Noviembre, 1967.
Los próximos días fueron más dolorosos para Yeonjun.
Incluso si no había dormido en los últimos días por haber estado al pendiente de Soobin era mucho mejor eso que simplemente quedarse noches enteras en vela mirando hacia la ventana o sentado en la cama que compartía con su amado esperando que todo fuera un mal sueño y Soobin atravesará la puerta diciéndole que todo estaba bien y él seguía a su lado.
No podía aceptar tan fácilmente que él ya no estaba ahí a su lado.
Aún se encontraba a sí mismo preparando un café todas las mañanas tal cuál a Soobin le gustaba y que al final se enfriaba y se quedaba en medio de la mesa de la cocina porque a Yeonjun ni siquiera le gustaba mucho el café. Aún caminaba por los pasillos de la casa, entrando a la biblioteca o al estudio esperando que Soobin lo recibiera con un beso en los labios y diciéndole que nuevamente había dibujado algo para él.
Todas las pinturas que Soobin había hecho seguían intactas, Yeonjun no se había molestado en si quisiera acomodarlas correctamente. Incluso esa pintura que Soobin dejó inconclusa la tarde que estalló todo seguía montando en el caballete esperando ser terminada.
Pero eso no pasaría, ya no había nadie ahí para terminar esa pintura, ya no había nadie ahí para beber ese café, ya no había nadie ahí para amar a Yeonjun.
Los vecinos cercanos a la casa que conocían a Soobin y a Yeonjun se habían acercado a él para darle sus condolencias e incluso se habían apiadado de él, llevándole comida de vez en cuando para que no sufriera de hambre.
Incluso una pareja de viajeros desconocidos se había presentado en la puerta de su casa diciendo los grandes admiradores que eran de las pinturas de Soobin y como habían quedado cautivados por una de ellas. Yeonjun se sintió muy avergonzado de tener que darles la trágica noticia de su muerte y que ya no estaría para mostrarle y explicar cada una de las pinturas que había hecho, incluso de algunas que nunca había llevado a exhibición.
A pesar del apoyo que habían demostrado personas ajenas a él por su terrible pérdida, Yeonjun se seguía sintiendo vacío.
La casa de Soobin siempre fue enorme y quizás para solo dos personas un lugar como ese se podía sentir solitario pero nunca lo fue así, era su propio lugar, su espacio que podían colear con su amor pero que ahora ya no había nada, el silencio reinaba y la melancolía envolvía a Yeonjun.
Extrañaba a su amado.
Se habían amado con tanta rapidez y su amor había sido lo suficientemente fuerte como para amarse un par de vidas más. Tantas cosas que tuvieron que vivir juntos, tantas experiencias y cosas que les quedaban por hacer y ya no había nada de eso, solo cenizas.
Quería a su amado de vuelta, sin importar qué.
Incluso si leyó las advertencias, incluso si por un momento se sintió perdido en la locura por pensar que ese libro le podría ayudar.
Pero cuando entró a la biblioteca en busca de distraer su cabeza y ese libro viejo cayó de una de una de las altas estanterías frente a sus pies y le mostró esa página como si todo se tratara de un plan y no de una simple coincidencia decidió tomar esa oportunidad.
Podía estar junto a Soobin de nuevo, nadie en su situación se negaría ante tal propuesta, ¿cierto?
Así que esa noche de luna llena, sumido en su tristeza infinita y con ganas de volver a ver el rostro de su amado, camino hasta la playa y puso manos a la obra, rogando que fuera lo que fuera, ese conjuro escrito en un viejo libro le funcionará y le diera lo que tanto deseaba.
Se sintió estúpido por un momento al pensar que eso sería real y no solo un mito, se sintió decepcionante cuando las palabras de su madre resonaron en su cabeza pues siempre había condenado a las personas que se acusaban de hechiceras e irónicamente, el se encontraba ahí, jugando en medio de ello. Pero eso no le importaba cuando sentía el vacío y la falta de su acompañante de vida, que era más brutal que cualquier otro pensamiento negativo.
No le importaba nada, él solo quería una sola cosa.
Nadie supo qué pasó exactamente esa noche, algunos viejos pueblerinos afirmaban que las olas del mar se volvieron salvajes de un momento a otro, que el cielo incluso se nublo de una extraña forma pero que a pesar de eso, la luna brilló de una forma única, soltando un reflejo rojizo que iluminó el ventanal de la sala principal dónde los viejos amantes se saludaron por primera vez.
El cuerpo sin vida de Yeonjun se encontró a la mañana siguiente sin una explicación de su causa de muerte.
Y después de eso, dos almas felices bailaron por toda la casa felices de estar unidas hasta que llegó su tiempo de volver a reencontrarse en un plano terrenal.
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Jazz Bar | Yeonbin.
FanfictionLa vida de Yeonjun parecía ser normal, sus días de verano eran tranquilos y tenía un buen trabajo nocturno cantando en un restaurante. Todo cambia cuando un nombre desconocido y el rostro de un extraño comienza a aparecer en sus sueños y de un día a...