Una nueva alianza.

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Me he despertado el primero, en la casa. He ido a la cocina y he preparado café. Son las dos y media de la tarde. Registrando los armarios de la cocina, he encontrado cereales. También hay fruta sobre la encimera. Me siento a desayunar tranquilo y a esperar. La primera que viene a la cocina, es Eva. Mientras se acerca a mí, intento fijarme bien en todos sus gestos. Parece descansada y feliz. Cuando se sienta a mi lado, besa mis labios y se sirve café. No hablamos, pero nos miramos uno al otro con mucho cariño. Después, llega Julia. El saludo es parecido y nos besa a Eva y a mí, en los labios. Se sirve café y entonces sí,  empezamos a hablar. Julia nos hace ver, en qué forma disfrutó anoche de la fiesta de las máscaras.

Julia-. No sé bien si me explico. No sentí que la forma en la que Amanda me sometía, fuera en ningún momento una manera de doblegarme, más bien, lo viví como un viaje de aprendizaje.

Yo-. Yo advertí que en algunas ocasiones ese sometimiento, era adoctrinamiento.

Julia-. En el sentido de que era una forma de enseñanza, creo que sí. Yo me puse en sus manos y le di libertad para hacer lo que ella quisiera y por su parte, ella lo que quería o lo que hacía conmigo, solo era dar placer.

Eva-. No creo que sea así. Yo creo que ella no buscaba básicamente placer, sino jugar con el placer escondiéndolo, enmascarándolo con el juego paralelo.

Yo-. Eso también es una forma de magnífica la capacidad del receptor.

Eva-. Explícate.

Yo-. Cuando estuve en casa de Blanca, hizo algo muy parecido en mí. Me daba todo el placer que se pueda dar, pero cuando ella intuía que yo iba a correrme, cortaba esa situación apartando de mi mente el placer. Para hacer eso, hacía uso del dolor.

Julia-. No solo retardaba la llegada del clímax…

Yo-. Ni mucho menos. Lo que conseguía era aumentar esa capacidad. Generar deseo y ansiedad porque ese momento llegué. Y cuando llega…

Eva-. Por eso quiero someterme a ti. Solo me fio de ti, hasta ese punto. Hasta dejar todo mi cuerpo en tus manos.

De pronto aparece una voz nueva en la conversación. Laura ha entrado por la puerta de detrás de nosotros en la cocina, sin que nadie la escuchara. Habla de forma dura y directa, pero es Laura, no Amanda.

Laura -. Si queréis tener esta conversación en esta casa, callad ahora. Esta tarde bajaremos los cuatro a la sala de abajo y podremos hablar libremente.

Después de desayunar y charlar sobre lo que cada uno de nosotros vivimos ayer en la fiesta, nos duchamos y cada uno va a su cuarto a descansar. Laura y yo juntos. Hacemos el amor. Esta vez es pausado y limpio de perversiones o fantasías más atrevidas. Es amor básico. Ternura. Terminamos los dos de costado en la cama, yo detrás de ella y justo al final de mi orgasmo el suyo. Solo hay una frase por mi parte y un sí, de respuesta por la suya. Prométeme que jamás vas a fingir un orgasmo conmigo.

Laura me ha obligado a ponerme unos vaqueros muy ajustados y desgastados que ha sacado de su vestidor, antes de bajar a la sala del sótano, a la hora en que hemos quedado los cuatro abajo. Yo he bajado, vestido únicamente con esos pantalones y he dejado la puerta abierta. He paseado por la sala despacio, observando. Analizando cada puesto, cada herramienta, cada adorno… Es la primera vez que soy consciente de un detalle. Algunas veces me veo a mí sodomizando, sometiendo o incluso follando a Eva. Otras veces estoy yo en el papel de sometido y es Amanda la que hace que el mundo gire. Aparece en la sala Eva. Viene vestida con un corpiño negro y rojo, que apenas le deja respirar bien. Se acerca a mí y automáticamente pone un tono de voz más neutro y apagado que el suyo propio.

-. Vamos a hacer esto, ¿de verdad?. ¿Vamos a fijar aquí, los términos de mi adoctrinamiento y sometimiento a ti?.

Yo-. Eso es lo que vamos a pactar, si los dos, tú y yo, estamos de acuerdo en todo, sí.

Estamos delante de un diván rojo como las paredes de la sala. Eva mora el mueble y casi gimiendo dice algo que me pilla por sorpresa, pero que en cierta forma, es algo normal. Se acerca al diván y acariciando con la yema de un dedo, casi gime las palabras. Es en realidad una súplica.

Eva-. Cada sesión que tengamos tú y yo en esta sala, quiero que termine igual. Que me folles y te corras dentro de mí. Me da igual que ella esté o no.

Yo-. Me parece adecuado. Así será.

Eva-. Si Amanda tiene algún problema con eso, no lo haré. Solo voy a dar un paso adelante en todo esto, si eso queda claro. Cuando yo sea tuya, tú serás mío aunque solo sea en ese momento.

-. Sígueme.

Voy hasta el armario y abro el cajón superior de cuatro. Ante mí, aparece la colección de vibradores. Extraigo del terciopelo que ordena cada artículo, un vibrador pequeño. No es una bala, pero casi. Es alargado y dorado. Compruebo que funcione y que la potencia sea la que quiero. Se lo doy a Eva a la vez que le digo que quiero que esta tarde lo tenga todo el tiempo en las manos. Llega Julia a la sala. Esta vez, Amanda le ha dejado a ella un salto de cama transparente. Se acerca a nosotros y antes de saludar, coge también uno de los juguetes. Nos acercamos a la cama redonda los tres a esperar a Amanda.

Porque es Amanda. No da lugar a dudas. Solo trae puestos unos tacones infinitos negros y un tanga a juego. Se ha marcado con cinta aislante negra dos cruces en los peones y se ha hecho una coleta alta. No saluda. Me besa en la boca y después hace lo mismo con ellas. Después, empieza la charla.

Amanda-. A partir de este mismo momento, solo vamos a hablar de esta parcela de nuestra amistad, aquí, en esta misma sala. Los cuatro que hemos estamos aquí, vamos a hacer un trato y lo que aquí negociemos, es y será ley para los cuatro. Se ha expresado por las partes la voluntad de empezar a tener dos relaciones paralelas de sometimiento, la que afecta a Almudena y a Amanda y otra que unirá a los otros dos objetos. ¿Queréis tomar un nombre que os defina en esta parcela?.

Eva-. El mío, será Dulce.

Yo-. Deberéis tratarme como Z. Solo Z.

Amanda-. Almudena y yo, ya tenemos avanzadas las cláusulas de nuestra relación, antes de este nuevo trato. Quiero hacer aquí una modificación. Dulce y Z, podrán asistir a las sesiones entre Almudena y yo, no pudiendo ser sometidos en la misma sesión por mí. Actuarán de voagers, a su aire, o como yo lo solicite, sobre mi sumisa, de interesarles. El papel de Ama de Almudena es exclusivo mío.

Dulce-. Ante eso, tengo una exigencia. En las sesiones en las que Z me instruya a mí, no podrá haber presente nadie ajeno a esta familia.

Amanda-. ¿Algo más?.

Dulce-. Antes de empezar, he fijado con mi amo, la forma en la que deben terminar nuestras sesiones.

Amanda-. Eso es entre vosotros.

Almudena-. A mí, no me importa. Que haya más gente durante mis sesiones, quiero decir. Siempre que quien aporte un participante, dé garantías de discreción absoluta.

Amanda-. ¿Z?.

Yo-. Tengo dudas. De momento quiero fijar una cláusula sobre grabaciones o exposición mediática. No quiero que salga de aquí, nada que nos identifique a ninguno de los cuatro.

Almudena-. De existir deseo de hacer algo en ese sentido, se puede pactar en el momento. Yo tampoco quiero exposición fuera de estas paredes.

Amanda-. Queda fijada la cláusula. ¿Verdad Dulce?.

Dulce-. Así es. Otra cosa. No quiero que nadie me toque, aparte de Z durante mis sesiones, sin permiso expreso mío, en el preciso momento.

Amanda-. Yo quiero imponer un límite, para la frecuencia de las sesiones entre vosotros. Dulce no adoptar ante Z su rol, si no han pasado cuatro semanas como mínimo, desde la anterior sesión.

Dulce -. ¿Por qué?.

Amanda-. Porque quiero.

Yo-. Estoy de acuerdo. Pero quiero proponer algo. Una vez al año, hacer una velada diferente. Los cuatro.

Dulce-. ¿En qué sentido?.

Yo-. Como en el Hilton. Solo placer. Los cuatro.

Amanda-. No lo sé…

Almudena-. Yo sí que sé. Así será. Una vez al año. Los cuatro juntos, sin roles.

Amanda mira a Almudena con mucha atención. Sus ojos se han abierto y ha aparecido algo de Laura en esa mirada. Yo creo que puede, que hasta se haya emocionado. Tarda bastante tiempo en responder y cuando lo hace para aceptar, fijamos que esa velada especial, será todos los años, el fin de semana anterior a la fiesta de las máscaras de El Laboratorio. Una forma de juntarnos los cuatro y de empezar a meternos en el papel que adoptaremos para esa fiesta, con suficiente tiempo de antelación. Después, los cuatro juntos, hacemos un examen más profundo de cada artículo, mueble, adorno o útil que hay en la sala. Cada uno, dice lo que quiere del objeto que hablamos cada vez, de tener algo que decir. Yo digo un par de veces que quiero hacer uso de esa instalación, como hacen los demás. Ya todos estamos pensando en los roles que vamos a tomar cuando eso ocurra. Sí, quiero someter a Dulce de diversas formas, pero curiosamente, elijo precisamente esas, por ella, para darle placer a ella y no por mí. Casi al final de la ronda, Amanda dice que quiere someter a Almudena encima de la mesa de billar. Coge de un armario una tablet, y la manipula un segundo. Todas las luces de la sala se apagan y seguido, se encienden muchas pequeñas luces Led, que forman un círculo perfecto, sobre el billar, iluminándolo. Amanda empieza a explicar precisamente cosas que quiere hacerle a Almudena ahí. La tensión sexual se dispara en los cuatro. Amanda no puede esconderlo, pero Almudena ha empezado a tiritar como en el laboratorio, al principio. Dulce no se ha cortado y ha empezado a clavarse el vibrador dorado. Yo me acerco a Amanda y le beso lo más apasionadamente que sé hacerlo. Consigo mi objetivo, solo en parte. Habíamos pactado, que hoy no asumiríamos ninguno esos roles, que solo pactaríamos las leyes que van a regir nuestra relación a cuatro, entre estas paredes, a partir de ahora. Dulce toma la palabra para sugerir que ya hemos conseguido lo que queríamos esta tarde y que quiere ir a la cama redonda. Amanda hace que se apague la mesa de billar y que a su vez, se encienda de la misma forma, la cama redonda. Los cuatro vamos hasta allí.


Cama Redonda. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora