Todos juntos

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Ya era oficial Rengoku Kyojuro tenía cuatro lindos tsugukos.

Tanjiro fue el primero en recibir la carta oficial donde Ubuyashiki sama otorgaba su consentimiento para que aprendiera bajo la tutela del Pilar de la Llama, Kyojuro le había dado la noticia formalmente luego de una sencilla ceremonia del té que realizó para él.

El mayor de los Kamado no se podía quitar de la cabeza su unilateral opinión de lo distante que estaba Rengoku de las personas comunes como él, si no fuera por el trabajo que hacían Tanjiro sabía muy bien que su camino jamás se hubiera cruzado con el de un hombre noble como aquel Hashira.

Luego habían almorzado, un almuerzo bastante tenso, porque Rengoku Shinjuro se sentó a la mesa y no dejaba de mirarlo acusadoramente. Senjuro parecía notar el ambiente y se había callado sin saber que decir para no empeorar la situación, por suerte Kyojuro estaba allí para "animar" el ambiente, no paraba de decir lo delicioso que estaba todo y de contar historias de lo que había visto u oído en la ciudad esos días o de cómo le habían dicho que se podía preparar algún platillo y de la curiosidad que sentía por visitar el nuevo restaurante occidental que abrió en centro de Tokyo.

Por suerte sus esfuerzos no fueron en vano y el humor de todos los presentes se relajó, incluso Shinjuro bufó y negó con la cabeza ante una de las anécdotas de su hijo. Tanjiro respiró aliviado al ver que el padre de su mentor al menos haría el esfuerzo de tolerarlo.

Cuando terminaron, el pilar lo ayudó a instalarse, le mostró su habitación justo al lado de la de Nezuko, Tanjiro que siempre había compartido el dormitorio con sus hermanos se sintió un poco intimidado. Seguido a eso le mostró donde estaba cada cosa en la mansión. Y el espíritu pueblerino del muchacho solo podía pensar en que "la gente rica sí que vive distinto".

Nezuko no salió de su caja hasta que se puso el sol, y fue directamente a saludar a los hermanos Rengoku.

Cuando Tanjiro se hubo instalado y descansado un poco y luego del baño y de la cena, el pilar de la llama que ahora lucía un bonito kimono de matices ocres y un hakama de color blanco lo convido a sus aposentos.

- Joven Kamado quiero mostrarte algo! - dijo haciéndolo pasar a su habitación, estoy en la habitación de Rengoku san..., se dijo Tanjiro, el lugar era perfecto, muy parecido a su maestro, podía parecer simple a primera vista, por el escaso mobiliario, pero el encanto estaba en los detalles, la exquisita factura de cada pieza la delicadeza del paisaje tradicional que adornaba una de las paredes, la elegancia con que un sencillo arreglo floral agraciaba el espacio. Y lo mejor era... el chico no pudo evitar inhalar ávidamente al entrar, aquel lugar olía como Kyojuro mucho más que el resto de la mansión, sintió sus hombros relajarse enseguida, era tranquilizador, Kyojuro estaba vivo, ya no olía a cenizas y humo, sino a puros rayos de sol, al fuego calentándolo al atardecer, y el pobre chico no se dio cuenta de que se había inclinado un poco hacia la fuente principal de aquel olor, fuente que lo miraba inquiridoramente con un gran ojo dorado y carmesí.

- ¿Sucede algo joven?

Tanjiro casi se cae de bruces.

-Ah... no... Rengoku san- dijo apenado - es solo que - calló, bajando la cabeza, allí entre el delicioso aroma natural de su maestro, pudo detectar al estar tan cerca el olor inconfundible de la sangre, y el pungente de la medicina, Kyojuro aun distaba mucho de haberse curado, sus heridas no se habían cerrado por completo... la culpa atenazó su cuello nuevamente, formando un nudo en su garganta, y allí subyacente a todo aquello otro olor que no pudo identificar.

- ¿Tanjiro?

- Tus heridas Rengoku san! Tu cuerpo... - apretó los puños, si continuaba sentía que iba a llorar, y no quería llorar allí, no delante de Rengoku, y menos en su habitación, ¡que espectáculo tan vergonzoso! No quería faltarle el respeto al pilar.

Al final del infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora