Capitulo 30: Una invitación amistosa.

686 118 2
                                    

Mientras limpiaba las ruedas de mi camioneta, escuché una voz familiar detrás de mí.

—Hola, Bella.

Suspiré internamente. No es que haya un Día Internacional, pero parece que todos en Forks tienen un talento para aparecerse de la nada. Me levanté y me di la vuelta, encontrándome con Edward. Esta escena era extrañamente familiar. No me digas que...

—¿Qué haces aquí? —pregunté, con una pizca de sospecha.

—Voy a llevarte a mi casa mañana —respondió Edward con una naturalidad que me dejó perpleja.

El paño que tenía en la mano se me cayó al suelo mientras lo miraba con incredulidad. ¿De qué rayos está hablando? ¿Cómo que a su casa? No se supone que el drama avance tan rápido.

—¿Así, de la nada? sin si quiera preguntar si quiero —pregunté, tratando de procesar lo que acababa de escuchar, lo ultimo no lo dije lo pensé claro.

—Sí. Eh... les conté a los demás que sabes sobre mí y ellos, y quieren conocerte —dijo Edward, sin rastro de duda en su voz.

—Oh, y ¿qué les contaste exactamente? —pregunté, intentando mantener la calma.

—Descuida, no he dicho nada sobre tus... habilidades. Solo si tú decides contarlo.

Solté un suspiro de alivio no me importa si saben de mi eso les contaría mas adelante inicialmente era mi plan, aunque honestamente, no puedo decidir si esto es un paso adelante en mi plan o un desastre en ciernes.

—Está bien, iré, pero solo soy tu amiga esta bien que vaya? —pregunte, haciendo un énfasis deliberado en la palabra "amiga". Quería ver su reacción.

Al escuchar su mente, supe que solo les había contado que éramos amigos y nada más. Exhalé, aliviada, y asentí con la cabeza. Quizás acercarme a los Cullen no sea tan mala idea después de todo.

—Claro—dijo ed.

—Bien, estaré lista —dije, decidiendo seguir el curso.

En ese momento, Edward se puso tenso, mirando hacia la distancia. Supe inmediatamente qué estaba pasando.

—Creo que deberías irte. Seguimos hablando más tarde —le dije, con suavidad.

Él asintió y se marchó. Poco después, una camioneta se estacionó frente a mi casa. Billy y Jake bajaron de ella.

—¡Hola! Hace tiempo que no los veía. ¿Cómo están? —les dije, sonriendo.

—Oh, vaya, Bella, la camioneta se ve genial. La estás cuidando bien —comentó Jake, con una sonrisa orgullosa.

—Sí, le hice unos arreglos —respondí, contenta de verlos.

—De hecho, vinimos a ver el partido de los Marines en tu tele... y también porque Jake quería verte otra vez —dijo Billy, con una sonrisa pícara.

Jake miró a su padre avergonzado y rio tímidamente. Sus pensamientos eran tan dulces que no pude evitar sonreír.

—Gracias, papá —dijo Jake, con sarcasmo.

—Es pura levadura, hijo —respondió Billy.

—¿Levadura? —dijo Charlie, apareciendo en la puerta con dos packs de cerveza en las manos.

Comenzaron a hablar animadamente mientras entraban a la casa, y Jake y yo los seguimos.

—¿Quieres ir a otra parte, Jake, o prefieres ver el juego? —le pregunté en tono juguetón, levantando una ceja.

Maldita reencarnaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora