Cuarta Semana (Cuarta Parte)

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Mientras tanto, Ash deslizó las manos por los costados de Karlyle y las aferró a su cintura. Una sensación de placer se extendió por todo el cuerpo de Karlyle, al ser abrazado con fuerza. Las manos de Ash, cuya temperatura era más baja que la de su cuerpo caliente, se sentían bien. Los gemidos comenzaron a filtrarse de sus labios.

Karlyle levantó su torso mientras chupaba con fuerza la lengua de Ash. Sus cuerpos duros se chocaron. Entonces, levantó la cintura sin darse cuenta, para frotarse contra la parte inferior del cuerpo de Ash. Fue un movimiento travieso, que era imposible que él llevara a cabo en sus cinco sentidos.

Poco a poco se fue quedando sin aliento. Karlyle no quería apartarse de la boca de Ash, a pesar de que se sentía tan asfixiado como si su cabeza fuera a estallar. En su lugar, levantó la barbilla y le succionó aún más la lengua. Ash profundizó el beso, hasta el punto de dejarlo sin respiración. Entonces Ash le empujó los hombros con fuerza y apartó sus labios. Con un sonido parecido al de una bestia, Karlyle le mordió el labio inferior de Ash para evitar que se apartara.

—¿Tienes lubricante? —preguntó Ash, mientras levantaba su cuerpo. Sentado entre las piernas de Karlyle, Ash se quitó el abrigo. Entonces levantó los brazos para quitarse la ropa de inmediato, pero sus movimientos fueron violentos. A Karlyle le tomó unos segundos entender las palabras de Ash. Al quitársele lo que se le había dado, comenzó a sentirse impaciente. Estaba desesperado por tocar de nuevo a Ash.


—No puedo hacerlo sin eso. Pídele a alguien que lo traiga, Karlyle. Si lo hacemos hoy sin lubricante, te haré daño sin querer—dijo Ash, pero estaba decidido. Karlyle sacudió la cabeza cuando lo escuchó decir que no podía hacerlo. Con la respiración entrecortada, Karlyle estiró los brazos hacia arriba. Había preparado algo después de que Ash lo penetró por primera vez, el día en que durmió con él en esa misma cama. 

Cuando escuchó a Ash, recordó que él le había humedecido el agujero con la lengua en ese momento. Sin embargo, al contrario de lo que estaba pensando, sus manos se deslizaron sin abrir el cajón de la mesita de noche.

—Aquí, adentro... .

Como si estuviera sorprendido, Ash se quedó mirando la mesita de noche. Karlyle jadeó mientras levantaba la barbilla. Su mirada estaba agitada por el calor. Tenía que sacar lo que había allí dentro. Sabía que tenía que hacerlo. Su razón paralizada funcionaba de manera intermitente.


Mientras pensaba en eso, Karlyle estiró su brazo torciendo la parte superior de su cuerpo. La mano de Ash se superpuso sobre la suya, cuando logró agarrar el gancho del cajón. Juntos, abrieron el cajón.

—...¿Lo has preparado?

La voz de Ash era muy baja. Karlyle se dio la vuelta y trató de mirar a Ash de nuevo, pero la otra mano que estaba extendida presionó su espalda. Karlyle, que estaba a medio camino, parpadeó. Fijó los ojos en la mano de Ash, mientras sacaba el lubricante del cajón. Podía ver sus manos superpuestas.

—Date la vuelta—susurró Ash en voz baja. Ash, quien arrojó una botella de lubricante azul translúcido sobre la cama, esta vez sacó un condón del cajón.

—Porque quiero quedarme atrapado en ti.

Karlyle escuchó el sonido del condón despegándose y el sonido de la cremallera de los pantalones bajando desde abajo. No podía confirmarlo. Era difícil moverse debido a la presión que Ash ejercía en su espalda.

—¿Lo preparaste tú mismo?

Sin siquiera ser consciente de ello, el cuerpo medio volteado de Karlyle fue completamente girado. Tenía las piernas muy abiertas. Algo frío se deslizó entre sus nalgas. Karlyle trató de cerrar los muslos al sentir que se le ponía la piel de gallina.

Ash se instaló entre las piernas que estaban a punto de cerrarse. Los muslos de Karlyle estaban abiertos de par en par. La cosa fría seguía pasando por sus nalgas. Algo comenzó a derretirse en su agujero estrecho y lo demás se deslizó por sus muslos. Algunas gotas pasaron por su agujero y cayeron sobre las sábanas. El lubricante se derritió rápidamente ante la temperatura corporal que era más alta de lo habitual, y se volvió pegajoso y caliente.

—Dime, Karlyle.

Ash levantó su dedo índice y lo introdujo en el agujero estrecho entre sus nalgas. Los muslos de Karlyle se tensaron al sentir el roce de los dedos sobre los arrugas de su agujero. Su rostro estaba febril. Con la cara enterrada en las sábanas, Karlyle arqueó la espalda.

Su cuerpo estaba en estado de confusión. Ahora que le había llegado su rut, lo normal era que encontrar a un omega para meter su pene, pero el único lugar donde surgió el estímulo fue en su agujero trasero.

—Ah, ah, ah... .

Karlyle arqueó y enderezó la espalda repetidamente como si estuviera teniendo sexo. En comparación con las piernas duras de Ash, los delgados tobillos y pies que estaban debajo de ellas, empujaban las sábanas. Ash sostuvo la parte inferior del cuerpo de Karlyle con firmeza, mientras él trataba de moverse como si estuviera pinchando algo, a pesar de que no había nada frente a su pene.

—No es así como debes moverte cuando estás conmigo, Karlyle—dijo Ash suavemente. Un dedo frotó el agujero apretado y se introdujo en él. Karlyle abrió la boca en silencio. Mientras sus labios palpitaban, el dedo de Ash cavaba en la pared interna de Karlyle, que estaba muy apretada. El agujero se tragó el dedo hasta la raíz.

—Vamos, dime.

—¡Oh, ah, ugh, ah!

El dedo se presionó firmemente contra la parte roma y gruesa dentro de su pared interna. El cuerpo de Karlyle reaccionó ante la sensación que se propagaba rápidamente desde su próstata. Su cintura, que temblaba como una ola, se detuvo de repente. La sensación era completamente diferente al placer que obtenía al penetrar a otra persona.

—¿Eh? ¿Quieres quedarte atrapado en un agujero?

—Ah, Ugh, ahí, ah, ah... .

Las piernas de Karlyle se entumecieron ante el placer que se esparció por todo su cuerpo. Cada vez que el dedo presionaba en su interior, todo su cuerpo se estremecía y su agujero se contraía. Su pene, que nadie había tocado estaba derramando líquido preseminal por sí solo. Ash aumentó el número de dedos. A diferencia de un omega, la pared interior de Karlyle, que era sólida y firme, fue aflojada gradualmente por Ash. La cavidad se aflojó y se derritió suavemente.

—Si no me lo dices, no lo haré, Karlyle.

El hecho de que Ash le dijera que no iba a hacerlo, le molestó mucho. Karlyle se sintió un poco avergonzado, pero hizo lo que Ash quería.

—¡Tú, así, hazlo, Ugh, sí, así, ah, ah...!

Sus palabras segmentadas se mezclaron con sus gemidos para formar una oración y se detuvieron. Ash sacó sus dedos. La pared interior de Karlyle intentó aferrarse a los dedos que se alejaban.

Pero en lugar de un dedo, algo más tocó su agujero. El frío lubricante fue derramado entre sus nalgas. Ash lo empapó, como si hubiera exprimido todo el frasco de lubricante. Ante ese toque tan peculiar, Karlyle tiró con fuerza de las sábanas. La colcha estaba hecha un desastre.

—¿Puedo ser rudo?

Karlyle asintió, sin saber lo que él le había preguntado. —Vamos, hazlo—deseaba que pasara algo. Estaba ansioso. Su cabeza se estaba volviendo rara, e incluso sintió un hormigueo por dentro. Tal vez fue porque Ash le había presionado el área que lo volvía loco.

—Eso es un alivio—dijo Ash, mientras lo penetraba. El glande romo y grueso se abrió paso a través del orificio cerrado. Lo primero que sintió Karlyle fue un dolor punzante, como si su piel hubiera sido perforada. Le dolía, aunque su interior estuviera humedecido con el lubricante.

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Define La RelaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora