Capitulo 27: Malditos cazadores, y maldito todo lo demás parte 1.

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Rayos otra vez nos interrumpen, pensé mientras sentía un escalofrío recorrer mi espalda. Ian y yo giramos al mismo tiempo para ver quién se acercaba.

Hablando del rey de Roma...

Allí estaba Mike, el tío de Ian, caminando hacia nosotros con un habitual aire de superioridad y esa mirada que podía hacerte sentir como si supiera todos tus secretos más oscuros.

—¿Por qué esas caras? ¿Acaso tengo algo en el rostro? —dijo Mike, con una sonrisa que alcanzaba a sus ojos tocando su cara.

Era un hombre indudablemente guapo, pero había algo en él que resultaba espeluznante, como si siempre estuviera calculando cada movimiento, cada palabra.

—Tío Mike —dijo Ian, colocándose a mi lado de manera protectora. Noté que sus hombros estaban tensos, y su expresión denotaba que algo no iba bien.

—¿Por qué estás tan alerta, querido sobrino? Solo pasaba por aquí. No hay nada de qué preocuparse... a menos que haya algo que me preocupe —respondió Mike, con una sonrisa ladeada que no auguraba nada bueno.

—¿Isabella, verdad? —dijo Mike, extendiendo sus manos hacia mí en un gesto de saludo.

Dudé por un segundo, pero finalmente levanté las mías y las acerqué a las suyas, sintiendo un ligero hormigueo al contacto.

—Sí, Isabella —respondí, tratando de mantener mi tono neutral.

Aunque Mike soltó mis manos de manera delicada, su hostilidad era palpable. Podía sentirla como una corriente eléctrica en el aire, cargada y tensa. Algo me decía que había escuchado más de lo que estábamos dispuestos a admitir.

—Y, dime, ¿de qué estaban hablando en medio del bosque, sentí un murmullo en mis oídos? —preguntó Mike, sin dejar de mirarme con esos ojos que parecían atravesar mi alma.

—Oh, solo vinimos a hablar un poco. La ciudad estaba un poco ruidosa, señor Vablatsky. —respondí con una sonrisa inocente—. Y veo que usted también disfruta de la tranquilidad del bosque. ¿Vino a despejar la mente?

Mike me miró fijamente durante unos segundos que se sintieron como una eternidad antes de responder.

—El bosque es peligroso, Isabella. Deberías volver a casa —dijo, su tono bajo y cargado de intención. Luego dirigió su mirada hacia Ian—. Tengo asuntos que atender con mi sobrino. Sería mejor que volvieras primero.

Miré a Ian buscando alguna señal de que debía quedarme, pero él simplemente asintió, aceptando la situación sin protestar. Sentí una punzada de decepción, pero decidí no darle más vueltas. Asentí con la cabeza y me di la vuelta para comenzar a caminar de regreso. Sin embargo, antes de alejarme demasiado, me giré y les dirigí una última mirada.

—Nos vemos después, Ian. —dije, con una sonrisa que no llegó a mis ojos.

Ian levantó una mano en un gesto de despedida, pero sus ojos no se apartaron de su tío. Sentí que la tensión entre ellos era tan densa que podría cortarse con un cuchillo. Me alejé con una sensación incómoda en el estómago, como si algo estuviera por suceder y yo estuviera justo en el centro de todo.

Maldita sea, otra vez me voy con las manos vacías. Suspiré, frustrada. No podía creer que Mike hubiera aparecido justo cuando las cosas se ponían interesantes. Era como si el universo estuviera conspirando para hacerme perder el hilo de todo.

—¿Por que tan enojada? —una voz sonó detrás de mí, haciéndome girar los ojos.

Rayos, ¿qué le pasa a la gente hoy? ¿Acaso es el día nacional de aparecer de la nada? Me giré hacia la voz, no demasiado rápido ni demasiado lento, manteniendo un ritmo calmado. Pero la persona que estaba frente a mí no era alguien conocido. ¿Quién rayos era este tipo? Nunca lo había visto antes... y había algo en él que me ponía nerviosa. Un momento... ¿No puedo leer su mente?

Genial. Otro cazador. Esto se estaba volviendo ridículo. ¿Ahora estaban por todos lados o qué?

El desconocido se acercó un poco más, soltando una risita que me hizo arquear una ceja.

—Disculpa, no quería asustarte —dijo, con una voz tranquila y casi amigable.


¿Asustada? Casi me reí. Lo que me tiene incómoda es no poder leer tu mente, no tu presencia. Abrí la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, otra persona apareció. Era Demian.

Al parecer si es el día internacional de aparecer de la nada.

—¿Qué haces aquí, Dean? —preguntó Demian, sin mostrar emoción alguna. Su tono era neutral, casi aburrido, como si esta situación fuera una rutina para él.

—¿No puedo estar aquí? —respondió Dean, con una sonrisa inocente que parecía que nunca había matado a alguien. Esa expresión solo lo hacía más sospechoso.

—Sabes que no me refiero a eso —replicó Demian, sin cambiar su tono.

—Bueno, solo decidí seguir a un corderito. Quién diría que el corderito me llevaría hasta aquí —dijo Dean, mirando directamente hacia mí con una expresión inquisitiva que me hizo fruncir el ceño.

¿Corderito? No sabía si sentirme insultada o reírme. Así que opté por lo segundo.

—¿Corderito? ¿En serio? —le espeté, acercándome un poco más a Dean, sin mostrar miedo, pero dejando claro que no me iba a quedar callada—. Si estás buscando alguien para pastorear, te equivocaste de persona.

Dean no se inmutó, pero su sonrisa se hizo más amplia, lo que solo logró que me pareciera más desagradable. Incluso Demian, que normalmente me molestaba, se veía mejor en comparación a este tipo. Era como si la situación se estuviera volviendo más tensa con cada segundo que pasaba, y mi paciencia se agotaba rápidamente.

—Oh, créeme, lo sé —dijo Dean, con un tono que no lograba decidir si quería ser juguetón o amenazante.

Demian dio un paso adelante, colocándose entre nosotros, su postura tranquila pero claramente protectora.

—Dean, será mejor que te vayas. No hay nada para ti aquí —dijo, sin apartar los ojos de su supuesto compañero.

Dean soltó una risa baja y comenzó a retroceder lentamente, como si estuviera considerando la propuesta de Demian.

—Tal vez tengas razón. Pero el corderito... tiene algo interesante. Nos veremos pronto, Isabella —dijo finalmente antes de desaparecer entre los árboles con la misma rapidez con la que había aparecido.

Me quedé mirando el lugar por donde se fue, aún molesta pero también intrigada. ¿Qué rayos quería ese tipo, como sabe mi nombre? Miré a Demian, esperando alguna explicación, pero él solo me devolvió la mirada, en silencio.

—¿Amigo tuyo? —pregunté, cruzándome de brazos.

—Más bien un dolor de cabeza —respondió Demian, con un suspiro.

—Genial, porque no tengo suficientes de esos en mi vida —dije con sarcasmo. —Entonces, ¿qué era todo eso de "corderito"? ¿Tengo cara de oveja o qué?

Demian sonrió levemente, casi como si estuviera aliviado por mi sarcasmo.

—No, Isabella. Solo tienes algo que atrae la atención equivocada.

Vaya, qué reconfortante. Sentí una mezcla de incomodidad y curiosidad, pero por ahora, lo mejor era dejarlo ahí. Después de todo, esta noche ya había tenido suficientes sorpresas.

—Pues que quede claro que no me gusta ser el "corderito" de nadie —dije, dando media vuelta y alejándome con la cabeza en alto.

Maldito bosque, malditos cazadores, y maldito todo lo demás.

Maldita reencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora