Capítulo 15

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Se asomó con cuidado detrás de aquella ventana. Ella tenía que lograr acercarse a él y saber cómo estaba. Desde que había sabido que sus hermanos lo habían herido, no había podido dormir, ni dejar de pensar en él. Cruel destino que no los dejaba en paz. Idiotas hermanos le habían tocado. A veces lograba odiarlos.

Se acercó más al vidrio, logrando ver en el interior de la habitación. Y allí estaba él, acostado en la cama, con los ojos cerrados, cara de tranquilo. El corazón se le estrujó. Levantó una mano y la apoyó contra el cristal, deseando que él la viera.

Entonces Troy giró la cabeza mientras abría los ojos, sus miradas se encontraron. Ella sonrió bobamente mientras retenía un par de lágrimas. No sabía por qué quería llorar. El rubio se sentó rápidamente en la cama, siseó ante el repentino dolor que le invadió el brazo.

—No, Troy —musitó ella. Él ignoró el dolor y se puso de pie, caminó lentamente hasta la ventana, se arrodilló ante ella y con la poca fuerza de su otro brazo logró abrirla.
—¿Qué haces aquí, princesa? —le preguntó de manera tierna.
Eran increíbles las cosas que ella le hacía sentir. Simplemente verla allí parada lo había hecho olvidarse de todo, hasta del dolor.
—Tenía que saber cómo estabas —dijo Lia y de repente sus labios temblaron mientras trataba de no llorar —Lo siento tanto, Troy —no pudo evitarlo, la primera lágrimas resbaló por su mejilla —Te juro que no quería que eso pasara... casi muero cuando lo supe. Insulté a mi padre, a mis hermanos, a mi madre... me encerraron. Pero logré escapar.

—No no no, princesa, no llores —murmuró el rubio y estiró su mano para tocar su mejilla. Secó las lágrimas con su pulgar —Como ya ves estoy vivito y coleando —Lia esbozó una pequeña sonrisa —Y no me tienes que pedir perdón... no fue tu culpa.
Se quedaron en silencio, mirándose detenidamente a los ojos. Troy seguía acariciando su rostro. Se sentía dichoso, su corazón latía fuerte. Se agachó un poco más. Podía besarla. Jamás lo había hecho antes, tenía miedo de no...agradarle. Pero ahora que la tenía allí, con los ojos llenos de lágrimas, mirándolo de aquella manera tan linda, no podía evitarlo.

Lia pestañeó. ¡Él iba a besarla! La respiración la abandonó por completo. Siempre había querido que el chico de sus sueños fuera el primero en besarla. Cerró los ojos lentamente, esperando sentir sus labios.
Troy sonrió, se veía adorable así. Se acercó un poco más. Su brazo protestó, pero no le prestó atención. Tenía algo mucho mejor al frente. Sus labios rozaron su nariz, depositó un casto beso allí. Bajó un poco más, y un suspiro chocó contra su mentón.

—Troy... ¿estás despierto?
Él se incorporó rápidamente al escuchar la voz de Yuri a punto de entrar a la habitación. Miró hacia la puerta y luego miró a Lia. Ella tenía el ceño levemente fruncido.
—Viene alguien —le contó. La castaña alzó ambas cejas en un gesto de asombro. Sacudió la cabeza, tenía que irse de allí —En una hora te veo detrás del gallinero.
—Pero, Troy, tu brazo...
—Shhh —la calló —Te esperó allí, princesa —le sonrió bobamente. Ella copió su acción, sintiéndose demasiado tonta —No me falles.

Cerró la ventana y casi voló hasta su cama. Maldijo por lo bajo ante el asfixiante dolor que lo invadió.
'Ella lo vale, ella lo vale' —pensó.
La puerta se abrió y Yuri entró. Troy la miró extrañado. ¿Desde cuándo su prima sonreía de aquella manera tan idiota? La ojinegra caminó hasta la cama que estaba a su lado y se dejó caer pesadamente con los brazos detrás de la cabeza.

—¿Cómo está tu brazo? —le preguntó luego de unos segundos. Troy frunció el ceño. Yuri estaba rara... muy rara.
—Mejor —se limitó a contestar —Oye... no es que sea extraño en ti, ni nada por el estilo. Pero ¿Por qué estás sonriendo como imbécil?
Yuri giró la cabeza para observarlo, y entonces comenzó a reír. Troy arqueó una ceja.
—No lo sé —siguió riendo —Dime, tú ¿Por qué tienes esa cara de idiota?
El rubio se tensó. ¿Tanto se le notaba? Pero no podía agarrar y decirle a Yuri que Lia había ido a verlo y que casi la besa. Sería como estar a punto de cavar su propia tumba. Ya que la ojinegra le había dejado claro que no quería que ellos se vieran hasta que las cosas estuvieran arregladas con los Montoya.

—No... nada, nada —miró al techo tratando de pensar en otra cosa para cambiar de tema y que Yuri no lo descubriera. Y de repente sonrió —Ya sé por qué estas así.
—Ah, ¿sí? ¿Por qué? —inquirió la pelinegra.
—Porque vino la hija del jefe —sonrió con picardía. Yuri lo miró algo sorprendida. No esperaba que Troy dijera eso —La chica de la foto que tenías escondida...
—Claro que no —aseguró.
—Oh, vamos, prima, ambos sabemos que sí.
—Que no, idiota.
—Yuri está enamorada, Yuri está enamorada —comenzó a cantar.
Yuri tomó una almohada y se la arrojó, golpeándolo en la cabeza. Troy carcajeó y se apretó el brazo fingiendo que le había pegado allí.

—Pareces un niño, Troy —lo retó —¿Qué va a pensar Lia?
Troy sonrió con soberbia.
—Ella me ama de cualquier forma.
—Sí, si, seguro —ironizó Yuri.
Se quedaron en silencio. Ojeda miró fijo al techo y una tonta sonrisa se curvó en su rostro. ¿Por qué se sentía tan idiota? Todavía tenía en sus oídos el retumbe de su risa. No había cambiado nada... era igual de contagiosa que siempre. Y se sentía extraña por lo que había pasado en la caballeriza. Si el amigo de ella no hubiese entrado, quizás hubiese hecho una estupidez. ¿Sería solo un amigo? Había algo muy raro en ese amigo. Más bien daba la vista de ser una... amiga. Sacudió la cabeza y se levantó.

—¿Quieres que le diga a mamá que te traiga algo para desayunar? —le preguntó.
—Mmm —pensó él mientras se tapaba hasta el cuello —Puede que quiera unos waffles con mucha miel, un tazón de cereales, un poco de jugo de naranja y...¡Tocino! Si que quiero eso. También sería muy agradable un par de tostadas con mantequilla y un café con leche, con mucha canela...
—¿Y si mejor te traigo el refrigerador completo? —le preguntó Yuri con sarcasmo.
—Disculpe usted, señorita Campo comedora de carne compulsiva. Pero necesito reponer fuerzas comiendo cosas saludables.
—El tocino no es saludable —dijo Yuri.
—Claro que lo es. Sino mírate... te la pasas comiendo porquerías y eres la mujer por las que todas las muchachas del pueblo suspiran —hizo ojitos.
Yuri no pudo evitar reír.
—Eres un idiota, Troy.
—Ya, vete... tráeme el desayuno.

Yuri's POV

Yuri salió de allí y se dirigió a la cocina. Se detuvo al escuchar una voz allí.
—¿Por qué me hablas así? —preguntó ella. Yuri se asomó un poco y la divisó hablando desde un celular. Frunció el ceño —Ya te dije por qué acepté acompañar a papá... era importante para él que yo viniera —Yuri se acercó un poco más para escuchar mejor —No me interesa nada de lo que hay en este campo, maldita sea —y sintió un presión en medio del pecho al escuchar aquellas palabras —¡Tú no quisiste acompañarme! —ella comenzó a llorar —¡Tuve que pedirle a Freyder que lo hiciera! ¡Tú nunca estás disponible! —no le gustaba verla llorar, jamás le había gustado —¿Por qué me haces estás cosas, Fernanda? —se tomó la frente con una mano mientras apretaba los labios —¿Sabes qué? Haz lo que quieras. ¿Quieres dejarme? Hazlo. ¿Quieres engañarme? Hazlo. ¿Quieres... irte al demonio? Hazlo. Al final Freyder siempre tiene la razón... no vales la pena —aquella infeliz que la estaba haciendo derramar lágrimas debía ser su pareja. Eso la llenó de una extraña angustia —¡No, no me pidas perdón ahora, idiota! Siempre haces lo mismo... Aaargh, no quiero seguir hablando contigo.

Cortó y se sentó en una de las sillas con la cabeza gacha. Yuri quiso entrar allí y acercarse a ella para abrazarla. Cuando eran niñas siempre era ella la que la consolaba y cuidaba de todo lo que pudiera hacerle mal. Tal vez ahora también podía hacerlo. Iba a entrar pero alguien se le adelantó.
Freyder ingresó a la cocina y se arrodilló frente a ella. Valeria lo abrazó por el cuello rápidamente y se echó a llorar con más fuerza.

Yuri sonrió con amargura. Ella ya no era su mejor amiga. Ya no era la que secaba sus lágrimas, ni la que la hacía reír para hacerla sentir mejor.
Alguien más ya había ocupado ese puesto. Y al parecer no era el único puesto que le habían usurpado. Su corazón también estaba ocupado por otra.

Soltó un suspiro. Aquello no tendría que importarle. Pero... ¡diablos! le importaba. Sacudió la cabeza y salió de allí antes de que alguno de los dos lo viera.
Era hora de entender que las cosas habían cambiado. Ella ya no tenía 13, Valeria ya no tenía 12. Y sus corazones estaban en distintos caminos

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