┃48┃TERCER AÑO

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TERCER AÑO

Y con todo tu dolor en mis brazos / trabajaré cantando luz / mantendré mis linternas encendidas  

Y con todo tu dolor en mis brazos / trabajaré cantando luz / mantendré mis linternas encendidas  

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Hogwarts les dio la bienvenida a casa con una extravagancia enfermiza.

Un festín intocado por la guerra. Sin escasez. Sin raciones. Abundancia. Azúcar. Leche. Mantequilla fresca. Pan blanco.

El techo del Gran Comedor estaba iluminado por un millar de velas flotantes, la luz se derramaba descarada e interminable. Harry comprobó instintivamente si había cortinas de oscurecimiento en las ventanas del suelo al techo, olvidando por un momento que estaban a salvo tras los pabellones. Se sentía mal. Hacía meses que las noches no eran tan luminosas. La luz lastimaba los ojos de Harry.

A su alrededor, sus compañeros hablaban, reían y sonreían como si no hubiera pasado nada. Como si nunca hubiera pasado nada.

Había algo amargo en ello. Algo reconfortante y nauseabundo a la vez. Harry quería hundirse en la normalidad, pero también luchar contra ella.

Había sido un verano duro, y solo ahora Harry comprendía lo duro que había sido.

Volver a ver a sus amigos era el lado positivo. Greta y Astrid (aunque habían visto bastante a los Greengrass durante el verano), Abraxas, Eileen, Charlus, Micah Bones, Alaric Diggory, Adara Carrow. Incluso Pomfrey se había acercado a saludar.

La muerte del profesor Binns había sido anunciada muy pronto por el director Dippet. Las habladurías resonaban, la historia de lo que le había sucedido circulaba por la sala, ganando adornos con cada enlace. La intriga aumentaba por el hecho de que el nuevo profesor de Historia de la Magia no tenía magia. Lord Malfoy estaba furioso por ello, según Abraxas. Harry se alegró de que no lo apartaran para interrogarlo sobre lo que le había ocurrido a Binns.

Removía su sopa de lentejas con desgana. Ya había comido hasta hartarse, pero su apetito no se acercaba ni de lejos al que tenía habitualmente en Hogwarts. Accidentalmente, había tomado demasiada comida por costumbre, acostumbrado a compartir plato con Tom, y la idea de desperdiciarla le ponía enfermo.

—Harry —susurró Tom, dándole un codazo. —¿Por qué no vamos a ver nuestra habitación?

Harry se animó de inmediato. Ahora que eran de tercer año, tenían que formar parejas en unidades individuales. Harry y Tom ya habían pedido que los pusieran juntos el año pasado.

Harry volvió a mirar su tazón, con la cara desencajada.

—No he terminado.

—No te fuerces —murmuró Tom para que nadie pudiera oírlo. —Has comido más que la mayoría de los días de este verano. Volverás a tener apetito. Iremos a ver si Madame Roseheart puede ayudarte más tarde.

—De acuerdo —dijo Harry, dándose por vencido con la sopa.

—Vamos a salir un poco antes —anunció Tom a sus amigos.

Holly & YewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora