Era diciembre, la nieve caía, el frio era presente y la chimenea con películas navideñas se hacían presente en la casa de Tokio Hotel. Después de meses de giras, eventos y entrevistas, le dieron unas semanas de diciembre libres.
Hoy habías llegado a su casa, con ricas cosas para comer y deliciosos postres que habías pedido a tu madre que para los chicos. Ellos comieron y se divirtieron por unas horas hasta que cada uno decidió hacer cosas distintas, en lugares distintos.
Tom y tu habían quedado solos en la casa, con la tele prendida y la calefacción a tope por el frio que ya hacía. Ambos veían "Mi regalo prometido" pero Tom decidió hacer otra cosa que mirar la película.
—¿Qué haces, Tom? — soltaste una pequeña risa al sentir sus manos heladas sobre tu cálida cintura.
— Tengo frio — tomo el extremo de tu (su) gran camiseta y se metió dentro de esta, sintiendo sus rastas sobre tu cuerpo expuesto para finalmente, recostar su cabeza en tu pecho — mucho mejor — sentiste su sonrisa sobre tus pechos.
— amor... — reprochaste — los chicos llegaran y nos pillaran — en respuesta, el envolvió sus brazos alrededor de tu cintura con fuerza, sin llegar a lastimarte.
— no me importa, Schatz — el se acomodo aun mas (si es que se podía) — tápanos bien, tengo frio — escuchaste su voz amortiguada.
— ¿dormirás? — el asintió. Finalmente te rendiste, dejaste que estuviera ahí, tomaste la frazada que anteriormente los cubría, pero se había caído cuando Tom decidió meterse decidió meterse dentro de tu camiseta.
Sentiste como su respiración era cada vez más relajada y que la fuerza con la que abrazaba tu cintura iba disminuyendo. Simplemente optaste por seguir mirando la película hasta que alguien llegara a la casa, mientras disfrutas de tener a tu chico cerca de ti.
...
— llegamos — la voz de Bill se hizo presente en la casa — trajimos la cena — oíste como su voz se acercaba aun mas a la sala, que era donde estabas con Tom echados en el sillón.
— Hola — alargaste la "a" — ¿trajeron la cena? — Bill asintió con entusiasmo. Te miro por un momento, encontrando extraño que te vieras muy arropada en el sillón y que faltaba un individuo que cada vez que estabas con ellos, se pegaba como un chicle a ti.
— ¿y Tom? — sonreíste. Le hiciste un gesto a Bill para que se acercara a ti, este obedeció y lentamente se acercó a ti.
Bajaste un poco el cuello de la gran camiseta de Tom que usabas ese día para dejar el principio de la cabeza de Tom, mostrando sus rastas.
— esta tan enamorado de ti, Maggie — Bill sonrió.