Una mesa de billar.

1K 6 2
                                    


-. ¡ Y tenemos sala de billar!. Que bueno.



-. Esta no va a ser exactamente la sala de billar. Ya estoy trabajando en ello...



Yo no digo nada, pero pienso a toda velocidad. Laura. Su doble lenguaje, perenne. Creo que esta sala va a ser la sala de juegos, pero ni el de billar ni de pin pong. Creo que en esta sala va a haber cuerdas, abrazaderas y anillas en las paredes y el techo.



-. Esta va a ser tu sala de juegos...



-. Y la tuya si quieres. Tienes mucho que aprender de ti mismo y aquí hay espacio para experimentar mucho. Nosotros dos o más...



Vértigo. Mi mente ha empezado a dibujar imágenes de Laura en esta habitación sodomizando a Julia, a otras mujeres y hombres. Atándoles, axfisiándoles, masturbándoles a todos y a ella con ropas de látex o de cuero gozando profundamente de hacerlo. Laura camina hacia atrás mirándome fijamente. Estudiándome. Llega hasta la esquina del billar y se apoya en ella. Apoya precisamente en esa esquina su culo y la joya que lo ocupa ahora y de la que soy consciente. Juega moviéndose sobre esa esquina sin dejar de mirarme de forma lasciva y sugerente. Su falda vuelve a levantarse ofreciéndome vistas idílicas del paraíso que escondía. Y lleva otra vez los dedos allí. Yo me quito la camisa y la tiro al suelo. Algo cambia de pronto en mí.



-. Date la vuelta.



-. (Con la voz de princesa Disney). ¿ Eso ha sido una orden?...



-. ¡ Ahora!.



Me suelto el cinturón sin desabrochar los botones del pantalón y me acerco a ella, que se ha dado la vuelta, apoyando ahora por delante su cuerpo en la esquina del billar. Ha dejado de acariciarse, pero frota con decisión la esquina gimiendo con esa voz que me descoloca tanto. Abarco su cuerpo con un brazo reconociendo con la mano sus pechos mientras con la otra mano levanto la falta para apoyar en su culo mi bragueta. El movimiento de ella a los lados me ofrece más de lo que merezco y ese roce calienta más y más mi vértice. Separo de su cuello con la mano el pelo y ella inclina hacia atrás la cabeza, cuando empiezo a besar su piel entre una de sus orejas y la camiseta. Lamo esa piel para alimentarme de su sabor. Los pezones se le acaban de erizar por completo cuando meto la otra mano debajo de la camiseta para poder palparlos mejor, para disfrutar mejor de su busto. Laura aprieta el culo contra mí, pidiendo más intensidad. No. Antes en el coche, es más, desde que ha aterrizado, ella ha llevado el control y yo he sido un mero peón en su partida. No. Ahora mando yo y la castigo en forma de sonoro azote a su glúteo desnudo, que en el vacío de la sala desnuda de muebles, retumba de forma desproporcionada. Me gusta ese sonido y repito el castigo con otro azote. Ella ríe... Más.



Ahora esa mano busca impaciente la joya que me ha enseñado en el maletero del coche hasta encontrarla. Cuando la toco con las yemas de los dedos, está caliente y la muevo a los lados. Laura hace fuerza hacia mí para multiplicar el efecto y mi mano baja en busca del maná de su humedad hasta más allá de encontrarlo, hasta bañar la punta de dos dedos en ella. Acompañando su espalda con mis manos la indico que acomode sus pechos sobre el tapiz del billar. Me quedo maravillado admirando la belleza de su culo expuesto, mostrando orgulloso esa joya y más abajo su sexo empapado y brillante, cálido hogar que deberá esperar.



En un momento de lucidez, he conseguido evaluarme rápidamente. Llevo desde antes de recibir a Laura en el aeropuerto excitado e incrementando ese nivel cada vez más. Lo de el coche ha sido demasiado, tanto que casi no consigo aguantarme y ahora, todo lo que yo deseaba está expuesto y se ofrece libremente para mi disfrute, así que, si lo hago, terminaré en décimas de segundo y yo lo que quiero por encima de todo, lo que necesito en este momento, es ofrecer mucho más placer del que quiero recibir. Laura ha comprado ese dilatador precisamente porque sabe que esa es mi perversión más potente y que soy incapaz de imaginar algo más apetecible que follarme su culo desde la primera vez que la vi de espaldas. De esta forma no solo me lo ofrece, sino que además lo engalana y adorna para que ese acto que jamás había compartido con nadie antes de mí, sea más gratificante aún. Ha buscado un ornamento muy cuidado y delicado para ofrecerme ese regalo de su cuerpo, para satisfacer mi fantasía, pero yo siento necesidad de igualar nuestras expectativas antes y así, mi boca desciende su cuerpo hasta besar sus glúteos, que están colorados de los azotes.

Cama Redonda. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora