Capítulo 35

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Repetí mi simulación, volviendo a recordar todo. Las voces advirtiendo sobre algo que era inexsistente, el hombre tatuado apuntandome con una pistola y disparándome, yo muriendo, Neus luchando contra mí y yo resignandome a ser la que recibe los golpes, Neus desapareciendo.

Noto como voy despertandome, y cuando lo hago, sólo me quedo quieta, y estoy cansada. Cierro los ojos e intento calmar mi respiración. Después de unos segundos los vuelvo a abrir, y me incorporo, sintiendo mi cuerpo pesado. Miro a mi alrededor, Neus está mirando el monitor del ordenador, absorto en algo. Camino con cuidado hacia su lado y veo lo que está viendo. Está volviendo a ver mi simulación. Estiro mi brazo y con cuidado, intentando no tocarle, cojo la aguja que hay encima de la mesa, al lado del ordenador. Él me mira confuso y cuando entiende lo que la aguja significa se pone de pie.

Sus ojos azules me miran con una intensidad que no había conocido antes. Doy un paso hacia atrás asustada por lo que podría hacer. Cuando vuelvo a mirarle tiene el ceño fruncido, vuelve a dar un paso hacia delante y yo retrocedo. Niega con la cabeza y cuando vuelve a mirarme, está ido. Recordando algo.

—¿Sabes por qué estaba viendo la repetición? —dijo de una manera amenazante. Negué con la cabeza y él avanzó un paso. Estaba muy cerca y ahora parecía muy peligroso. Di un paso hacia atrás pero choqué contra la pared—. Cuando yo estaba en tu simulación, tú no parabas de repetir que era un monstruo. —su voz se quebraba. Negué con la cabeza.

No recorbada haber dicho eso. Cerré los ojos, no quería ver lo que iba a suceder. No pasó nada. Los volví a abrir y él estaba muy cerca. Notaba su respiración golpear mi mejilla. Y tenía miedo, no quería salir herida, no otra vez. Sólo podía quedarme quieta.

—¿De verdad piensas eso? ¿Soy un monstruo? —notaba su aliento en mi cuello.

Me las arreglé para asentir, diciendo la verdad. Me parecía mejor decir la verdad que mentirle, es un monstruo, todo lo que ha hecho, sólo por querer ser el primero en la clasificación, para mí lo hace un monstruo. Él se alejó y se sentó en la silla de dentista. Empecé a caminar en su dirección y con la jeringa en mi mano, pinché su cuello para poder ayudarle.

Me sentía culpable por haber asentido, por haberle dicho la verdad. Nunca había pensado en él como un monstruo. No quería mentirle, pero a veces las personas son más felices con la mentira que con la verdad, porque la verdad duele. Y nadie quiere ser herido.

Caminé hasta la silla y me senté frente al ordenador, mirando la pantalla. A punto de saber cuales eran sus miedos.

SPIN-OFF DE DIVERGENTE: Nueve.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora