Capítulo 4

169 12 8
                                    

Me despierto por lo insoportable que resulta el silencio, y porque ya no puedo volver a dormirme. Todo resulta tan complicado que hasta puedo llegar a estar enfadada con mi madre. Quiero quedarme aquí y ella no. No quiere que lo haga. Decido levantarme porque quedarme en la cama es innecesario. Solo espero no volver a tener una conversación como la de anoche.

Resulta tan frustante esta situación.



Bajo las escaleras y camino hasta la cocina. Me encuentro a mi madre sentada en la silla con una taza de algo, supongo que sea de café. Y de repente, se me ha quitado el hambre.

—¿Sigues pensando en quedarte? — dice ella cuando me ve dudar entre salir o sentarme con ella.

—No, no pienso en ello. — digo intentando ocultar que no pienso en ello, porque ya está decidido.

—Arden, lo que dije ayer creo que no sirvió de nada. Pero sólo te digo una cosa, si te quedas te odiaré. — dice seriamente mientras me mira a los ojos, y creo que nunca he visto esa expresión en sus ojos.

—¿En serio?¿Quieres empezar esta conversación otra vez? Por favor... — digo explotando, estoy enfadada, y ella está consiguiendo que me enfade más. — Me voy a quedar aquí, quiero quedarme aquí, no te voy a dejar sola, porque cada vez que tengo ese pensamiento, tú vulves a aparecer en mi mente, como en la simulación, diciendome que te dejaré sola. Y me conoces poco si piensas que me voy a ir.

—¿Crees que quiero que te quedes conmigo? — empieza gritando.

—Mamá, no empieces con esto. Porque terminaré odiandote y te abandonaré. — grito aún más alto.

—Eso es lo que quiero. — dice muy alto, no está gritando.

—¿En serio eso es lo que quieres? — digo en un susurro, con las lágrimas brotando de mis ojos.

Abandonó la cocina todo lo rápido que puedo y vuelvo a subir a mi habitación. Cierro la puerta de un portazo y me siento en la cama. Necesito calmarme. Tengo que calmarme o esto será peor.

¿Quiere que me vaya? Pues lo haré, me iré todo lo lejos posible de aquí.

Después de una o dos horas, bajo al salón y me encuentro con mi madre. No parece triste. Y odio eso. Me pongo delante de ella cuando se pone de pie. Y de repente me doy cuenta de lo que quiero. Quiero que sufra. Por hacerme sufrir a mí.

—¿Vas a despedirte antes de no volver a verme? — digo con indiferencia.

—Creo que no hace falta.

—Bien.

Salimos por la puerta y empezamos a caminar. Cogemos el autobús y entramos en la ciudad. Los edificios grises se asoman por detrás del prominente Cubo y caigo en la cuenta de que no sé que facción elegiré. No quiero tener nada que ver con mi madre, la misma que quiere que la bandone. Por lo tanto Erudición está fuera. ¿Abnegación? No. ¿Sinceridad? Ni pensarlo. Miento más que hablo. ¿Cordialidad? No sé ni po qué he pensado en ello. ¿Osadía? Quiero estar viva.

En cuanto llegamos al edificio en el que se va a celebrar el acto de elección, me pongo tensa. Puede que esto resulte más difícil de lo que parecía en un principio. Entramos en el ascensor con más personas de Cordialidad y quiero irme ya de este edificio.

Nos sentamos rápidamente y un hombre de Sinceridad empieza a dar un discurso. La habitación está dispuesta en un círculo concéntrico con los adolescentes de dieciséis años de edad de cada facción. En el círculo interior hay filas de sillas donde las familias se sientan y observan como es el resultado de las elecciones, mamá te sorprenderás. El último círculo contiene cinco cuencos de metal, cada uno con una sustancia que representa cada una de las cinco facciones, piedras grises para Abnegación, agua para Erudición, tierra para Cordialidad, carbones encendidos para Osadía y vidrio para Sinceridad.

Yo me concentro en los cuencos.

No le presto atención a nada ni tampoco me doy cuenta cuando empiezan a decir nustros nombres. En cuanto recobro la compostura y empiezo a oir los nombres de los demás presentes, me relajo.

Al oir mi nombre me levanto camino midiendo mis pasos hacia los cuencos que simbolizan las facciones, sólo me fijo en las brasas de Osadía. Cuando estoy delante de todos los cuencos, cojo el cuchillo con el que tendré que cortar mi palma, y al hacerlo no siento dolor. Y lo único que oigo es mi sagre cayendo en las brasar antes de oir el nombre de la que es ahora mi facción.

—¡Osadía!

Noto como Osadía grita y yo me acerco a ellos. Diviso a Dylan entre la gente y me acerco a él. Luce como cuando lo ví en la prueba de aptitud. Miro mi jersey amarillo y de repente se me ocurre una cosa.

—Hey, ¿me dejas tu chaqueta? — le digo sonriendo mientras los demás están fijos en la siguiente persona.

—Claro, ¿pero que vas a hacer? — dice con curiosidad.

—Un último acto de rebelión. — dico sonriendo aún más que antes lo que hace que él sonría también.

Se quita la chaqueta y miro hacia mi madre, que me está mirando. Quiero hacerla sentir lo que provocó, quiero que sepa que estaba equivocada. Que lo que hizo fue un error y ahora ya no lo puede remediar.

Me quito el horroroso jersey amarillo y lo tiro al suelo, me pongo la chaqueta rápidamente y sonrio hacia mi madre.

Adiós mamá.

SPIN-OFF DE DIVERGENTE: Nueve.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora