𝙲𝚄𝙲𝚄𝚁𝚄𝙲𝙷𝙾 2.

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Dulce osito

mencion a asesinatos, violencia, estilo terror

El beso se intensificó, y en algún punto, el de caballo blanco me tomó con desesperación, como si quisiera más de mí.

—Pase lo que pase, yo seguiré detrás de ti.

Para ese momento no sabía que esas palabras venían con malicia, pero en el tono que lo dijo, lo sentí como unas cálidas palabras.

El eco de sus palabras seguía resonando en mi mente mientras nuestras respiraciones se entrelazaban en el aire denso de la noche. Cucurucho, el de Caballo Blanco, me había tomado con una urgencia que nunca antes había sentido. Había algo oscuro en su mirada, pero en ese momento, me dejé llevar por la sensación de calidez y seguridad que, de alguna manera, creía encontrar en él.

—Pase lo que pase... —repetí en un susurro, casi como si quisiera creer que era una promesa.

Como si fuera poco, casi media isla vino a mi rescate, donde Cucurucho apenas salió ileso. Tenía miedo de lo que hiciera con él. Sabía que lo que sentía por él estaba mal, porque me secuestró y me obligó a hacer cosas horribles, pero lo hice para salvar a mi familia.

Tenía miedo, sí, pero también le tenía resentimiento a aquel chico de la máscara, Cucurucho, el lindo osito al que, entre bromas, le decían que se parecía al de Bimbo. Ahora estaba en casa, en mi primera cárcel, donde bien dijo aquel oso que me sentiría sofocada. Y antes de mi secuestro, papá era muy protector; ahora lo era aún más.

En cuanto a Trump, parecía que le había afectado mi desaparición; tenía ojeras horribles y solía venir a verme antes de dormir, para asegurarse de que realmente estuviera en mi cuarto. Cuando yo le negaba la entrada, hacía lo imposible por entrar, pero lo entendía. Era su responsabilidad el día que ese barco fue atacado, y papá había confiado en él el día que me fui. Agradecía internamente que Cucurucho no le hubiera hecho nada.

Pasaron los días, y si antes me parecían monótonos, ahora lo eran más. Papá decidió que, para evitar que tuviera secuelas tras el secuestro y lo de sicaria, me llevaría al psicólogo. Agradecía que fuera Melissa, quien, a diferencia de Roier, solía ser más seria que su hermano. Ella fue de gran ayuda para que por fin esclareciera mis ideas, y entendiera que mis sentimientos hacia aquel oso solo eran confusos. Él me había usado, y el tiempo que me "cuidó" no fue por mi bien, sino para su beneficio.

Las sesiones con Melissa se convirtieron en un refugio. Cada vez que entraba a su oficina, sentía que el peso en mi pecho se aligeraba un poco. No había juicios, no había exigencias; solo el suave murmullo de su voz, ayudándome a desenredar la maraña de emociones que me envolvía.

—Tus sentimientos hacia Cucurucho... —Melissa hizo una pausa, buscando mis ojos—. No son raros, considerando todo lo que viviste. Estuviste en una situación extrema, vulnerable, y eso tiende a confundir nuestras emociones. Es normal que lo veas como una figura de poder, alguien que en cierto modo te "protegió", aunque en realidad fue lo contrario.

Asentí, tragando saliva. Cada palabra que decía tenía sentido, pero aún dolía aceptar que todo lo que había sentido por él no era más que una ilusión tejida en medio del caos.

—Entonces... ¿todo fue manipulación? —pregunté en voz baja, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.

Melissa asintió, con esa expresión calmada y firme que la caracterizaba.

—Sí. Y es importante que entiendas eso. Lo que sentías por él no era amor, ni siquiera un apego sano. Era el resultado de un abuso emocional, de control. Cucurucho te usó, y la relación que creías tener con él era una forma de mantenerte bajo su dominio. Pero ahora que eres consciente de ello, tienes el poder de romper con todo eso.

𝙊𝙣𝙚 𝙨𝙝𝙤𝙩𝙨 //QSMPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora