Wild Horses

Capítulo 2: El pasado no se olvida.

Yuri POV

¿Cómo podía ser posible que se le perdiera aquella cadenita? ¿Cómo? Ella no era descuidada,jamás lo había sido. Y ahora no la encontraba por ningún lado. No quería perder aquel recuerdo de los mejores años de su vida. Siendo una niña ella había sido muy feliz... Ahora también lo era, pero desgraciadamente nunca iba a ser igual.

Se maldijo a si misma... ¿Dónde podría haberla dejado? Ya la había buscado en todos lados: la caballeriza, su cuarto, el baño,el gallinero, la cocina, la casa grande...
Se detuvo a pensar un poco. Quizás la había dejado en la casa de Fernanda. Aunque a decir verdad hacía como una semana que no iba a ver a su novia y la cadenita la había perdido ayer. Soltó un suspiro. Y se sentó con cuidado en una de las sillas de la cocina.
—¿Buscabas esto? —preguntó ella.

Al instante Yuri levantó la vista y se puso de pie. Casi corrió hacia donde estaba su madre con la mano levantada y mostrándole lo que había estado buscando desde hacía tantas horas.

—¿Dónde estaba? —quiso saber mientras se la quitaba de la mano.

—La dejaste tirada cerca del horno anoche, después de que lo arreglaste.

—No la dejé tirada. Seguramente se me cayó...

Se la volvió a poner, y se sintió aliviada. Sus bonitos recuerdos ahora estaban de nuevo con ella.
Yurielkys Ojeda era una mujer de campo. Había nacido allí, se había criado allí y pensaba morir allí. Ella no se consideraba una persona mala, y estaba muy orgullosa de lo que había logrado en todos esos años en los campos Ramírez. Siendo muy joven (con apenas 15 años) su jefe la había nombrado encargada del lugar, cuando había decidido irse a vivir a la cuidad. Y desde entonces Yuri había llevado adelante los asuntos de aquella conocida estancia. Pero a pesar de dejarle toda la responsabilidad, Byron Ramírez iba a verlos todos los años en las vacaciones de verano.

 Se quedaba allí unos dos meses y luego volvía a su agitada vida de negocios. Yuri siempre se preguntaba cómo era que ese hombre no se había vuelto loco viviendo en la cuidad, siendo que él también había nacido y criado en aquel campo. Pero lo sabía, Byron era un gran hombre que se adaptaba a cualquier situación de cambio. Y Yuri lo admirada... lo admiraba y lo quería como a un padre. Por eso mismo cada vez que el jefe llegaba todo el mundo estaba como loco arreglando y preparando todo.

—Es como la decimoquinta vez que pierdes ese colgante, Yuri —la retó ella, pero sin retarla del todo. Le besó la frente y se acercó a las hornillas para revisar la comida que estaba preparando. La cena siempre comenzaba a prepararse antes del atardecer.
—No es a propósito —aseguró ella —Al parecer no le gusta estar en mi cuello.
Omayra sonrió y la miró de manera tierna.
—¿Ya está todo listo? Mira que hoy llega el señor Ramírez.
—Si, todo está listo.
—Más te vale, Yuri...
—Mamá... bien sabes que me gusta que el jefe venga a encontrar todo en orden y en perfecto estado.
—Si, lo sé. Pero solo te pregunto para que estés completamente segura. No quiero que nada salga mal. Byron... —sacudió la cabeza—Digo, el señor Ramírez se merece lo mejor.
Yuri puso los ojos en blanco. Si había alguien que se ponía quisquillosa con la llegada del jefe en aquel lugar, esa era su madre. Todos los peones huían de ella despavoridos. Yuri creía saber la razón de sus nervios. Aunque ella jamás llegara a admitirlo, Yuri sabía que su madre sentía algo especial por ese hombre. Y cuando volvía al campo, ella parecía perder los estribos. Los únicos que podían con ella en días así eran Troy y ella.
Troy era más que un primo para Yuri. Era como su hermano. El rubio se había mudado a vivir con ellos cuando su padre (el tío Roger) había muerto en un accidente de campo. Yuri y Omayra eran la única familia que le quedaba.

Troy entró a la cocina y se detuvo a mirarlas. Yuri le sonrió y se puso de pie. Pero dejó de sonreír al ver la cara de preocupación y frustración que tenía su primo.
—¿Qué sucedió? —le preguntó al instante.
—White —murmuró el rubio simplemente.
Yuri resopló. ¿Otra vez aquel caballo? ¿Cuándo iba a ser el día en que el corcel blanco no le diera dolores de cabeza?
—¿Qué hizo ahora? —quiso saber.
—Le ha dado un buen susto al pobre de Pedro, casi lo golpea. Luego rompió su bozal, rompió un par de mecheras en las caballerizas, salió hecho una fiera, saltó la cerca y se metió por el bosque.

Yuri cerró los ojos y se masajeó el puente de la nariz. Ese caballo no cambiaba más. No había forma de que lo adiestrara. El muy cabeza dura jamás se terminaba de comportar. Solo le gustaba ser un caballo salvaje. Pero ¿Quién podría culparlo de ser así? Nadie.
La pelinegra se había encargado de criarlo... y jamás le había puesto verdaderamente los límites. Además de que se parecían demasiado. Podría decirse que hasta White estaba mimetizado con Yuri. Por ejemplo: cuando ella estaba enferma, White también parecía estarlo. Cuando se sentía enojada, el caballo también. Cuando estaba contenta, también él. Cuando se sentía atrapada, frustrada por el trabajo y quería salir corriendo y dejar todo en manos de alguien más... White hacía destrozos y huía al medio del bosque.

Al parecer hoy el caballo también se había mimetizado con ella... aquello que White había hecho era lo mismo que Yuri quería hacer. Huir.
Y no sabía exactamente por qué. La mayoría de las veces cuando su jefe venía al campo, ella estaba contenta. Pero hoy no era así.Hoy se sentía extraña. Algo le decía que pronto se sentiría más extraña aún.
Giró para mirar a Omayra y le entregó una sonrisa galante. Ella casi siempre se quedaba tranquila cuando Yuri le sonreía así.
—¿Te dije que llamó, Fernanda? —le preguntó. Yuri frunció el ceño.
—No, no me lo habías dicho —resopló —¿Qué te dijo?
—Que está enojada contigo porque no le devuelves las llamadas y ya no la vas a ver...
—¿Le dijiste que estoy muy ocupada? —inquirió mientras se acercaba a donde estaba parado Troy y le hacía una seña de que comenzara a caminar.
—Si, se lo dije... pero dice que como ella es tu novia tendrías que. — Yuri soltó un lento suspiro. A veces Fernanda era demasiado 'inmadura'. Y ella sentía que necesitaba un respiro.