Capítulo 42

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Era completamente inverosímil ver a los albinos como hombres. Sus rostros eran los mismos de siempre, pero habían perdido su descomunal altura demoníaca, así como todas las características de su verdadera forma, dejándome completamente sin aliento.

Pese a que era algo que no me esperaba, estaban vestidos con ropa absolutamente normal y cotidiana: pantalones vaqueros y camisetas de manga corta negra. No sabía si habría sido obra de Marluxia o no el darles ropa, pero era algo que, sin lugar a dudas, se agradecía.

—Hecho, Riku. Tus amigos son libres como pájaros —suspiró el vampiro, visiblemente exhausto —. Ahora, sellemos el pacto y déjame ir —concluyó, haciéndose una herida con uno de sus colmillos en el pulgar.

Tras confiar a Ellia con Vergil, imité la acción de Marluxia y junté mi pulgar con el suyo, sellando así nuestro pacto. Acto seguido, y dejándome altamente sorprendido, sacó una insignia de Los Doce de un bolsillo interior de su túnica y me la entregó. Era su propia insignia de Los Doce, un blasón que todos y cada uno de ellos portaba consigo, y que, en este caso, mostraba una guadaña con dos pétalos de rosa en él.

—¿Qué...? —Comencé, abriendo los ojos como platos al verle romper la manga de su túnica y cortarse un mechón de cabello, dándome todo justo después.

—Con eso bastará para que crean que has acabado conmigo, Riku. Que desaparezca es lo mejor que nos puede pasar a ambos, ¿no? —Y ahí la razón de por qué nunca se debía subestimar a un miembro de Los Doce: su astucia siempre terminaba saliendo a la luz.

Asentí con la cabeza mientras guardaba todo en un bolsillo de mis ropas, con la mente ya centrada en el próximo encuentro que tendría con Saïx. No sabía cómo ni cuándo se daría, pero sabía que el adivinador lunar terminaría acudiendo a mí de una forma u otra, tanto si trataba de convocarle como si no.

No sabía ni cómo lo había logrado, pero Marluxia invocó un pasaje sombrío y se marchó del claro, dejándonos solos en aquel hostil territorio.

—Bueno, supongo que ahora es cuando nos dices que tenemos nueva casa, ¿no, Riku? —Rompió Dante con el silencio que se había instaurado entre nosotros, pasando uno de sus brazos por mis hombros, colgándose de mí.

—Os va a encantar la finca —fue lo único que dije, sin darles opción a negarse a venir a vivir con la resistencia.

*** 

Pese a que quería mantener en secreto el tema del "asesinato" de Marluxia bajo la orden de Saïx, me vi obligado a tener que llamar a Terra para que viniera a la iglesia a recogernos con una furgoneta. Había terminado agotado tras teletransportar a los albinos y a Ellia, todos al mismo tiempo, y teniendo en cuenta que la híbrida seguía inconsciente, la moto era la peor opción que tenía para trasladarnos hasta la finca. Y era la única.

El castaño quedó asombrado al sentir la imponente y poderosa aura de los gemelos. Incluso estando en su forma humana, su poder demoníaco era increíblemente brutal y enorme, casi casi incontenible.

Confié mi preciada moto a Dante para que nos siguiera con ella hasta la finca. No dejaba de mirar con capricho el vehículo, así que decidí dejársela, no sin antes amenazarle para que no hiciera ninguna locura. Le conocía bien, y aunque cuando tocaba pelear se lo tomaba en serio, de los gemelos, Dante era sin lugar a dudas el más alocado e impulsivo de los dos. Suerte que Vergil era más sensato y responsable en ese aspecto.

—¿Estás seguro de dejarle tu moto a mi hermano? —Inquirió Vergil, ocupando el lugar del copiloto mientras que yo me acomodaba en los asientos traseros junto a Ellia.

—Deja que se divierta un poco, vuestra libertad acaba de comenzar y está que no cabe en sí —le quité importancia —. Además, lo creas o no, le he amenazado para que, dentro de lo que es él, sea responsable con la moto —zanjé. Vergil se encogió de hombros.

The Secret Of The Elf Blood {Riku from Kingdom Hearts}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora