𝚁𝚘𝚒𝚎𝚛

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La niñera

Conozco a Roier gracias a mi trabajo de niñera, que inició tres meses antes de la muerte de Jaiden. A pesar de que su matrimonio era para mantener la economía de ambos y que Bobby naciera para heredar aquella fortuna, me eran agradables personas, y la química que había entre ellos era bastante hermosa.

Soy la niñera de Bobby desde que el nene tiene un año de edad y busco refugio en mí cuando su madre murió en un accidente de avión.

Ahora estaba ahí, jugando con su pistola de juguete, con una hermosa sonrisa que mostraba lo alegre que era en esos momentos. La semana que venía, el niño cumplía seis años y mañana quería ir a llevar flores a la tumba de su madre.

En cuanto a Roier, él sufrió ante la pérdida de su esposa. Aunque su matrimonio no era más que un negocio, la quería como una amiga; además, muy en el fondo, la amaba por ser la madre de su bello hijo, que, aun sin tener muchos recuerdos de su progenitora, tenía una buena imagen de ella, además de que tenía uno que otro rasgo que lo asemejaba a aquella mujer.

Bobby decía que no quería reemplazar a su madre, pero si yo me convirtiera en su señuelo, el pequeño amaría eso, ya que, según él, yo era como ella.

La idea era inocente; sabía de sobra que nadie podría tomar el lugar de Jaiden, pero me enternecía saber que el pequeño me quería como si fuera su verdadera mamá.

En cuanto a Roier, lo tomaba con humor, y hasta donde sabía, le gustaba una muchacha que esperaba que también agradara a su hijo, aunque eso ya lo tenía asegurado.

Debo de admitirlo: el señor Roier era muy atractivo y hasta cierto punto me atraía, pero no me veía como si yo fuera su pareja; es un hombre muy dedicado a su trabajo, y el tiempo que le sobraba se lo daba a su pequeño.

—Oye, patitas de cheto, es hora de comer —dije mientras me levantaba de mi silla.

—Ya te dije que no me digas así —contestó el niño mientras hacía un puchero bastante adorable—. ¿Qué me darás de comer?

—Tu padre dijo que te hiciera nuggets de pollo y un poco de arroz.

El niño soltó un pequeño bufido; no le gustaba mucho el arroz, además de que se le veía que tenía antojo de alguna golosina.

—Pero si quieres, te hago sopita de letras y unas tostadas de aguacate.

Una pequeña sonrisa traviesa se apareció apenas mencioné su alimento favorito.

—Tostadas de aguacate... ¡Sí, eso está mejor! —habló animado el de overol.

Asentí y entré directo a la cocina. Agradecía que esta tenía una ventana que iba al jardín trasero, donde podía ver al pequeño jugar muy alegre.

Adoraba a ese niño; me sentía un poco triste al saber que no tenía recuerdos de su madre y solo la conocía por fotos y videos.

Después de darle de comer a ese niño travieso y mandarlo a ver la tele, me dispuse a limpiar la cocina y la sala. No era mi trabajo, pero me gustaba tener el lugar en orden.

—Oye, _____, ¿tú tienes novio? —la pregunta me tomó por sorpresa. ¿De dónde había sacado esa idea?

—No.

—¿Pero te gusta alguien?

—Sí —Bobby, ¿a qué viene todo esto?

—Leonarda dijo que le gustaba un niño y hasta me dijo que son novios.

Leonarda era la media hermana de Roier; además, la niña tenía tres años más que Bobby. ¿Era en serio que Vegetta la dejara tener novio?

—Bobby —solté un suspiro ante su respuesta—. Hablaré más tarde con tu abuelo; tú por ahora enfócate en cómo matar al tío Mariana.

𝙊𝙣𝙚 𝙨𝙝𝙤𝙩𝙨 //QSMPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora