Capítulo 13

79 9 8
                                    

Me desperté en la enfermería, seguí vestida con mi ropa, y lo único que recordaba era haberme desmayado cuando estaba peleando con Kian. Recuerdo como empece a tener miedo, no quería pegarle, pero mis piernas seguían moviendose hacia su estómago. Recuerdo que todo se volvio negro. Recuerdo que todo me dolía, me ardía todo el cuerpo. Y ahora al abrir los ojos sigue quemandome por dentro, es insoportable. Miro a mi alrededor y veo a un hombre vestido de negro, su pelo rubio brilla con la luz, al igual que sus ojos, que me examinan detenidamente. Me incorporo lentamente y en un movimiento suave el me toca el brazo impidiendo que haga un moviento brusco. Pero me estremezco con su tacto, tan solo sus dedos me hacen daño, y no está apretado, sigue mirando mi cara, y al percatarse de mi expresión, horrorizada, la aparta con cuidado. Y me libera del dolor psicológico que supone que me toque, con tan solo un roce empiezo a recordar como él me golpeo hasta dejarme así. Destrozada.


—¿Arden? —dice con cuidado. Sus ojos brillan con curiosidad. No sé quién es.

—¿Quién es usted? —pregunto con cautela. Me miro mis unas mordidas, pero aparto la mirada al ver que mis cardenales estan rojos y azules. Lo encaro y me doy cuenta de quién es, lo había visto una vez, en el comedor, cuando nos dio la bienvenida a los iniciados. Sé que es el lider de Osadía, pero no recuerdo su nombre.

—Me llamo Tyler. —y entonces su expresión cambió, de suave a dura, parecía enfadado—. He visto lo que has hecho, y bueno, no lo apruebo, no puedes volver a hacerlo. Es suicida. Sigues herida y no puedes salir a pelear, porque será peor.

—Entonces estaré fuera de Osadía. —digo con horror, parece que él no entiende lo que he dicho ya que frunce el ceño—. ¿No lo entiende, no? Si dejo de pelear estaré fuera de Osadía, no voy a hacer eso. Por favor. —dije con las lágrimas ya cayendo por mis ojos.

—Tienes que curarte. —dice con rudeza mientras se levanta de la silla en la que estaba sentado y se aleja con pasos firmes.

Me siento idiota por no pensar en las consecuencias que tendría escaparme de la enfermería. Dios. Tendría que haberlo pensado. Miro en todas las direcciones buscando a una enfermera y en cuanto esta acude a mi lado, me armo de valor.

—¿Puedo irme a mi habitación? —le pregunto cansada. Ella duda un momento antes de responder. La miro a los ojos y veo que estapuede ser mi oportunidad.

—Puede que no sea buena idea, necesitas descansar. —sonrio falsamente y ella no se da cuenta.

—Voy a descansar, pero quiero hacerlo en mi habitación. —ella se lo piensa detenidamente y cuando me vuelve a mirar, yo ya la estoy mirando a los ojos. Me sonrie y se va.

Me quedo inmovil y confundida, ¿a dónde va? Parece que mi plan ha fallado, o igual haya ido a informar de lo idota que soy por querer irme a mi habitación a descansar cuando puedo hacerlo aquí.

Pero vuelve unos minutos más tarde con unos papeles y una caja negra. La caja negra es igual que la que había en la prueba de aptitud. Me quedo mirándola mientras rellena las hojas con un boligrafo azul. Miro su caligrafía, desastrosa al igual que la mía. Cuando termina esbozo una sonrisa triunfante y salto de la cama, lo que hace que me arrepienta a los dos segundos porque siento que me quedo sin aire a causa del dolor. Intento disimularlo y me acerco a ella. Le sonrio. Ella me entrega los papeles y la caja.

—El alta, para que puedas salir de aquí y las pastillas, que tendrás que tomar cada tres horas. También tendrás que venir aquí cada dos días, para que veamos tus costillas y cambiemos la venda. ¿Lo recordarás? —dice con un tono dulce. Y yo recuerdo: Salir, pastillas, tres horas, venda, dos días. Cuando estoy segura de haberlo memorizado, le sonrio y empiezo a caminar para irme.

SPIN-OFF DE DIVERGENTE: Nueve.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora