Capítulo 29

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Valeria la observó en silencio. Miró detenidamente su perfil. La luz del fuego se reflejaba en sus ojos. Todavía no creía que aquella era su Yuri, su primer amor. Bajó la mirada hacia la confección de sus brazos. Era como si ella estuviera hecha de hierro, parecía irrompible. Siempre había sido fuerte, pero ahora se notaba más. Ella era una mujer trabajadora y cada músculo que surcaba su cuerpo era muestra de ello. De repente Yuri la miró.
—¿Por qué te fuiste así de la cocina la otra noche? —le preguntó.
Eso la tomó completamente desprevenida. Se esperaba cualquier cosa, menos esa pregunta. El estómago se le encogió. ¿Qué iba a decirle ahora? No podía decirle:¿sabes que, Yuri? Estaba celosa, si muy celosa.
Sacudió la cabeza. Pero si no le decía eso. ¿Qué cosa iba a decirle?
—Yo... —dejó de hablar y suspiró.
—¿Tú, qué? —dijo ella para que siguiera hablando.
Por alguna razón Yuri necesitaba escuchar sus razones, para así quedarse completamente tranquila.
—Sentí celos —dijo al fin luego de unos cuantos segundos.
Yuri la miró bien, sus ojos se abrieron más de la cuenta. ¿Qué era lo que ella acababa de decir? ¿Celos? Frunció el ceño y sacudió levemente la cabeza para volver a mirarla.
—¿Qué? —fue lo único que le salió decir.
Ella comenzó a mover nerviosa un pie.
—Si... me... me puse celosa... eso —no sabía de donde estaba sacando el valor para decirle aquello, pero lo estaba haciendo —Me enojé,... a decir verdad no estaba enojada, solo molesta. Fue raro.
Yuri trató de digerir una y cada una de sus palabras. Estaba algo confundida.¿Fueron celos o molestia?

—¿Quién es Austin? —preguntó luego de guardar silencio por varios minutos.
Los ojos de Valeria se abrieron como platos.
—¿Cómo sabes de él? —se apresuró a preguntarle. Si había sido Freyder, iba a matarlo.
—Te escuché hablando por teléfono el día que llegaste.
Ella apartó su mirada... La había escuchado discutiendo con Austin, entonces la había visto llorar, y decir cosas que en realidad no eran verdad.
—Austin es... mi novio —le dijo al fin.
Yuri sonrió sin ganas y volvió a tirar una ramita al fuego. Ella ya sabía eso, pero escucharlo de Valeria fue como recibir un golpe en medio de la cara.
—¿Estás enamorada de él? —quiso saber.
Al instante ella la miró. Hablar de esto con Yuri era lo más... extraño del mundo. No le parecía correcto, pero al parecer estaba muy interesada en saber.
—Creo... que si —le contestó.
—Entonces lo que sentiste el otro día no fueron celos... solo incomodidad.
Ella asintió levemente. Tal vez tenía razón y lo que había sentido cuando vio a esa chica besándola no habían sido celos. Pero volvió a recordarlo, y la presión en su pecho volvió. Y esas estúpidas ganas de agarrar de los pelos a esa teñida también.

—¿Hace mucho que estás con... Alexa, cierto? —le preguntó.
—Si, Alexa—asintió y alzó ambas cejas mientras miraba fijamente la nada —Hace 3 años que estoy con ella.
—Oooh, que bueno —murmuró. Pero para sus adentros no era bueno. Era horrible, simplemente un asco.
—Si, es bastante tiempo.
Un sonido proveniente de la oscuridad alertó a ambos. Valeria se arrastró rápidamente hasta quedar al lado de Yuri. Se ocultó un poco tras su espalda.
—¿Qué fue eso, Yuri? —le preguntó por lo bajo y con voz angustiada.
—Shhh —la calmó ella mientras miraba hacia el lugar de dónde había provenido el ruido —Tranquila, seguro fue el viento.
Algo cayó al suelo, en el mismo lugar de antes. Valeria se acurrucó más contra Yuri.
—¿Quién anda ahí? —preguntó la ojinegra en voz alta.
Entonces un trueno iluminó todo, mostrándoles a ambos la sombra de alguien parado frente a ellos.
Yuri se puso rápidamente de pie y de un tirón paró a Valeria a su lado, la acercó a ella lo más que pudo. Había alguien allí, y ella estaba dispuesta a enfrentarse a quien fuera con tal de que Valeria no fuera lastimada.
Valeria se aferró a Yuri como si su vida dependiera de ella. Otro trueno sonó, ella ahogó un grito.
—Tengo mucho miedo, Yuri —murmuró con un hilo de voz.
—Tranquila, enana... no voy a permitir que nada te pase —le aseguró ella.
Le tomó una mano y entrelazó sus dedos. Buscó algo para protegerlos a ambas, y en sus pies encontró un largo palo de madera. Iba a atacar con eso si eranecesario.
—¿Pero qué demonios pasa aquí? —dijo una vieja y rasposa voz.
Y de repente una luz se prendió sobre sus cabezas. Ambas entrecerraron un poco los ojos y luego miraron al frente.

Valeria por poco se desmaya de todos los nerviosa que su corazón estaba sufriendo. Pero comenzó a calmarse al ver que no era un monstruo, ni nada por el estilo lo que estaba ahí.
Solo era un viejo y arrugado hombre que los apuntaba con una vieja escopeta. Vestía un anticuado piloto color patito, tenía botas y sombrero de lluvia.

Yuri lo miró bien, entonces su boca se abrió del asombro. ¿Podría ser él? ¿Era aquello posible?
—¿Señor Mcadams? —inquirió. El anciano bajó la escopeta y las miró bien.
—Si, ese soy yo —dijo y se quitó el sombrero de lluvia —¿Quiénes son ustedes y qué hacen en mis tierras?
—Soy Yuri Ojeda, señor. Trabajo en la estancia de los Ramírez—le contó —Y ella es Valeria Ramírez, hija del dueño.

Las miró consecutivamente, reparó en que ambas estaban algo desnudas. Entonces sonrió mostrando unos amarillentos y astillados dientes.
—¿Qué hacen aquí y con esta lluvia, hijas? —Quiso saber y arqueó una ceja—¿Acaso iban a usar mi establo como lugar de encuentro prohibido?
Las mejillas de Valeria no tardaron en mostrar su vergüenza y se ocultó mejor detrás de la espalda de Yuri.
—No, no señor Mcadams —dijo algo nerviosa —Solo nos perdimos en la tormenta y nuestro caballo huyó. No pudimos volver.
Él las miró con algo de desconfianza.
—Bien —suspiró —Voy a creerles —caminó hacia la salida cojeando —Veo que han encontrado un poco de mis cosas secas. Pero voy a traerles ropa y algo para comer. Será mejor que se queden aquí a pasar la noche... está tormenta planea quedarse hasta que amanezca.
Siguió caminando. Yuri solo lo miraba. Pero quería saber un poco de él. Todo el mundo creía que ese hombre estaba muerto. Y no lo estaba.
—Señor Mcadams —lo llamó ella. El anciano se detuvo y se giró a verla —Todo el mundo cree que usted está muerto, ¿Por qué no ha salido a desmentir aquello?

El hombre se encogió de hombros, y Valeria vio la tristeza en sus grisáceos ojos. Según lo que ella sabía, o mejor dicho lo que su padre le había contado cuando era una niña, era que hace muchos años hubo un gran incendio en la casa de los Mcadams, en la que murió toda la familia, menos el hombre que estaba parado frente a ellas. Supuestamente Joe Mcadams había quedado completamente loco después de aquello, ya que no había podido salvar a su esposa e hijos. Entonces un día desapareció y nadie supo más de él. Se decía que se había suicidado y que su alma vagaba por aquellas tierras lamentando la perdida de sus seres queridos.

—Es como si lo estuviera, muchacha —murmuró sacándola de sus pensamientos.
Salió de allí, dejándolas solas y desconcertadas. Yuri giró la cabeza para mirarla.
—¿Cómo estás? —le preguntó.
—Algo perturbada —asintió ella —No puedo creer que ese hombre esté vivo...
—Yo no estaba segura, pero lo sospechaba. Varias veces vi movimientos por estos lados.
—¿Y si en realidad es su fantasma y nosotros estamos perdiendo completamente el juicio, Yuri?
Yuri se rió y se alejó de ella solo para observar bien el lugar en el que estaban, ya que ahora tenían un poco de luz.
—Vale, nada de eso es verdad. Y no estamos perdiendo el juicio.
Ella asintió y buscó su celular. ¡Tenía señal! Lo abrió rápidamente y marcó el número de Freyder. Luego del primer tono, atendió.
—¡POR EL AMOR DE CRISTO, VALERIA! ¿DONDE DEMONIOS ESTÁS?
Ella tuvo que alejarse un poco el teléfono ante el histérico grito de su mejor amigo.
—Tranquilo, Freyder —intentó calmarlo —Estoy bien...
—¿Es Valeria, Freyder? —ella escuchó que su padre preguntaba y luego le quitaba el teléfono a Freyder —¿Dónde estás, dios santo? Ya estaba montando uno perativo para salir a buscarte a ti y a Yuri... tampoco sabemos dónde está ella. Omayra está por sufrir un ataque.

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