelo alteraría mi destino hacia el más allá! Absolutamente nadie. Incluso mi propia conciencia parece asombrada al pensarlo. Es insólito que los deseos se materialicen, y más aún cuando estás literalmente en l...