7. "De vuelta al frío"

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Inclinado sobre la mesa de trabajo, pegaba las piezas de un pequeño barandal de madera, después de haber lijado cada barrote con sumo cuidado, para darles la forma exacta. El trabajo manual y la repetición de acciones, tranquilizaba su ansiedad y ponía freno a ese tren de pensamientos que lo aquejaba día con día. Pero esta vez su mente no estaba en blanco, y de hecho, hacía par de semanas que esto sucedía. Ella se hacía presente como la noche inevitable, aunque en la mayoría de sus citas, que no habían sido muchas, fuese el rey quien hablara de sus aficiones. Y quería preguntarle tantas cosas, saber de su vida, sus anhelos, su pasado, pero los barcos eran su lugar seguro; el único tema en el que no sentía ese irracional temor a equivocarse, tartamudear y lucir como un idiota. Si lo hizo alguna vez, Saori no se rió, no le dió esa mirada sorprendida o despectiva que odiaba, simplemente le sonreía y seguía atenta, aunque el tema fuese repetitivo o aburrido.

Otro suspiro profundo salió de sus pulmones, cuando terminó de pegar las piezas y colocó la diminuta baranda junto a las demás que ya había hecho. Llamando la atención de Shikamaru cuando apoyó la barbilla en la mesa, ni siquiera volteó a verlo cuando este se acercó.

—Sería bueno que se tomara un descanso, majestad, es bastante tarde. Ya pasa de la media noche— aconsejó.

—Ve y hazlo tú, aún no tengo sueño.

—El rey sabe que no debo dejarlo solo— le recordó el chambelán.

—Estoy tranquilo ahora.

—Eso lo veo, majestad, pero su mente no parece tener cese— observó al monarca cubrir su cabeza con los brazos, como si quisiera esconderla —¿Es por su prometida?— Naruto asintió levemente, aún oculto.

—Ella es tan amable, inteligente y hermosa... Me da vergüenza que no... que no se haya quedado aquí por elección propia.

—Si me permite darle mi opinión, no creo que a la princesa le disguste ahora ese hecho.

—Pero, no es para mí... No puedo siquiera imaginar... Tener... tener el derecho... ¿Qué dirá cuando... vea? El día de la boda se acerca...

—Sé que lo logrará— la rabia contenida en el rey, se desató con un fuerte golpe en la mesa.

—Ni... ni siquiera... pu... puedo... ¡¡Ashhh...!!— bramó de impotencia, barriendo con todo lo que estaba sobre la mesa y arrojando las piezas de madera al suelo —¡Vete!— raspó.

—¿Quiere que llame a su madre?

—¡No...! ¿Para qué...?— murmuró, otra vez vencido y agachándose hasta quedar sentado en el suelo de piedra.

—Serán pocos invitados, majestad— informó Shikamaru tranquilo, acostumbrado a verlo de ese modo —Solo unos minutos, después todo volverá a como está.

—Ya... ya no es como antes... Ya no quiero ser... así. Si ella no... no hubiera llegado... no me sentiría tan basura— cubrió su rostro con ambas manos y ya no respondió ninguna pregunta o comentario de su chambelán, quien después de un rato, comprendió que otra vez el rey se había apartado del mundo, y que lo mejor era no insistir y dejarlo tranquilo.

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Saori miraba el maniquí con algo de tristeza, sobre él, un conjunto de telas convertidos en una obra de arte textil. El vestido de bodas de tono marfil, estaba finamente decorado con bordados en oro y piedras preciosas. Su cola era imponente, y el cuello alto y redondo detrás de su nuca, enmarcaría su rostro como un hermoso caballete de encaje. Izumi estaba fascinada, y no se medía en demostrar su emoción, pero ya ni siquiera le molestaba que su madrastra estuviese ahí.

Después de la cita en la fuente, se encontró con el rey en par de ocaciones, pero llegó un día en el que el monarca no la buscó más. Intentó enviarle algún que otro mensaje con Temari, pero sin obtener respuesta alguna. ¿Se había cansado de ella? ¿Había hecho algo que lo ofendió? Nunca le mintió, en verdad la parecían fascinantes sus conversaciones y escucharlo hablar la llenaba de suspiros... Los ratos junto al rey eran esperados por Saori con ansias, pero ahora, a vísperas de la ceremonia, la joven comenzó a dudar de que en verdad le agradara a su prometido.

—No luces como alguien que se casará mañana— señaló Izumi, sentándose en un sillón a su lado —¿Tienes miedo por tu noche de bodas?— bromeó.

—¿Por qué he de temer a dormir con alguien?— protestó, ocultando su tristeza bajo una fachada de prepotencia.

—Sabes que no solamente dormirás, ¿cierto?— Saori esta vez frunció el ceño, confundida —Tan inocente...— suspiró Izumi —¿Cómo crees que se hacen los bebés?

—No seas tonta, en la hacienda ví como los animales se... Hacían esas cosas— refunfuñó con mejillas muy rojas —No es nada del otro mundo— rodó los ojos, pero luego se quedó un poco pensativa —¿Dolerá mucho?— la repentina pregunta hizo que Izumi estallara a carcajadas —¡Si no vas a ayudar, no estorbes!— exclamó y buscó a Temari con la vista —¿Me explicas tú, o también te reirás?

—No sería capaz, alteza— aseguró la dama —Es normal que tenga esas dudas, pero no se preocupe, es un dolor soportable, como sus cólicos mensuales.

—Tú quédate tranquila, tu esposo sabrá que hacer— mencionó su madrastra y a Saori se le volvió a entristecer la mirada.

—Yo creo, su alteza, y aunque suene algo fuera de lo común, que usted debería aprender todo lo que pueda respecto al lecho. El rey...— murmuró lo último y algo nerviosa, Temari dejó inconclusa la frase.

—¿El rey?— instó Saori.

—Es que su majestad también es joven— añadió con rapidez.

—¿Por qué siento que hay algo que no me estás diciendo?— insistió severa.

—¿Algo como qué?— preguntó Izumi con curiosidad, pero ella la ignoró.

—No soy idiota, ¿sabes?

—Claro que no, alteza— exclamó Temari, levantando las palmas de las manos y negando enfáticamente.

—Lo he visto con mis ojos, esforzándose en actuar normal, frustrado cada vez que las palabras no salen de su boca— explicó, pero su conversación ahora era más consigo misma que con las demás —Como si se estuviera ahogando, pero nadie le tiende una mano.

—¿Saori, estás llorando?— el tono de extrañeza en Izumi era muy justificable, porque hasta ella misma se asombraba de derramar lágrimas, cuando no lo había hecho siquiera en el funeral de su madre.

—Es por la boda, tengo los sentimientos a flor de piel— se justificó, limpiando su rostro con un pañuelo de encaje y recobrando su habitual expresión fría.

—No debe preocuparse, alteza, el rey está rodeado de personas que lo aman y velan por su seguridad— informó Temari.

—Sí, que tontería... Tal vez solo estoy haciendo un drama para justificar su falta de atención hacia mí. Esta es una boda arreglada después de todo.

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