Si bien, los padres de la novia nunca aceptaron el compromiso y la desheredaron, ella era feliz, lo fue hasta el último momento. Lo era cuando bailaba en la sala con su amado, lo era cuando le leía libros al pequeño que crecía en su vientre, era feliz, la felicidad que solo pudo tener una vez en su vida.
Cuando el hombre salió del hospital, salió solo junto con su hijo recién nacido. ¿Qué se supone que haría él?
El señor Lin nunca tuvo mucho dinero, era de una familia humilde, no podía cuidar de un bebé él solo.
Sin embargo, aún no estaba seguro de como había sobrevivido un año con su pequeño Jeongin que ya empezaba a caminar más rápido.
Jeongin era un niño tranquilo a pesar de todo, no le gustaba separarse de su padre ni ver a las molestas vecinas, aunque no tuviera suficiente conciencia para saber quiénes eran.
El señor Lin, quien no tenía mucha idea de como cuidar niños, logró crear un mundo de fantasía para su pequeño hijo cuando solo tenía un año y medio y a los 4 años había convertido su casa en lo único que conocía y lo único que ahora lograba que Jeongin no se aburriera.
La casa en general era el país de nunca jamás, con estrellas pegadas al techo que simulaban el cielo estrellado, el jardín era la puerta al mundo de Alicia, el cual Jeongin aún no podía cruzar ya que aún era muy joven para eso.
La habitación de su padre era la entrada al castillo de Canterville, así que no entraba ahí por miedo de encontrar al fantasma, la entrada de la cocina, la cual estaba prohibida porque podría aparecer la bruja, era la entrada al mundo de Hansel y Gretel así que solo su padre podría entrar para sacar la deliciosa comida de la casa de jengibre.
Su cuarto, a diferencia de toda la casa, solo era un cuarto ordinario, así nadie podía interrumpirlo mientras dormía, nadie se lo llevaría a jugar en la noche, nadie lo intentaría espantar, estaba a salvo.
—Es tu primer día de clases, Jeongin. ¿Estás emocionado?— preguntó su padre mientras le acomodaba su camisa.
Tenía ojeras muy marcadas, si Jeongin en ese entonces hubiera sido lo suficiente grande y consciente, lo hubiera descrito como un muerto en vida que se estaba ahogando en si mismo, pero Jeongin aún era joven y no entendía nada de eso.
—Si ya soy lo suficiente grande para venir aquí, ¿Puedo ir al país de las maravillas?
—No lo sé, creo que aún eres muy joven.
—No puedo venir a recogerte, recuerdas el camino de regreso. Voy a estar hablando con alguien y no podré llegar.
—¿Hablarás con Barba Azul? ¿O hablaras con el conejo blanco para que me lleve al país de las maravillas?
Su padre sonrió, parecía una sonrisa chueca, la había visto algunas veces, no sabía lo que significaba.
—Hablaré con el conejo blanco. Pero necesito que entres a la escuela y luego regreses a casa cuando te indiquen tus maestras. Te quiero, Jeongin.
Lo que Jeongin no entendía, era el porque, algunas horas después, cuando se había despertado de su siesta después de la escuela, escuchó y vió a su padre llorando en su habitación. Se espantó, tal vez el fantasma de Canterville le había hecho algo y por eso estaba así.
—Tú deberías dormir en mi cuarto— dijo el niño mientras hacia un atrapasueños, su padre dijo que era la misión que el conejo blanco le había encargado—, yo puedo luchar contra el fantasma de Canterville. Yo estaré bien, pero a ti ya te hizo llorar.
—No me tienes que cuidar del fantasma de Canterville, yo te tengo que cuidar a ti de él. Yo soy mayor que tú.
—Pero uno de mis compañeros es menor que una niña y la ayuda, no importa eso. Si el fantasma te espanta mucho, ¡podemos cambiar habitación! Y así ya no tendrás miedo.