XI

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Narra Gavi

Los últimos días me los había pasado de clínica en clínica para que me vieran todos los médicos posibles. Entonces me dijeron que iban a operarme y solté un bufido de exasperación.

Para colmo, Gia me evitaba todo el tiempo que estaba en casa, porque la mayoría de veces solía llegar al día siguiente por la mañana.

Había llegado a mis oídos que se iba a dormir a casa de alguien, y estaba deseando saber quien carajos era.

Cuando llegué a casa, Iván me abrió la puerta y yo me agarré firmemente a las muletas para luego entrar en casa.

Dentro me encontré a Gia con un chico, en la cocina.

Miré a Iván para saber si eran imaginaciones mías o no, y por su cara supe que era real.

Fui hasta la cocina y entonces ambos se fijaron en mí.

El chico era alto, pelo castaño claro y bastante fuerte.

Gia se limpió las manos en el trapo de la cocina y entonces me miró.

– Pablo, él es David.– murmuró.– David, te presento a Pablo.

Aquel tal David me asintió a modo de saludo y después miró a Gia con una sonrisa.

Esta lo imitó y entonces lo abrazó.

– Mañana te veo. Acuérdate de llevar eso.– murmuró David mientras cogía su chaqueta.

Ella lo acompañó hasta la puerta y entonces volvió a la cocina.

Iván me dio un pequeño apretón en el brazo y tras despedirse de ella, se marchó.

La vi pasar por mi lado ignorándome totalmente y entonces se fue al sofá para encender la televisión y buscar algo que ver.

Fui hasta ella y la miré.

– ¿Quién era ese?– pregunté.– No puedes estar follándote a un tío en nuestra casa ¿verdad?

No contestó, ni tampoco me miró.

– Gia, por favor, dime que no te lo has tirado...

– Tú mismo dijiste que me olvidase de tu existencia ¿no? Pues eso hago.

– Gia...

– No voy a perder mi tiempo en intentar animarte para que me trates como una puta mierda y-

– ¡Joder, lo siento! No puedo lidiar con esto. Es lo más duro de toda mi vida y mi carrera. Llevo un par de días yendo de clínica en clínica para que me digan que es una pesadilla, pero por desgracia no lo es. ¡Y estoy solo!– solté y entonces me eché a llorar.

Gia se levantó y acercó a mí.

– No estás solo, pero tú mismo nos echas.– susurró.

– No quiero que nadie me compadezca.– dije.

– No es compadecerte, es estar ahí, para ti.– murmuró mientras acariciaba mi hombro.– Tienes que dejarte ayudar a veces, Gavi. Aunque no lo quieras.

Me limpié las lágrimas y la miré fijamente.

– Venga, voy a ayudarte a subir las escaleras y vas a darte una buena ducha.– dijo.

Me acompañó hasta las escaleras y luego dejó que me apoyase en su hombro para subir poco a poco.

Cuando llegamos al piso de arriba me dijo que me metiera en el baño y que ella se encargaba de traerme ropa limpia.

Yo puse la calefacción y entonces me senté en el inodoro.

Ella entró y dejando la ropa limpia en una pequeña estantería, se acercó a mí inundando mis fosas nasales con su perfume.

Desabrochó mi chaqueta y me la quitó tirándola al suelo.

Después hizo lo mismo con la camiseta y los pantalones.

Me agarré a ella para levantarme y la miré fijamente.

– Voy a quedarme aquí mientras te duchas ¿vale? Aunque voy a estar de espaldas, para darte intimidad.– dijo.

Asentí y entonces tras girarse me quité lo último y me metí en la ducha.

Cerré los ojos casi durmiéndome.

Aunque los abrí para mirarla.

Llevaba el pelo recogido en un moño algo deshecho y tenía un vaquero corto y una sudadera.

Con una sonrisa agarré la alcachofa de la ducha y entonces disparé en su dirección, haciendo que se mojase.

Ella se giró con los ojos muy abiertos y sonriendo.

– Lo siento, se me ha ido la fuerza.– murmuré volviendo a apuntarle.

Se tapó la cara y entonces la vi quitarse la sudadera quedándose completamente desnuda de cintura para arriba.

Luego hizo lo mismo con los pantalones y su ropa interior y tras quitarse el moño se metió dentro conmigo.

Me arrebató la alcachofa y me apuntó con ella.

Después volvió a dejarla en su sitio y agarró el bote de champú y me echó en la cabeza para luego hacer lo mismo en la suya.

Se enjabonó bien y entonces se acercó a mí quedándose a centímetros y enjabonó mi pelo.

Después nos lo aclaró a ambos y me pasó el gel.

Me di con el gel y luego se lo pasé a ella.

Se enjabonó también y entonces agarré sus mejillas y la atraje hacia mí para besarla.

Ella correspondió y llevó sus manos a mi nuca para acariciarla con cuidado.

Me pegó a la pared y siguió besándome mientras yo bajaba mis manos hasta su cintura.

Después se separó de mi boca y me miró fijamente.


Cuando salimos del baño me ayudó a ir al salón y tras ver la televisión un rato, cenamos y volvió a ayudarme a subir.

Me tumbé en la cama y la vi secarse el pelo.

Después se acercó y tras subirse a la cama la miré.

– Me operan en una semana.– dije.

Ella me miró.

– ¿Eso es bueno no?

– Sí, aunque me da miedo que esto no salga bien.– admití.

– Va a salir bien ¿vale?

– Voy a tardar mucho en volver.

– Pero volverás a tope.– dijo.

– ¿Estarás allí?– pregunté.

– Estaré cuando entres y seguiré ahí cuando te saquen.– dijo mirándome.

Sonreí y asentí.

– Gracias.

– No me las des, al fin y al cabo de eso se trata el contrato también ¿no?

Yo tragué saliva y asentí varias veces.

Después estuvimos un rato viendo una serie que la verdad es que no podía importarme menos.

Hasta que la vi bostezar varias veces.

Apagué la tele y tras colocarme y arroparme me acurruqué mirando el techo.

– Buenas noches, Gia.

– Buenas noches, Gavi.

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𝐅𝐈𝐋𝐋 𝐓𝐇𝐄 𝐕𝐎𝐈𝐃 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora