XXVIII

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Narra Gavi

Había vuelto a los entrenamientos y la verdad es que me sentía vivo.

Los chicos me habían recibido con abrazos y alguna que otra colleja, y en parte lo había echado de menos.

Era la primera vez que me lesionaba por tanto tiempo y ahora entendía la frase de "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes"

Llevaba seis meses sin jugar a fútbol a pesar de que ya podía andar con normalidad y conducir tranquilamente.

Pero me había estado matando en el gimnasio para poder llegar a tope y no decepcionar a nadie.

Mis padres me habían apoyado en todo momento, igual que mi hermana, y Gia se había unido a ellos desde el principio y no podía sentirme más preparado para volver.

El viaje a París marcó un antes y un después en nuestra relación y la prensa parecía habernos dejado tranquilos en cuanto al tema.

Era obvio que seguían persiguiéndonos por ser gente famosa, pero no había esa persecución masiva, por lo que Gia podía pasear tranquilamente y yo respirar tranquilo.

Era la que más mal lo había pasado, ya que era la que había colaborado en la farsa al principio, y la gente quería acusarla a ella en primer lugar.
Aunque se había reconstruido y con su cabeza alta le había plantado cara a todos. No podía estar más orgulloso de ella.

– Nena, ¿puedes hacerlo más suave?

La escuché reírse mientras se subía a mi culo y me hacía un masaje en la espalda.

– ¿Le gusta así, Páez?

Sonreí. Era imposible no encenderse con ella.

– No empieces un juego que no vas a terminar, Gia.

La sentí abrazarme fuerte y después dio un beso a mi espalda desnuda.

– ¿Has hablado con tus padres?– preguntó.

Negué con la cabeza y pensé en que llevaba muchos días sin hablar con ellos. No porque no quisiera, sino por que no tenía tiempo y el que tenía me lo pasaba comiéndole la boca y tirándome a mi novia.

– Pues que sepas que vienen mañana.– continuó.

– ¿A comer?– pregunté.

– Sí.

Asentí mientras pensaba en sus manos acariciando mi espalda.

– ¿Quieres que te haga un masaje en la rodilla?

Asentí y tras levantarse me di la vuelta poniéndome boca arriba.

Ella se sentó encima de mí, pero dándome la espalda y entonces fue hasta mi rodilla y masajeó.

Cerré los ojos dibujando esos lunares de su espalda en mi mente.

Me encantaba verla de espaldas. Pero de frente me gustaba el cuádruple.

– ¿Te duele?

– No mucho.– contesté.

Me alegraba poder andar con normalidad y salir sin necesitar muletas.

La gente me había ido siguiendo en la evolución de la lesión y me hacían videos en la calle o me grababan en el club.

Salía guapo en todos. Y Gia me lo había dicho.

– Mañana va a echarte tu madre la bronca.

No podía concentrarme teniéndola encima y de espaldas a mí.

𝐅𝐈𝐋𝐋 𝐓𝐇𝐄 𝐕𝐎𝐈𝐃 +18 | Pablo GaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora