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Había una gran lista de actividades que Soobin había programado para ambos durante sus pequeños días de vacaciones pero, especialmente, ese día había una actividad que le emocionaba mucho y era la razón principal por la cuál Soobin había querido traer con tanta insistencia a Yeonjun a las Islas de Jeju.

Después de esa noche en la que tuvo esa plática con el señor Choi, se había tomado el tiempo de investigar la locación de la casa que le había sugerido y después de una larga noche en la que pasó horas frente a su computador, finalmente había encontrado aquel dicho lugar.

E incluso se había encargado de hacer una reserva para poder hacer un recorrido exclusivo para ellos dos. Sabía que no recibía tantos visitantes como antes pero aún así se quería encargar de que la experiencia fuera única para él, pero más que todo, para Yeonjun.

Desde la mañana que se levantaron después de haber dormido juntos toda la noche el uno con el otro, todo marchaba bien, todo se sentía bien pero por alguna razón, cuando estaban por llegar a su destino, algo cambió, no tanto pero sí lo suficiente como para ser percibido por ambos.

No era una mala sensación pero tampoco era algo reconfortante, simplemente era confusa, tan ajena a ambos que por eso no podían comprenderla. Solo era una especie de nostalgia que no comprendía, sumada a un miedo y a una confusión pero con mucha emoción.

Y eso era lo que los dejaba desconcertados, ¿por qué estaban sintiendo toda esa mezcla de emociones específicamente en ese momento? Claro que era emocionante llegar a ese lugar al ser la atracción principal que los había traído hasta ahí pero, ¿qué había con el resto de emociones?

Soobin se sintió como la primera vez que se encontró con Yeonjun en el restaurante. Su corazón latía de forma acelerada y la sonrisa en su rostro era inevitable pero a la vez se sentía confundido al sentir cosas tan fuertes por tan solo un extraño. La noches antes de haber hablado frente a frente con Yeonjun eran sofocantes por la cantidad de preguntas que venían a su mente pero tal y como lo había pensando, Yeonjun era la respuesta a cada una de ellas.

Una vez conoció a Yeonjun y lo tuvo a su lado, toda esa incertidumbre acabó y ya no tuvo que lidiar con ese de nuevo. Pero se sentía como si ahora todo hubiese regresado al inicio de nuevo tenía que enfrentarse a todas esas preguntas, la única diferencia era que ahora tenía que buscar una respuesta junto con Yeonjun.

Aún así, no dejaron decaer el ánimo a pesar de todas las cosas que pasaban. Soobin se encargó de mantener el ambiente lo más positivo que podía.

Aunque su mente aún se sentía completamente invadida de pensamiento cuando se bajaron del auto y admiraron más cerca la gran casa frente a ellos, apartó todo eso y prefirió deleitarse de la maravillosa construcción frente a ellos.

Yeonjun también parecía emocionado y sobre todo asombrado por el lugar, miraba todo con mucha atención, manteniendo una gran sonrisa en su rostro caminando detrás de Soobin quien sostenía su mano.

Apenas llegaron a la entrada se encontraron una mujer que ya parecía ser de una edad avanzada pero que aún así, los recibió en la puerta con una dulce sonrisa.

—Ustedes deben ser los visitantes, ¿no es así?

—Así es, esos somos nosotros —respondió Soobin.

La mujer elevó la pequeña libreta que llevaba con ella y echó un pequeño vistazo, haciendo una pequeña anotación.

—Soobin y Yeonjun, ¿cierto? —leyó desde su libreta, mostrando una expresión de sorpresa cuando los nombró, sin embargo ambos no lograron comprender pero aún así, parecía estar sonriendo bastante feliz—, bienvenidos a casa.

Jazz Bar | Yeonbin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora