14. "Se termina la espera"

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Sujetaba un espejo pequeño en su mano, en el que examinaba su rostro con cuidado, buscando alguna marca de tintura, la cual sus criadas llevaban horas tratando de quitar de su cuerpo con paños suaves y alcohol. Ya su piel no estaba azul, pero sí enrojecida de frotarla tanto, y en su ceño fruncido se notaba la gran molestia que tenía, sin contar que, como había predicho, apestaba a borracho.

—El olor desaparecerá con el aire, majestad— dijo Temari al notarla molesta.

—Ese... ese estúpido— siseó —Se pasó esta vez, pero ya verá— anunció su revancha —Solo tengo que encontrar su punto débil.

—¿Por qué no olvida su guerra por un momento, y se concentra en la próxima reunión?— Izumi, inspeccionando los objetos del tocador de la reina, habló —¿No está ya al llegar la princesa Kushina?

—Ya arribó, alteza, hace un rato— mencionó Temari y Saori rodó los ojos.

—¿A qué viene? Sé lo que dirá— farfulló la reina y levantó los brazos para que le pusieran el corsé, luego retuvo la respiración mientras se lo ataban fuerte.

—Pero esta vez pidió reunirse con ambos, su majestad el rey, y usted.

—Ay no...— murmuró la joven, ahora mostrando un poco de preocupación.

¿Y si Naruto le había dado las quejas de sus bromas? Era la reina y no le debía explicaciones, pero odiaba recibir malas caras y reprimendas de los mayores. ¿Qué poco hombre tenía que ser como para ir con el cuento a su madre? Más enojada que antes, señaló el primer vestido que le mostraron para elegir, y al final salió de su habitación ataviada en color bronce con guantes y detalles en negro. Dejó a Izumi en uno de los salones, con la promesa de regresar pronto a tomar un té, y siguió a su dama de compañía hasta el ala del palacio donde su esposo solía rondar. Allí, en un pequeño y discreto salón, guardaban la puerta entreabierta un par de sirvientes, y Temari tuvo la intención de tocar. Sin embargo, al escuchar voces, Saori le detuvo la mano en el aire con rapidez.

—¿Su majestad no entiende la preocupación de la corte? ¡Tener un desendientes no es un opción, es una necesidad, una obligación para la corona y el imperio británico!— la voz de la princesa se escuchaba alterada —Hijo mío...— llamó en un tono ahora más dulce —Yo elegí a Saori pensando que sería una esposa tranquila, pero si no es de tu agrado, podemos buscar a otra mujer más sumisa. Eres el rey, puedes tener cuantas amantes quieras, si el objetivo es darnos un príncipe heredero— Saori no supo el porqué, pero el silencio de Naruto ante tan crueles ofrecimientos, le creó un nudo en la garganta, al menos hasta que él respondió.

—No...— dijo llanamente.

—Entonces, si no deseas yacer con ninguna, encontraremos a un hombre noble que haga el trabajo por tí. Nadie tiene porqué enterarse...

—¡Juro que si le ponen una mano encima... rodarán las cabezas!— gritó repentinamente el rey —¡Es mi esposa! ¡¿Cómo te atreves...?!— ella no pudo esperar, no quería escuchar a ese hombre que odiaba defenderla así y derribar esos muros de indiferencia que se había esforzado en crear. Interrumpió al monarca con toques en la puerta, y luego entró cuando los sirvientes le dieron paso.

Esta vez, y quizás porque estaba en presencia del rey, Kushina hizo una reverencia al verla. Los ojos de Saori buscaron los de sus esposo, otra vez sin encontrarlos, pues Naruto, con los antebrazos apoyados en las rodillas, apretaba sus manos mientras miraba al suelo. Verlo de nuevo así, le hacía difícil creer que hasta la noche anterior la estaba enfrentando.

—Supongo que su alteza ya se imaginará a que he vendido. Y siento parecer insistente, pero entiendan que no soy yo la única que presiona. Todo el consejo de estado y la iglesia, esperan por la consumación del matrimonio real y el heredero al trono— dijo severa, volviendo a sentarse cuando Saori lo hizo.

—Como ya le dije a la princesa en la anterior ocación, no depende de mí— respondió fría, y la presión de sus palabras fué tal, que Naruto se encogió aún más.

—Diles que esperen— bramó él en tono bajo—¿Acaso olvidan quien soy?

—Lamento decirle, majestad, que en lo único que no podemos obedecer, es en este asunto. Les hemos dado suficiente tiempo, y estoy intentando retenerlos para que no tomen medidas más fuertes— advirtió —Tienen suerte, créanme cuando se los digo, los tiempos han cambiado. El príncipe y yo, en nuestra noche de bodas, tuvimos a tres obispos de testigos en la consumación, y estoy segura de que su alteza no querrá eso— las últimas palabras fueron dirigidas al rey, quien apretó tanto sus manos, que Saori pensó que se haría daño.

Naruto siguió en silencio por largo rato, y la reina no sabía que decir. Era tan bizarra la situación, que las palabras la abandonaron por completo. Sabía desde antes que la herencia de la corona era un asunto gubernamental, pero nunca esperó que los que ocupaban el trono, se vieran tan penosamente forzados a procrear a como diera lugar. Por eso y otras vivencias, una vez más pensaba que el ideal fantástico que tenían los plebeyos del palacio, estaba muy lejos de la realidad. Los lujos, al menos para ella, no pagaban la degradación de la persona.

Kushina no cedería, y después de otras frases de advertencia, los dejó solos en una tensión tan grande, que les resultaba difícil respirar sin estar incómodos. Esperó otros largos minutos por alguna reacción del monarca, pero como no hubo tal, se puso de pie y salió del pequeño salón. Temari la siguió al menos veinte pasos por el pasillo, el sonidos de sus pisadas a la espalda era algo a lo que ya estaba acostumbrada, pero cuando escuchó otras acercarse, apretó fuertemente el abanico en sus manos y se quedó en el lugar sin girar.

—Esta noche...— las palabras del rey se sintieron como temible promesa, pues la voz con la que las dijo se escuchó más profunda y rasposa que de costumbre.

Tal efecto tuvo en la reina, que incluso después de escucharlo alejarse en dirección contraria, ella se quedó en el lugar con el corazón latiendo fuerte y la barbilla apretada. ¿A qué le temía? Solo debía dormir con él una vez para que se callaran los reclamos. No era la gran cosa. Quizás dolería, pero intuía que el rey, siendo como era, no volvería a buscarla después de eso. Era un mal para un bien mayor. Podía hacerlo, se consideraba una mujer valiente y capaz de todo..., pero otra vez sus piernas temblaban bajo su vestido, y en su pecho percibía una oleada de calor que teñía su piel de carmín ante la anticipación de lo que pasaría entre ellos.

—¿Mi reina?— llamó Temari al notarla tan afectada —¿Se siente bien?

—No... Creo que me apretaron demasiado el corsé, no puedo respirar correctamente— justificó, abriendo el abanico con un chasquido y agitándolo para dispersar el calor en sus mejillas.

Mad KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora