10. "Visitas"

861 196 25
                                    

Los días pasaron, y al fin la nueva reina se comenzaba a acostumbrar a su puesto. Ya no se sonrojaba cuando un montón de criadas la desnudaban o vestían, no le daba vergüenza exigir que su comida fuese lo que le apeteciera en el momento o corregir el mal trabajo de sus servidores. Las tareas asignadas a ella, fueron aumentando según su exigencia, aunque por el momento solo se hacía cargo del manejo del castillo. Sus reportes iban directamente al rey, sin embargo, no se lo había encontrado frente a frente desde su discusión, y tampoco quería.

Asomada en un ventanal de su nuevo despacho, Saori lo vió de lejos esa mañana, bajo un manzano en flor en el jardín trasero, mientras parecía tallar algo que tenía entre sus manos. Rodó los ojos y giró hastiada, justo cuando Temari entraba y le hacía una reverencia. La dama llevaba un enorme ramo de flores en sus manos, y una gran sonrisa que la reina no imitó.

—Llegó su pedido, majestad— anunció antes de ofrecerle las flores —Y estas son de parte del rey— una ceja negra y fina se levantó mostrando incertidumbre en la hermosa cara de la reina —Creo que quiere disculparse— añadió animada. Saori tomó el ramo.

—Bajemos, estoy ansiosa por verla— ordenó y arrojó las flores por la ventana, sin cuidado y con gesto despectivo, bajo la atónita mirada de Temari.

Mientras caminaba con dirección a la entrada de palacio, más y más sirvientes la seguían con prudencia, mientras otros le abrían las puertas a su paso. Descendió las últimas escaleras con ojos grandes y brillosos, observando emocionada a su querida yegua, la cual había mandado a buscar a la hacienda de su padre. A la par, su madrastra bajaba de un carruaje, también a su petición.

—Mi querida Freckles, no sabes cuanto te extrañé, hermosa— murmuró sentida, mientras le acariciaba la cabeza a la enorme equina manchada, gris y blanca.

—Me saca otra vez de casa, y saluda a ese caballo antes que a mí— se quejó Izumi, acomodando los pliegues de un vestido azul intenso.

—Ella es más importante— admitió Saori, viendo su reflejo en los grandes ojos negros de su yegua.

—Eso se nota— rió su madrastra.

—También te extrañé— admitió la reina, y lo decía de verdad. En el tiempo que llevaba sola en el castillo, las conversaciones banales y sinceras de la joven esposa de su padre, le hicieron mucha falta —Te hiciste molestamente necesaria.

—Me halaga, majestad— exclamó Izumi y la reina soltó una risita.

{•}{•}{•}

—Entonces... ¿Nada de nada?— murmuró su madrastra, apartando repentinamente la taza de té de su boca, después de que Saori hiciera un breve resumen de su estancia. Al verla negar, Izumi la imitó incrédula —Eso es realmente extraño, teniendo en cuenta tu aspecto y sus deberes.

—Tampoco es algo que espere. Si te soy sincera, me resultaría desagradable yacer con él— dijo entre dientes, disimulando poco su molestia.

—Claro. Le molesta dormir con un muchacho joven, enérgico, apuesto y rico. ¿A qué prefiere hacerlo con un viejo de olor rancio, al que no se le levanté el compañero?— bufó

—¿Qué compañero?— preguntó Saori confundida e Izumi señaló su entrepierna de manera disimulada —¿Qué cosa?— insistió.

—Dios la guarde— rió divertida su madrastra y abrió su abanico azúl de un tirón —El caso es que, como le dije antes, debe dar gracias. Si no la molesta, mejor para su majestad. Es agobiante tener a un hombre resoplando en tu nuca órdenes y estupideces. En verdad le agradezco que me haya invitado otra vez aquí, el palacio es hermoso y su padre está más idiota que nunca.

—No te traje para que descanses— advirtió —Los tés con las damas nobles son insoportables, y tú eres muy conversadora.

—¿Quiere que le haga de intermediaria?— preguntó animada.

—¿Te atreves? Mira que sudan altanería...

—Me encantará verlas y burlarme internamente— confesó y al fin, después de meses, las carcajadas de Saori se escucharon en palacio.

—Majestad, la princesa Kushina ha llegado, solicita una reunión urgente con usted— murmuró Temari en su oído.

—¿Le dijiste que estaba ocupada?— preguntó con fastidio.

—Sí, majestad, pero ella insistió— respondió con tono de disculpa.

—Vaya a atender sus asuntos, yo terminaré este delicioso té— instó Izumi y Saori dejó el salón de descanso a regañadientes para ser guiada a uno más grande, donde su suegra la esperaba de pie.

No le dió importancia a que la princesa no le hiciera la reverencia de cortesía, ni a que la saludara siquiera, sabía a lo que venía. Con rostro severo, la mujer pelirroja se acercó hasta que los bajos de sus anchas faldas chocaron.

—Veo que te estás adaptando bien— señaló su aspecto y joyas.

—No ha sido difícil— respondió Saori, sin expresión alguna.

—Sin embargo, tantos meses y aún no han consumado. Déjame recordarte que la primera razón por la que estás aquí, es para darle un hijo al rey— advirtió.

—Le agradecería a la princesa que moderara su tono— advirtió y la mujer apretó sus manos de guantes blancos sobre el vestido —Si tiene alguna queja sobre la consumación, vaya y hable con su hijo, yo solamente debo abrir las piernas, ¿no?— preguntó sarcástica.

—¿Cuándo perdiste el respeto? Por mí, estás donde estás. Tan inocente que te veías entonces...— siseó.

—La princesa Kushina me eligió por mis supuestas cualidades, así que no, el mérito no es suyo. Y segundo, ¿por qué he de tratar amablemente a una mujer que tutea a la reina de Inglaterra?— inquirió orgullosa —Me pidió una explicación, le dí una respuesta y una solución. ¿Algo más?

—Bien— murmuró, tragando amargo y recobrando su postura —Hablaré entonces con el rey, y también informaré de su comportamiento.

—Le deseo suerte— dijo con una sonrisa falsa y luego se retiró.

Saori pasó el resto de la tarde con mal humor, y solo hasta que fué cambiada para la cena, soltó su estrés con un suspiro. ¿Cómo se atrevía a culparla por no cumplir? No era una yegua de cría, ni siquiera a Freckles se le había tratado de manera tan desconciderada. Ah, que lejos de la realidad estaban esas novelas románticas de sus libros, los caballeros galantes que rescataban a las princesas y las llenaban de detalles. Varoniles, bravíos... Su esposo, comparado a ellos, no era más que un extraño ñoño, adicto a los botes y con el carácter de un troll.

—¿Izumi está lista?— preguntó, mirando por última vez su aspecto en el espejo, cuando llegó Temari.

—Lo lamento, majestad, pero la señora Uchiha no podrá acompañarle.

—¿Por qué no?— inquirió severa —¿Está indispuesta?

—No, mi reina, lo que ocurre es que el rey cenará a solas con usted, esta noche.



Mad KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora