Al final habíamos acabado volviendo a Barcelona ya que Gavi tenía rehabilitaciones y me negaba por completo a que se las saltara.
Al llegar lo primero que hice fue ir a ver a mis padres. Querían hablar conmigo de varias cosas y ya sabía que se trataba de las fotos que habían visto de Gavi y mías en Mallorca y en el aeropuerto.
Aunque la verdad es que no podía importarme menos.
Cuando salí fui al centro médico donde Gavi estaba esperando en la sala de espera.
Me senté a su lado y vi sus manos temblar.
– ¿Qué ocurre?– pregunté.
– Entrar ahí es un suicidio, Gia.
– Necesitas esto para volver a jugar, Gavi.
Negó con la cabeza varias veces y entonces una enfermera lo llamó y él agarró mi mano para que entrase con él.
Al entrar se deshizo de la sudadera beige que llevaba y me la tendió mientras yo me sentaba en una silla que había a su lado.
Se tumbó boca abajo y entonces apoyó la frente en la camilla que había.
Entonces un doctor entró y sentí que Gavi se tensaba.
Al principio no lo entendí, hasta que unos minutos después empecé a escuchar sus chillos y sus llantos.
Pedía ayuda. Auxilio.
Y yo no sabía que hacer salvo limpiar todas las lágrimas que caían por mis mejillas.
En un momento extendí mi mano y él la agarró y apretó mientras se quejaba como si de un niño pequeño se tratase.
Y entonces me di cuenta de que Gavi todavía era un niño. Uno muy grande. Pero un niño.
Y todo esto estaba pasándole factura no solo física, sino mental.
Nadie nada más que él sabía cuánto estaba costándole todo.
Y fue cuando me sentí mal.
Cuando salimos de aquella clínica, él entre lágrimas y yo con el corazón en un puño y un nudo en la garganta, nos montamos en su coche.
Me había dado las llaves para que condujera, así que tras tragar saliva y sobarme los ojos para intentar olvidar todo lo que acababa de presenciar, arranqué.
Ninguno dijo nada por el camino, aunque por el espejo retrovisor le veía con la vista perdida en la carretera.
En momentos como aquel deseé saber que era lo que rondaba por su mente, pero no dijo nada.
Cuando llegamos a su casa, le ayudé a bajar del coche y caminando despacio entró en ella.
Yo le seguí y dejé todas sus cosas en una silla que había en la entrada.
– Bueno, creo que es mejor que me vaya.– murmuré.
– Quédate. Por favor.– rogó.– Creo que no voy a poder aguantar mucho más.
Lo miré y entonces se echó a llorar de nuevo.
Me acerqué a él y envolví su tembloroso cuerpo en un abrazo mientras acariciaba su espalda de arriba a abajo con suavidad.
Después lo acompañé hasta la ducha, lo ayudé a vestirse y lo dejé tumbado sobre su cama.
Yo me permití agarrar algo de ropa suya y entonces me di una ducha.
Después salí y me lo encontré en la misma posición que lo había dejado.
– Estoy mejor, aunque cuando me toca rehabilitación me vengo abajo.– explicó.– Gracias por haberme acompañado hoy. Significa mucho para mí.
Me acerqué y tras subirme a la cama le acaricié la espalda un poco en un intento de tranquilizarle.
Le sentí respirar profundamente y después su mano fue hasta mi rodilla y la acarició despacio.
Sabía en que pensaba y sobre todo por la manera en la que pasaba sus dedos por mi rodilla. Casi mimándola.
– Gavi, todo ese dolor que sientes ahora, valdrá la pena, te lo prometo.– murmuré.– Solo necesitas verlo.
– ¿Y si cuando vuelva ya no soy el de antes?– murmuró entre sollozos.
– Eso depende solo y únicamente de ti. Y confío en ti. Eres el hombre más valiente que he conocido en mi vida. Nunca has tenido miedo de nada, y no vas a tenerlo ahora.– dije mirándole.– Solo tienes que creer en ti.
Levantó la cabeza y entonces me estiré un poco para limpiar sus lágrimas.
Después me acerqué a sus labios y le di un beso.
Cuando lo miré vi que estaba mirándome con los ojos muy abiertos.
– Siento haberme marchado sin decirte lo que sentía y siento haber intentado alejarte de mí.– susurré.– No quería demostrar lo débil que me siento cuando estás cerca.– admití.
Le vi sonreír un poco y entonces agarró mis manos con cuidado y las besó.
– Siento no haber insistido más y no haber luchado por mantenerte cerca el día que cerramos el contrato.– murmuró.– Lo que te dije el otro día en Mallorca es real, Gia. Estoy enamorado de ti con toda mi alma.
Me acerqué para besar sus labios y entonces correspondió y acarició mi nuca.
Después lo ayudé a meterse en la cama y me acurruqué a él, aspirando todo su aroma.
– Que bien te sienta mi ropa.– soltó.
– Era lo único que tenía para poder quedarme contigo.– dije sonriendo.– O eso o quedarme desnuda.
– No veo el problema.
Lo miré y me eché a reír a carcajadas.
Él hizo lo mismo y entonces estuvimos un buen rato bromeando el uno con el otro.
Después nos pusimos a ver una película, aunque nos aburrimos enseguida y decidimos tumbarnos para escuchar algo de música.
Él agarró su móvil y entonces empecé a escuchar una canción.
"But you won't take the sting out these words before I say 'em
'Cause ain't no way I'ma let you stop me from causin' mayhem
When I say I'm a do somethin', I do it
I don't give a damn what you think
I'm doin' this for me, so fuck the world, feed it beans
It's gassed up, if it thinks it's stoppin' me"Estuvimos escuchando música bastante tiempo hasta que empezó a entrarnos el sueño.
Así que tras dejar la música a un lado, ambos nos abrazamos disfrutándonos el uno al otro.
Y sonreí mientras que acariciaba su cuello al darme cuenta de que se había quedado dormido.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Que emotivo todo 😭
ESTÁS LEYENDO
𝐅𝐈𝐋𝐋 𝐓𝐇𝐄 𝐕𝐎𝐈𝐃 +18 | Pablo Gavi
Teen FictionGia sabía que su vida no iba a ser fácil después de que sus padres le obligaran a tener una relación con un chico con el que no tenía nada en común. ¿Cuánto sería capaz de soportar el peso de la fama?