Capítulo 14

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¿Por qué nos cuesta tanto enfrentarnos a nuestros miedos? Han pasada tres horas desde que todo el mundo está tumbado en sus camas durmiendo. Y yo... bueno, yo no puedo dormir. Cada vez que cierro los ojos veo mis peores pesadillas, él me golpea, y yo no respondo, solo siento el dolor, ¿cómo es posible sentir dolor en un sueño?¿o en una pesadilla? Lo que sea.


¿Por qué tengo que tenerle miedo? No quiero tener miedo de una persona que, desde la primera vez que lo vi, me ha mirado con odio, cada vez que nuestros ojos se cruzaban me sentía odiada, al principio pensé que había hecho algo mal, algo que le molestara, pero me odia por el simple hecho de existir. Y él me lo ha hecho saber en muchas ocasiones. Y ahora mismo no tengo miedo, estoy enfadada por ser tan idiota, por romperme de una manera tan fácil.

Intento dormir, y al parecer lo consigo. No por mucho tiempo, me levanto casi gritando y diciendole a él que pare, pero no hay nada. Sentía sus patadas, y él daño que me hacía. Tengo ganas de llorar y exploto en un mar de lágrimas, por mucho que me obligue a no llorar, tendré que hacerlo, y prefiero este momento que delante de todo el mundo.

Me levanto de la cama y me pongo las botas con cuidado, porque mis costillas siguen doliendo bastante. Para cuando ya están puestas, me levanto de la cama y salgo por la puerta, aún con los ojos húmedos. Si voy a llorar, no lo haré aquí.

Después de varios pasillos negros, encuentro uno perfecto, no tiene luces, así que nadie me podrá ver. Camino despacio hasta la mitad del pavimiento, y me siento haciendome un ovillo. Mis costillas duelen pero ignoro el dolor.

Mis lágrimas empiezan a caer con más fuerza y empiezo a recordar cómo era antes, y no era como yo soy ahora, no le tenía miedo a todo. No estaba aterrada del mundo. Tampoco sentía la necesidad de ponerme a salvo ante cualquier movimiento brusco. Tengo un problema, tengo un problema muy grave.

Tengo los ojos cerrados y me arden, los parpados queman. Quiero que esto acabe, al menos para mí, quiero que todo termine.

—¿Estás bien? —dice una voz familiar y me tenso, todo está oscuro pero no demasiado, la que puedo ver su silueta. Tardo en constestar y cuando lo hago mi voy no sauna nada bien, es más un gruñido.

—Sí, ve-vete, por favor. —digo secandome las lágrimas.

—No, no me voy a ir. ¿Qué te pasa?¿Fue algo que dije? Lo siento, no prentedía herirte, sólo quería q...

—Lárgate, ya has hecho suficiente. —digo apoyando mi cabeza en la pared. Cierro los ojos, y oigo pasos. Pero se acercan.

Abro los ojos alarmada y veo como camina con soltura, una soltura con la que no estoy familiarizada. Siempre parece tenso o enfadado. Ahora parece abatido. Se queda parado a mi lado y se sienta, yo cierro los ojos rápidamente esperando volver a despertarme en la cama y que esto sólo sea una pesadilla. Pero no lo es. Y me siento paralizada. Noto como él me mira, pero yo no puedo mirarle porque me derrumbaré. Parece confundido he intenta cambiar de tema.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —cierro los ojos fuertemente y asiento—. Vaya, ¿estas bien? —y por su tono parece preocupado. Pero sé que no lo está. Abro los ojos hacia él y miro su cara atentamente, y no me había fijado, pero es hermoso. Su piel contrasta contra su pelo y sus ojos azules. Pero vuelvo a la realidad y lo veo a él amenazandome, a él pegandome, a él sonriendo de una manera arrogante. Y tengo miedo de lo que vaya a hacer.

—¿Esa es la pregunta? —digo con los ojos cerrados, apretandolos fuertemente, y volviendo la cabeza hacia atrás. Él se rie y yo permanezco inmovil.

—No, no es esa. —ahora se vuelve serio otra vez—. ¿Por qué no querías que te tocara? ¿Es un castigo? —dijo con una expresión firme, pero su voz no lo era. Era triste. Podía decirle eso. Abrí los ojos y miré al suelo.

—No, no creo que sea un castigo, tú no me tocarías ni con un palo. Pero no se trata de eso, no eres sólo tú el que no puede tocarme. —digo mirandole a los ojos, que me miran fijamente, y sé que quiere que siga la explicación—. ¿No lo entiendes, no? —noto mis ojos llenos de lágrimas, y como estas caen por mis mejillas—. Nadie puede tocarme, ni rozarme a penas, porque si lo hacen, vuelvo a la pelea, vuelvo a estar herida y vuelvo a ver como me miras. Esto lo has hecho tú. Si creías que no tocarme era un castigo, es uno que has creado para tí mismo. —notaba como me derrumbaba y cómo lloraba desconsoladamente y como él ponía su mano en mi mejilla, está fría, lo que hizo que me tensara. Se dio cuenta en seguida y apartó su mano, pero yo la cogí la toqué.

—¿Tú a mí si me puedes tocar pero yo a tí no? Parece injusto. —dijo con una sonrisa triunfal por su teoría. Le sonreí y la dejé caer en su regazo—. No estaba hablando en serio, me gusta. —dijo poniendose serio, como si acbara de decir algo que no quisiera.

—¿Me despertaste aquel día, verdad? —dije volviendo a coger su mano, y recorrer con mis dedos las venas que viajan en todas las direcciones. Él asintió como si fuera algo que le doliera admitir—. ¿Por qué?¿Por qué eres así conmigo? Haces que me sienta a gusto contigo, me ayudas, eres bueno para mí, pero luego hay una parte de tí, que me hace sentir la peor persona del mundo, me miras con odio, me partes dos costillas. —notaba como las lágrimas volvían a salir, pero no me importó. Lo miré a los ojos y ví cómo estaba manteniendo una lucha interna.

—¿Puedo probar una cosa? Si tienes miedo, hazme parar, ¿vale? —dijo con cuidado y yo sólo asentí. Cerré los ojos y noté su dedo recorrer el contorno de mi mandibula, el de mis labios, apreté con fuerza los ojos, porque sentía el miedo, pero quería hacer esto—. Yo también quiero ser bueno para tí, Arden.

SPIN-OFF DE DIVERGENTE: Nueve.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora