El único deber

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Rengoku Shinjuro se arrepentía verdaderamente de todo lo que había hecho en su vida, debió haberse despedido del manto de pilar de las llamas mucho antes y debió haberse llevado a sus hijos al campo a cultivar arroz, no importaba que él en su vida hubiera sembrado nada, y que no supiera lo más básico de cualquier otro trabajo. Todo para no hacer lo que sea que hizo que desembocara en esta situación que tenia delante.

– Kyojuro...

– ¡Sí, padre!

– Puedes venir aquí un momento. - le llamó. Porque por supuesto, esto era idea del tonto de su hijo.

Kyojuro se levantó de la mesa del comedor y fue hasta su padre, el mayor de los Rengoku lo arrastró hasta la habitación contigua.

– ¿Qué es todo esto Kyojuro?

– ¿A qué te refieres padre? – preguntó su hijo ladeando la cabeza. Su cara de inocente no iba a engañar a Shinjuro esa vez.

– ¿Por qué hay dos más, Kyojuro? – señaló con el índice en dirección al comedor. – ¿Por qué hay dos niños mas en mi casa?

– Ah...

– Nada de ah, ¡¿acaso estas tomando más aprendices?! ¿Van a vivir aquí también?

Ya el patriarca de los Rengoku quería ahorcarse de uno de los cerezos del patio. Si el descerebrado de su hijo traía a mas gente a vivir con ellos...juraba que alguien iba a terminar muerto. Y probablemente iba a ser él. Conociendo la falta de entendederas de la que padecía su hijo, Shinjuro ya podía adivinar qué clase de personajes serian aquellos dos.

– ¡No, padre! ¡No son mis aprendices! ¡El mas alto es Shinazugawa Genya! ¿Recuerdas al pilar del viento? Fue tu compañero por un tiempo, ¡él es su hermano menor! ¡A que son idénticos! - Kyojuro sonrió.

Shinjuro recordaba vagamente al pilar del viento, y ese tipo que estaba sentado en su comedor no se le parecía en nada.

– El joven Genya es aprendiz de Himejima san. El más pequeño es el pilar de la niebla Tokito Muichiro ¡Es muy fuerte a pesar de su edad!

– ¡No me importa quien diablos sean! ¿Por qué están aquí?

– Pues bien, padre...

•••

Todo había comenzado aquella misma mañana, el joven Kamado y él regresaban alegremente de su misión. La noche anterior la habían pasado muy bien en el festival de aquella ciudad y un sentimiento cálido se había alojado en el corazón de ambos cazadores. Maestro y discípulo habían tomado el camino que atravesaba unos bosques, de no ser por el agudo olfato de Tanjiro, lo hubieran pasado por alto.

Allí recostado al tronco de un árbol estaba una persona. Se acercaron a ver, probablemente fuera un viajero y quizás necesitaba ayuda.

– ¿Joven Tokito? – pareció reconocerlo Rengoku.

– mmm...

Tanjiro observó a la persona frente a él. Era un niño, tendría quizás la edad de Senjuro.

– ¡Soy Rengoku Kyojuro! ¡Tu compañero pilar! – anunció Kyojuro cuando el chico lo miró con sus apagados ojos verdosos.

– Rengoku san – respondió Tokito.
–- ¡Umu! ¡Y este es mi tsuguko Kamado Tanjiro!

Tokito desvió su mirada hacia el otro cazador.

– Joven Kamado, esta persona es Tokito Muichiro, ¡el pilar de la niebla!

– ¡Mucho gusto en conocerlo! – Tanjiro hizo una reverencia.

– Mucho gusto, aunque da igual, se me olvidará luego. – Respondió monótonamente el más joven de los tres.

Al final del infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora