—¿Cómo te fue en la escuela, Jeongin?— preguntó su madre cuando escuchó la puerta abriéndose.
¿Cómo le había ido? No estaba seguro. Su cabeza seguía dando vueltas a esos pocos minutos después de que Han saliera del baño.
Su corazón daba saltos cada que recordaba la escena, no pudo respirar, sus mejillas se volvieron rosas en tan poco tiempo que no lo pudo procesar.
—Estaré en mi cuarto. No me molestes.
Corrió hacia su habitación y puso seguro a su puerta para tener más privacidad.
Ni siquiera pudo llegar a su cama para tirarse ahí a pensar, se acostó en el suelo con los brazos extendidos intentando comprender que había sucedido.
El sentimiento se había arremolinado primero en sus pies dándole un cosquilleo, pronto lo sintió por sus pantorrillas dándole frío.
Había sido extraño y curioso al mismo tiempo, no era como las demás veces, era muy diferente.
—Perdón. No sabía que había alguien. De verdad tengo que usar el baño así que solo ignórame.
De las pantorrillas subió por su pierna hasta su estómago donde ocasionó una horrible tormenta que casi ocasiona que vomite otra vez, como si no hubiera sido suficiente lo que había pasado hacía menos de 10 minutos.
Nunca había visto a ese chico. Era medianamente alto, cabello castaño, facciones definidas a pesar de aún tener una cara aniñada. Su cabello era corto y bien peinado.
Usaba converse como muchos otros en la escuela, las agujetas del zapato izquierdo estaban desamarradas y las del derecho tenían un doble nudo flojo.
La suela del zapato derecho tenía escrito con plumón negro permanente la frase "Si te lo pierdes, es posible que te arrepientas", la del zapato izquierdo decía "Se un poco más valiente".
Los converse estaban decorados con dibujos hechos con un lápiz o color blanco, eran dibujos muy bien hechos, algo realizado por un artista.
—¿Por qué lloras? ¿Te sientes bien?
El sentimiento siguió subiendo hasta quedar atorado en su garganta, por medio de la faringe pudo invadir sus pulmones hasta el punto en el que tuvo que abrir la boca para buscar aire, de su boca salió un sonido parecido a un suspiro.
Los pantalones del chico estaban manchados de pintura azul, naranja y roja, sus manos igual estaban manchadas, el color pronto desapareció con el agua.
Su camisa estaba medio fajada, pero se lograba ocultar por el saco rojo. Los puños del saco estaban húmedos por lavarse las manos y los puños del suéter que estaba abajo estaban deshilachados, como si fuera un suéter viejo que pasó por muchas personas.
Su corbata estaba bien amarrada, era lo único que estaba en orden en todo su uniforme, sería lo único por lo cual no lo podrían regañar los prefectos.
—Tienes una carita muy bonita como para llenarla de lágrimas.
Había un lunar abajo de su ojo que solo hacia resaltar más el café madera del iris, lo llamaban a perderse en ellos y descubrir todo lo que quisieran ocultar.
Después de atacar a sus pobres pulmones llegó a su boca dejándole un hormigueo en los labios que lo molestó, no sabía cómo hacer desaparecer esa sensación.
—¿Quieres que le hable a tu tutor?
—No. Estoy bien.
Finalmente llegó a su cabeza, se metió en lo más profundo de su cerebro y las consecuencias fueron los pensamientos, el como no dejaba de ver a aquel chico tan apuesto.