𝙎𝙡𝙞𝙢𝙚𝘾𝙞𝙘𝙡𝙚

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Niña de Papi

Pedofilia, mencion al acoso, "incesto". 

Leer bajo discresion. Capitulo largo.

Huérfana desde muy pequeña, en aquel entonces no entendía por qué los otros niños del orfanato me trataban mal. Mi cabello era rojizo y siempre llevaba un listón verde, uno de los pocos recuerdos que tenía de mi madre. Originalmente, ella me había llamado Cerise, un nombre francés que también significa "cereza". Curioso, ¿verdad? Aunque me acostumbré a que todos me llamaran Cherry, como si ese apodo fuera más sencillo de cargar en la vida que me había tocado.

Cada vez que una nueva familia llegaba en busca de un niño, los demás se las arreglaban para ocultarme en un armario o en el rincón más oscuro. No soportaban que me vieran; quizás no podían soportar que fuera distinta, tal vez hasta un poco especial. Al principio, dolía ver cómo intentaban esconderme, pero luego entendí que esa belleza que yo no lograba ver en mí, los otros la notaban, y eso los llenaba de inseguridad o envidia.

Pasaron los años, y cuando cumplí dieciséis, me di cuenta de que las familias que llegaban ya no me veían como una posible hija. Para ellos, era solo otra empleada más, una chica encargada de cuidar a los niños más pequeños. Sin embargo, en el fondo, todavía quedaba una pequeña esperanza en mí. Sabía que legalmente, solo me faltaban dos años para poder salir por mi cuenta de este lugar, pero me dolía aceptar que probablemente no me iría con una familia, sino sola.

Odiaba este orfanato por muchas razones, aunque pocas eran tan inquietantes como las miradas que algunos de los trabajadores me lanzaban y otros motivos que no me gusta recordar.... La mayoría de las cuidadoras eran mujeres, pero había algunos hombres que parecían notarme de una forma que me hacía sentir incómoda y después de algunos eventos...

Agradecía que algunos de los niños pequeños se acercaran a dormir conmigo en el dormitorio, acurrucados a mi lado. Ellos eran lo más parecido a una familia que había tenido, y aunque intentaba no pensar en el futuro, sabía que el día en que me tocara dejarlos sería desgarrador.

Siendo sincera, sabía que los iba a extrañar más de lo que podía admitir. Eran mi mundo, y aunque me quedaban dos años para escapar de esta "prisión", una parte de mí siempre estaría aquí, con ellos. 

La vida da muchas vueltas, y, como si no fuera suficiente con todo lo que había vivido, un día apareció un hombre en el orfanato. Tenía el cabello castaño claro y unos ojos de un verde sorprendentemente pálido, como el reflejo de una pradera bajo el sol. Llevaba gafas de montura fina y estaba vestido de forma impecable: una camisa blanca, un pequeño chaleco verde oscuro que le quedaba como si hubiera sido hecho a medida, y una corbata negra perfectamente anudada. Sus pantalones, planchados con una precisión casi obsesiva, y sus zapatos, tan relucientes que parecían nuevos, le daban un aire imponente.

Estaba sentada bajo un árbol, leyendo para los pequeños que se acurrucaban a mi lado, cuando lo vi llegar acompañado de una de las cuidadoras. Observaba a los niños con seriedad, y aunque algunos se le acercaban intentando jugar, él solo les dedicaba sonrisas breves y amables, como si su expresión de seriedad fuera en realidad una máscara.

Entonces, sus ojos se posaron en mí. La amable sonrisa desapareció de su rostro, reemplazada por una expresión difícil de descifrar. Le dijo algo en voz baja a la cuidadora que lo acompañaba, y, aunque traté de mantenerme concentrada en la lectura, sentía la intensidad de su mirada en mi dirección. La curiosidad me dominaba, haciéndome imposible ignorarlo.

—¡Cerise! —escuché que la cuidadora gritaba mi nombre.

De inmediato me levanté de mi lugar y traté de verme lo más presentable posible mientras caminaba, algo insegura, hasta donde ellos estaban.

𝙊𝙣𝙚 𝙨𝙝𝙤𝙩𝙨 //QSMPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora