Decir lo que sientes

124 17 13
                                    

El pilar de la llama estaba sentado tranquilamente bebiendo su décima taza de té en compañía de su buen amigo el ahora retirado pilar del sonido. A su lado se acumulaban los palillos de dango.

- Me preocupa este chico, se ha vuelto muy atrevido...- dijo Kyojuro. la conversación de ambos había derivado como muchas otras veces, hacia un joven cazador pelirrojo, que casualmente era su discípulo.

- Jajaja, ese chico ya no es tan chico Kyojuro, ¡obviamente ha ganado confianza! - respondió jovialmente su amigo.

- Demasiada.

El joven Kamado sí que había ganado confianza. Era hasta descarado. No en una manera que cualquiera pudiera notarlo o que fuera alarmante o impropia. Eran cosas que solo los que lo conocían muy bien podrían notar. El chico ya no tenía ningún reparo en entrelazar sus dedos cuando no había nadie alrededor. O en meterse en su futón en alguna posada remota porque "hacia frio". o darle de comer con sus palillos porque quería que probara esa porción en específico. Incluso levantaba las cortinas de los establecimientos o abría las puertas para que él pasara luego de inspeccionar el lugar.

A Kyojuro le faltaba un ojo, pero aún no era ciego, y menos tonto. Ese chico se traía algo entre manos.

Era culpa suya, siendo sincero consigo mismo, lo sabía, él era el culpable. Incluso luego de conocer los sentimientos del chico él no hizo nada para disuadirlo, por el contrario, con cada respuesta positiva a los actos de su estudiante Kyojuro sabía que lo estaba alentando. Que podía decir, le gustaba ser mimado. Él también mimaba mucho a su discípulo. Quizás por eso...

Suspiró y terminó de beber su te. Tengen y Tomioka tenían razón, el chico no era tan chico ya. Era un cazador fuerte y decidido, un hombre gentil y la persona más maravillosa con la que Kyojuro se había encontrado. Quizás ya iba siendo tiempo de darle una respuesta apropiada. No, no una respuesta, puesto que Tanjiro todavía no le hacia ninguna pregunta. Él le daría su propia declaración. Cuando fuera el momento adecuado.

Al parecer eso tendría que esperar porque su cuervo apareció trayendo noticias. Había ocurrido un incidente en el cuartel general.

•••

Tanjiro estaba feliz, la vida era bastante buena, la medicina para Nezuko no era una fantasía inalcanzable ahora que el cuerpo de cazadores y la señorita Tamayo habían unido fuerzas. De hecho, aquí estaba él esperando a que terminaran con la toma de muestras a Nezuko para volver a casas. Sonreía mientras acariciaba la guarda de su espada. El señor Rengoku la había encargado para él, como regalo para su nueva espada antes de que ocurriera el ataque a la villa de los herreros. Afortunadamente el artesano que la hizo la salvó de la destrucción. A Tanjiro le encantaba porque ahora él y Kyojuro podrían ir a juego. Las tsuba de ambos eran iguales, en forma de llama, con la única diferencia que el centro de la de Tanjiro era de un carmesí más profundo, "como tu cabello" le había dicho Kyojuro, susurrándoselo como un secreto. El joven Kamado había tragado en seco e hizo todo lo posible para no derretirse ahí mismo.

Ahora mismo su maestro estaría regresando de una misión y probablemente tendría otra. Pero cuando tuvieran un tiempo a solas, quizás él podría decirle lo que llevaba dentro de su corazón desde hacía años. Ya él era un hombre, se había esforzado en convertirse en un caballero como Kyojuro, y en seguir sus enseñanzas lo mejor que podía. Quizás el mayor de los Rengoku no lo aceptaría, pero al menos lo oiría y él se aseguraría de aceptar lo que el otro decidiera con toda la dignidad que le pudiera reunir. Sin embargo, en su corazón intuía que probablemente no sería rechazado.

Unos pasos en el engawa del otro lado del jardín lo sacaron de sus ensoñaciones. Divisó a Genya entrar rápidamente por una puerta llamando a alguien "Aniki" y Tanjiro se acercó para saludar también, cuando llegó a donde suponía que estaba su amigo oyó una conversación que no le gustó para nada, esa voz era la del pilar del viento. Le decía cosas muy hirientes al otro cazador, cosas que un hermano jamás debería decirle a otro, menos si era su único familiar vivo. Presenciar algo así tocaba una fibra muy sensible en el alma del mayor de los Kamado.

Al final del infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora