𝙲𝚄𝙲𝚄𝚁𝚄𝙲𝙷𝙾 3.

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Dulce osito. Parte tres

Mencion a drogas y asesinato

Al despertar, lo primero que vi fue a mi padre y a Trump.

—Qué bueno que despiertas —dijo Maximus con esa sonrisa preocupada que tanto conocía.

—Papá... ¿qué pasó con Cucurucho?

—Cherry —intervino Trump—. Él murió

El dolor en mi pecho era confuso. No sabía si era un alivio al saber que ya no tendría que soportar sus constantes molestias o si era el dolor de perder a alguien que había sido una parte significativa de mi vida. Era un amor enfermizo, uno que nunca debió existir, pero que, de alguna manera, se había arraigado en mi ser.

—Ya no te hará daño —añadió mi padre, tratando de consolarme.

Sus palabras resonaron en mi mente, pero el eco del sufrimiento permanecía. ¿Qué significaba realmente la muerte de Cucurucho para mí? Había momentos en que lo odiaba, pero también había un hilo de ternura en nuestra relación, una conexión que nunca entendí del todo. Era un amor complicado, lleno de sombras y luces, que me había atrapado en un ciclo de emociones contradictorias.

Trump me miraba con una mezcla de compasión y curiosidad, como si intentara desentrañar lo que realmente sentía. Mi padre, en cambio, parecía querer protegerme de cualquier dolor adicional, intentando ser mi refugio en medio del caos emocional.

—¿Qué haré ahora? —susurré, apenas audible, mientras el silencio llenaba la habitación.

Ambos se quedaron en silencio, sin saber qué decir. La incertidumbre se cernía sobre nosotros, pero sabía que, a pesar de todo, tendría que encontrar mi propio camino hacia adelante.

Los días pasaron fugaces. Mi vida había vuelto a una especie de rutina, pero ahora que Cucurucho estaba muerto, la sobreprotección de mi padre había disminuido. Todo se sentía vacío, en cierto punto. Tenía que admitirlo: lo extrañaba de una u otra forma. De vez en cuando, me encontraba en aquellos lugares donde se suponía que lo encontraría, pero ya no estaba. Ya no volvería.

A veces, lloraba solo de pensarlo. Recordaba aquella noche de lluvia, su mirada suplicante, pero ¿cómo podía creer en sus palabras mientras me perseguía como si fuera su presa? No había manera. Me lastimaba solo saber que me había enamorado de la persona que más me había lastimado, tanto física como psicológicamente.

Las terapias regresaron, y con cada sesión me resultaba más difícil aceptar que se había marchado. Pasaron los días, las semanas, los meses, y un año. Ya era toda una mujer. Con el permiso de mi padre, Maximus, decidí mudarme de casa, apartándome de ellos. Así que ya no había nada más que hacer; me fui a un lugar lo suficientemente alejado de la Federación, pero aún cerca de mi antigua casa.

Al principio, mi padre tenía miedo de que me fuera, pero al final, con la condición de que viniera a visitarlo, me dejó salir, como él decía. La libertad me llenaba de una mezcla de emoción y ansiedad. Era un nuevo comienzo, pero también un recordatorio constante de lo que había perdido. Sin embargo, necesitaba este espacio para sanar, para reconstruir mi vida lejos de las sombras del pasado.

Mientras me instalaba en mi nuevo hogar, sabía que tendría que enfrentar mis demonios y, tal vez, encontrar la forma de dejar atrás el dolor que me había atado tanto tiempo. Pero, en ese momento, solo deseaba tener la fuerza para dar el siguiente paso.

𝙊𝙣𝙚 𝙨𝙝𝙤𝙩𝙨 //QSMPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora