E P I L O G U E

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Tras la comida con los padres de Gavi nuestra vida volvió a la normalidad. Gavi ya empezaba a tocar balón y su nuevo entrenador contaba con él para esta temporada lo cual era como hacer a un niño pequeño feliz.

Yo estaba en proceso de arreglar las cosas con mis padres, quienes estaban un poco hasta arriba de deudas con la empresa. Podría haberme preocupado por ello, pero la verdad es que se merecían un pequeño escarmiento por intentar manejar mi vida como ellos quieren.

Después empecé a sentirme un poco rara y tras hacerme un test de embarazo me enteré de que estaba embarazada. Gavi se lo tomó bastante bien, y ahora no paraba de hablar de ello cada oportunidad que tenía.

– ¿Qué vamos a hacer con la criatura? No estamos ni casados y-

– Gia, casémonos.– murmuró Gavi sentándose en la cama.– Íbamos a casarnos tarde o temprano.

– ¿Cómo estás tan seguro?– pregunté sonriendo.

– No te iba a dejar escapar así como así. Eres mi mujer.

Sonreí.

A veces se le piraba la olla y decidí no hacerle demasiado caso. Aunque unos días después tras organizar una cena, hincó una rodilla y entonces si que me lo pidió formalmente.

Nuestros padres estaban demasiado emocionados con la boda, y yo en parte agradecía su ayuda, porque las naúseas y el mal humor que tenía con el embarazo no me hacían la persona favorita de nadie en aquellos momentos.

Pero Gavi siempre me cumplía los deseos con una sonrisa y sin rechistar.

Los chicos se dejaban caer por casa para verme y pasar tiempo conmigo y Gavi.

Y cuanto más avanzaba el tiempo, más nerviosa me ponía. Quería que las cosas salieran todo lo bien posible, pero no estaba resultando fácil.

Gavi a veces tenía que sentarse en la cama adormilado con la luz encendida y abrazarme para quitarme el sofoco de encima. Nada mejor que ponerse a llorar a las tres de la mañana...

Los meses iban pasando y mi vientre era cada vez más grande, lo que complicaba el trabajo de las modistas con mi vestido de novia.

Belén me tranquilizaba diciéndome que era normal estar subiendo de peso, y que después de dar a luz, volvería a la normalidad. Ojalá fuera verdad, porque estaba comiendo como una lima, además de hacer mezclas que a Gavi le producían arcadas.

Mis amigos intentaban ayudar a mis padres y los de Gavi con los preparativos de la boda en base de las instrucciones que yo les daba.

Gavi cuando no estaba entrenando ni ocupándose de mí, ayudaba a todo lo que podía. Debía de estar agotado, porque era tumbarse en la cama y caía rendido.

Cuando el día de la boda llegó yo estaba para darme algo. Mis padres se paseaban de un lado a otro recogiendo y trayendo cosas.

Había costado mucho conseguir que entrase en el coche, pero después al llegar a la playa, caminé hasta allí mirando a Gavi y pensando en lo guapo que estaba y en que a partir de aquel momento, nuestras vidas iban a cambiar.

El beso fue magia.

La celebración fue bastante divertida, con mis amigos, los de Gavi, las familias...

Más de uno acabó borracho y tuvieron que llevarlo a casa, pero cuando acabó me sentí triste, porque ya había acabado.

Nuestra luna de miel era bastante tranquila, disfrutábamos de la playa, de las cenas juntos y por las noches hablábamos con Axel.

Quedaba muy poco para su llegada, y no quería que me pillase de sorpresa.

Aunque no todo era siempre perfecto, ni calculado. Una de aquellas noches de la Luna de Miel, empecé a revolverme en la cama, y entonces sentí una presión y al rato, alivio.

Me levanté viendo que había roto aguas. Y nos encontrábamos en Alemania. Levanté a Gavi, que estaba hecho un manojo de nervios y entonces fuimos corriendo al hospital.

Mientras me oscultaban fuimos avisando a las familias y amigos.

– No puedo creerme que mi hijo va a tener doble nacionalidad.– murmuró Gavi agarrando mi mano.

Me eché a reír asintiendo.

– Encima alemán... ¿y si cogemos un avión privado?

– Cariño, tener doble nacionalidad no es malo, no seas tan teatrero.

Me miró entrecortado los ojos y me reí mirándole.

La familia tendría que venir mañana, porque no había manera de que llegasen a tiempo. Estaba de ocho centímetros y las matronas decían que no iba a tardar mucho en dilatar.

– Encima viene con dos semanas de antelación... Este niño ya lo que me faltaba es que se haga del Madrid.

Sonreí.

Era consciente de que el enfado que tenía ahora iba a disiparse en cuanto le viera la carita, pero a veces le gustaba hacerse el duro.

Las matronas no se equivocaban y dos horas después ya estaba suficientemente dilatada.

No necesité mucho, porque a la media hora, Axel llegó a nuestras vidas. Axel Páez, nació el 7 de Septiembre y pesó 3,8 kilos.

Se lo llevaron para limpiarle mientras yo recuperaba las energías sintiendo los besos de Gavi en mi frente.

– Lo has hecho genial mi vida. Eres la mejor.

Sonreí incapaz de hablar con todo el cúmulo de sensaciones y sentimientos que llevaba dentro.

Y unos minutos más tarde, Axel estaba en mis brazos.

Su cara era igualita a la de su padre. Cosa que no me extrañaba.

Gavi estaba que se le caía la baba y se pasó toda la noche vigilándolo mientras yo descansaba.

Cuando me desperté, nuestra familia y amigos ya habían llegado y le hacían bromas a Gavi sobre la doble nacionalidad.

Cuando ya pudimos volver a casa, me sentía en una nube.

Los periodistas nos dejaban un poco de espacio mientras llegábamos a casa.

Tras terminar de alimentar a Axel, Gavi y yo preparamos la cena y luego nos metimos en la cama.

– Es increíble que ya estemos aquí.– murmuró.

Yo asentí, de acuerdo con él. El tiempo pasaba muy rápido cuando menos lo esperabas.

Axel empezó a llorar en la cuna y Gavi y yo nos levantamos para acunarlo. Yo me senté en la cama y mirando a Gavi acunar a Axel me di cuenta de que el vacío que intentábamos llenar entonces, ya se había resuelto.

Y no podía sentirme más viva.

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Y FIN. Estos dos eran demasiao pa mi cora ❤️🥺

𝐅𝐈𝐋𝐋 𝐓𝐇𝐄 𝐕𝐎𝐈𝐃 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora